Capítulo 16: Beep La Abeja
KATHLEEN.
Ver al ojizarco, intercalando su mirada entre el toro mecanico de color rojo y mis ojos mientras su manzana de adam de desliza con rapidez es una de las mejores cosas que me ha tocado presenciar en toda mi vida.
Tengo la certeza de que su idea inicial había sido traerme a este espantoso lugar, minado de personas con un estilo peculiar por la vida, un insoportable olor a alcohol y cigarros, además de juegos no aptos para personas que no le gusten los riesgos. Al principio la Kathleen en mi interior, me decía a gritos que mover un pie fuera de la camioneta había sido uno de los errores más garrafales de mi vida, pero he me aquí, después de haberle ganado al señor egocentrismo en un juego tan simple como mover un martillo de cinco kilos, claramente, los planes del ojizarco se habían invertido.
Ninfa 1.
Bestia 0.
Inevitablemente me muerdo mis labios cuando el suelta un suspiro de resignación y comienza a deslizar la camiseta por su cuerpo. La ventaja era que, por ser un lugar en donde las personas resultaban incluso más extrañas, no les importaría que se suba a un toro mecánico en solo ropa interior. Mikhail me lanza una mirada mortífera antes de proceder a bajarse los pantalones, mi mirada perversa recorre su cuerpo con descaro, sus tríceps, sus bíceps, sus abs, la curva en forma de V que se forma bajo su vientre y esos irresistibles bóxers de Calvin Klein.
Debí haber dicho sin ropa interior.
Borro el pensamiento de mi cabeza, sacudiendola un poco. El termina de sacarse el pantalón por los pies, luego me lanza sus pertenencias, incluyendo su ropa, billetera y su teléfono. Los acepto de mala manera mientras intento controlar mis impulsos de querer contemplar su trabajado abdomen.
¿Es un pecado querer bajarle el maldito bóxer?
- No me agradas, en lo absoluto-me espeta antes de darse la vuelta y largarse camino al toro. Mis ojos caen sobre su trasero, me sorprende no haber notado antes lo enorme que es, redondo, abultado, levantado.
Dejando los pensamientos impuros que invaden mi mente constantemente sobre su enorme trasero, muevo mis pies a su dirección, el se encuentra hablando con el chico que permite el pase a la atracción. Su rostro es todo un poema cuando se percata de que Mikhail va solo en ropa interior, pero no dice nada al respecto lo cual agradezco. Con un leve ademán le indica al ojizarco que puede pasar a su juego.
Mikhail camina con firmeza, seguridad y me asombra como puede derrochar tanta sensualidad incluso montando a un toro robótico. Sus ojos se clavan en los míos, lanzandome dagas envenenadas a través del intenso color azul en su iris.
- ¿Preparado?-le grita el chico encargado del juego, para asegurarse. Mikhail asiente con desconfianza, entonces el chico tira con fuerza de la palanca para poner a andar al toro.
El animal robótico comienza a moverse lentamente de un lado a otro en su sitio, reprimo un risotada mientras observo al ojizarco con su ceño fruncido y su boca curvada hacia abajo. El se mantiene agarrado con ambas manos sobre el acero, a medida de que el toro comienza a aumentar sus movimientos, puedo percibir como su equilibrio se va aminorando.
Finalmente, después de medir el tiempo que duró montado encima del toro, el ojizarco cae al suelo cubriendo su rostro con sus manos. Ahogo un grito mientras la fila de chicas a mi lado le miran horrorizadas. Menos de media hora en el maldito lugar y ya era toda una celebridad con club de fans incluido. Una chica rubia se apresura en llegar a su lado, el parece agradecerle con una sonrisa mientras ella le sonríe, pestañeando demasiadas veces en el mismo minuto, es posible que haya desarrollado un tic nervioso.
Por alguna razón, no puedo despegar mi vista de ambos, la rubia platinada no me agrada, y mucho menos me agradaba que entablaran una conversación mientras uno de ellos se encontraba semidesnudo.
Una sonrisa se despliega en los labios del ojizarco antes de comenzar a caminar hacia el lugar en el que me encontraba; detrás de la inagotable fila de un montón de chicas acaloradas.
Hormonales...
- ¿Estás contenta, ahora?-interroga, quitándome sus cosas de las manos con brusquedad.
- No del todo, te faltó la parte en la que gritabas sobre la clamidia-replicó, girandome para verlo colocarse su camiseta y sus pantalones.
- Ya veo-murmura, terminando de arreglase la camiseta. Sus ojos azules se centran en los míos durante dolorosos segundos en los que creo que moriré por la tensión en el ambiente.- Tengo hambre, vamos por algo de comer.
Mikhail se aleja, caminando en medio del río de chicas hormonales, les lanzo miradas envenenadas a cada una de ellas, en especial a la rubia que ayudó a Mikhail a levantarse después de caerse del toro. Los ojos de la rubia capturan los míos en el aire durante algunos segundos, podía discernir la carencia de amabilidad en su mirada.
Cuando me percato del lugar en el que nos encontramos, abro mi boca sorprendida, no puedo creer que piense que aceptaré comer en un lugar que solo inspira deshigiene y aflicción. El ojizarco no parece importarle lo que piense sobre el lugar, pues lo observo, sentado en un banquillo frente al largo mostrador en el cual también se encuentran algunas personas comiendo comida con una apariencia física bastante grosera.
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Editado: 17.11.2021