Capítulo 27: No aún pero lo serás
Kathleen.
No puedo sacar de mi mente ese horroroso momento en el que me enteré que mi supuesto padre había vuelto a la ciudad sin siquiera decírmelo, o tomarse la maldita molestia de llegar a casa para saludar... para dar explicaciones de su repentino escape. La pregunta que no puedo dejar de preguntarme parece no figurar en el rompecabezas pero aun así, es inevitable: Si Bart Dawson está en la ciudad...¿en dónde estará mi madre? ¿En dónde estará Karlice Taylor?
Sacudo la cabeza ignorando a esas estúpidas voces que corrompen el cauce de mis pensamientos. Me concentro en trazar mi camino hasta mi taquilla, desplazandome velozmente a través de los pasillos. Es lunes, es decir, el verano y sus amadas vacaciones habían terminado. Hablé con la señora Janssen hace un par de días para explicarle la situación, apenas cursaba mi último año en la preparatoria, pero al mismo tiempo, necesitaba el empleo con urgencia. Ella pareció confusa en un primer instante, incluso pensé que iba a despedirme si no cumplía la cantidad de horas que ella requería pero después de un par de minutos, su semblante cambió, lo consideró y posteriormente, aceptó mi oferta de trabajar para ella tan pronto saliera de la escuela.
La cuestión se reducía a, en todas estas, con tantas cosas por hacer en un período de veinticuatro horas, ¿en qué momento iré a estudiar para los exámenes de la institución?
Había hecho una especie de cronograma; no obstante, el corto plazo de tiempo para estudiar se entrecruza con mi tiempo para descansar, y...
Todos sabemos muy bien cual de ellos ganó.
Giro la perilla de la taquilla para marcar mi contraseña secreta: «1234», le echo un rápido vistazo al interior y me fijo en el par de fotografías que se encuentran adheridas a la puertecilla azulada de metal, en la primera foto aparecemos Katherine, la abuela y yo; en la segunda foto, aparecemos Jessica, Wardo y yo, arrugo nariz dándome cuenta de que nuestro trío dinámico ha sufrido fuertes decaídas. Ya no parecemos los mismos chicos bromistas que paseaban por toda la escuela haciendo cualquier estupidez. Y en la tercera, aparecen mis padres. La calidad del papel no es la mejor pero siempre que veo esa fotografía, nace una chispa de ilusión por algún día, volver a ver a mis padres. Ensancho una mueca, despegando la fotografía de la puerta para romperla en pedazos medianos.
—Tay-tay —escucho una voz a mis espaldas que me hace sobresaltar. Guardo los trozos de papel en el bolsillo de mi chaqueta y suspiro para volverme hacia ese hablante por detrás de mí.
Me encuentro con un par de ojos conocidos, son oscuros y profundos pero su sonrisa abarca la mitad de su rostro. Es entonces cuando recuerdo la última vez que vi a esa persona.
Y aprieto los puños inconscientemente cuando la imagen de los dos hermanos idiotas arruinando nuestra cita no cita reaparece en mi cerebro.
—¡Kay! —me sorprendo a mi misma por el tono apático que sostiene mi voz pero no puedo evitarlo. El tema de mis padres me pone de humor de perros.
Su lindo cabello castaño cae lasio sobre su frente, cubriendo la superficie de los costados de su rostro. Viste una linda musculosa gris con unos simples jeans oscuros y sus tenis.
Debo admitirlo: No recordaba que Kay fuera tan jodidamente caliente como el infierno.
—Se que no te volví a llamar o a buscar después de... —el pasa su brazo por detrás de su cuello en un gesto nervioso—, espero que todo continúe bien entre nosotros, yo solo creí que no sería conveniente por...No le caigo bien a tus amigos, Kath.
Yo solo asiento sin dejar de mirarlo, el parece realmente arrepentido por haber perdido el contacto conmigo pero a decir verdad, ni siquiera lo recordaba. Me siento una terrible persona, viéndolo tan arrepentido y genuinamente dolido mientras que yo me divertía en el verano haciendo locuras con ese par de hermanos irresistibles.
Más irresistibles que la pizza.
Oh, no. Ahora quiero comer pizza. Muero de hambre. La imágen de Mikhail vestido de repartidor de pizza se cruza por mi cabeza haciéndome sentir una completa lunática obsesionada con el hermano del niño al que, "se supone", que debo cuidar.
—No te disculpes por eso, Kay. Además, lo que sucedió ese día no fue tu culpa, en todo caso, ellos no debieron haber asistido a ese lugar en nuestra presencia.
Kay sube las esquinas de la comisura de su labio superior, dejando caer su brazo reposar lánguidamente a su costado.
—¿Todo está bien, entonces?
Le sonrió antes de responder, el solo quería lo mismo que yo quería: paz y tranquilidad. Dos cosas que había perdido mi vida desde que comenzó el verano y tuve que ir a trabajar en casa de dos playboys acosadores e insinuantes.
Ellos no comprendían el sentido de la palabra «pudor». Fueron muchas las veces que atestigué sus cuerpos desnudos paseándose por mi alrededor, poniéndome nerviosa y avergonzada. ¡Yo sólo quería hacer mi trabajo!
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Editado: 17.11.2021