Capítulo 37: Ruleta Rusa. PARTE II.
Kathleen.
Sigo sin poder creer lo que sucedió hace unos minutos.
Kendall se fue de la fiesta. En realidad, lo echaron. ¿Cómo pudo creer que lo aceptaría después de todo lo que me hizo? Quizás, las demás chicas con las que ha salido perdonan todos sus engaños, pero no soy como ellas, y jamás lo seré.
Me contenta saber que Mikhail no se quedó de brazos cruzados. Para ser honesta, no puedo ni imaginar qué hubiese sucedido si el no se aparecía por allí. Es decir, no quiero ser una damisela en aprietos pero, Kendall es un cínico. Un cínico al cual no quiero volver a ver en mi vida, lo cual será inevitable ya que asiste a la misma preparatoria que yo.
Los chicos han decidido volver a adentro junto con los demás invitados de la fiesta. La estatua de hielo se ha derretido, y eso me causa gracia. Se ve mucho más bonita convertida en trozos de hielo sin forma que con el rostro de la señora Janssen plasmada en ellos. Me encargo de asegurarme que Mickey siga con vida, y lo vislumbro junto a un circulo de pequeños similares a él. A la edad de esos pequeños monstruos, yo parecía un moco.
Un moco feo y sin forma.
Le echo un vistazo a mi alrededor, para admirar la decoración del lugar. Agradezco a Dios, que a pesar de haber bebido me siento en mis cinco estados de cordura. No suele pasarme, por lo general, pierdo la noción de mi misma cuando bebo alcohol.
Enfoco a Micah acompañando a Rosie. Ella se encuentra en la entrada pidiendo un taxi, puesto que estira el brazo cada cinco minutos. Está seria, pero parece anclada a la dimensión de los alcohólicos. Un pie acá, el otro allá. Sonrío como estúpida, y vuelvo a mirar a los trozos de hielo hechos agua en el cristal.
Mis sienes producen un leve palpitar que puedo soportar, aunque no es agradable la sensación. Los demás chicos se han perdido por los rincones del hotel, y me imagino a Fiona follando con Des en un armario. Ellos siempre están demasiado excitados... ¿Cómo es siquiera eso posible?
Lana se ha sentido mareada después del juego por lo que Mikhail cedió a acompañarla hasta una recámara del hotel. Debo admitir que después de lo que le hizo a Lana durante el juego, he tenido los celos de flor en piel. Si. Sé reconocer cuando estoy celosa.
Es precisamente esa sensación que te retuerce el estómago, además de el nudo que se instala en la garganta, y las lágrimas que desean liberarse detrás de los ojos. Es una mierda estar celosa.
Quiero incrustarme en la cabeza el pensamiento de que ellos solo son amigos. Siempre han sido amigos, y si el destino quiere, siempre serán amigos. Ella lo conoce más que yo, y la idea de que ellos hayan tenido algún tipo de afecto más allá del trato entre amigos... Me produce un pinchazo en el pecho.
Suspiro, negando con mi cabeza cuando un mesero me ofrece una bebida espumosa. No tengo cabeza para seguir bebiendo.
No quiero terminar en la basura.
Ni en la cama de algún chico.
—Ey...
Siento dos manos en mi cintura, lo cual me hace estremecer. Sé quién es, pero el solo hecho de enfrentarme a sus ojos desarmadores justo ahora, no es una idea tentativa en mi cabeza.
— ¿Te encuentras bien? —la calidez de su aliento me derrite. Su voz envía oleadas eléctricas hacia mi vientre, y eso me aterra.
No respondo, e intento crear una distancia entre ambos. El lo nota pero no abre la boca al respecto.
Evito encontrarme con su mirada, pero es demasiado tarde cuando se acerca peligrosamente a mi, quebrando todo centímetro de distancia entre ambos. El aire se atora en mis pulmones cuando el acuna mi rostro entre sus manos. Sus luceros azules brillan con la intensidad de mil soles, y son tan profundos que me siento en medio del océano. Su toque sobre mi piel, arde y quema.
Tal vez el alcohol no sea lo que me hará perder todos mis sentidos esta noche, sino él.
—Dime algo, Kath. Lo que quieras, solo quiero escucharte —susurra con un timbre áspero, y profundo que me escose la garganta.
Lo miro fijamente durante un par de segundos. El es tan lindo. Tan perfecto... Jamás en mi vida soñé con un chico como él, siempre he creído que mi destino era morir acompañada de mis cinco gatos.
Inclusive, ya les había elegido los nombres: América, Europa, Asia, Oceanía y África.
—Todo está bien. Estoy bien —aprieto mis labios, y me giro para darle la espalda. El suelta un suspiro, llevando sus manos sobre su rostro con brusquedad.
Su cabello se hace un desorden, y su camiseta blanca está desaliñada, pero sigue viéndose malditamente atractivo. Me muerdo el labio inferior, y desplazo mis dedos sobre el mantel. Necesito calmarme. Debo calmarme.
— ¿Fue por lo que sucedió con Lana en el juego? —su pregunta es más un afirmación.
Siento una punzada en el estómago al recordarlo. Ella con sus ojos cerrados, mientras la lengua de Mikhail se desplazaba por su perfecto abdomen.
Mis paredes de defensa se desmoronan. No puedo seguir aparentando que nada me afecta cuando ocurre todo lo contrario, me siento una idiota.
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Editado: 17.11.2021