Atracción Irresistible ©

Capítulo Cuarenta Y Ocho

 

Capítulo 48: Herida Sin Sanar

 

KATHLEEN

 

 

 

Nada sana mejor que el tiempo.

Es debido al tiempo que cuando entro a casa, tropezando torpemente con la puerta, me encuentro a mi padre sentado en el sofá. Me pregunto cómo ha entrado pero sé que debió haber sido Katherine o de lo contrario no hubiera podido.

Bart Dawson se encuentra con las palmas sobre las manos y la cabeza gacha. No consigo evitar sentir repulsión al tenerle al frente. Sin decir una sola palabra, me acerco, ubicándome frente a él. Sus manos se deslizan a los lados de sus costados hasta caer con languidez sobre su regazo.

Noto el esfuerzo que realiza en tragar.

El ambiente se ha tensado para ambos. Consigo avistar el ápice de culpabilidad en medio de su iris. Procedo a sentarme a su lado, en silencio. Transcurren los minutos suficientes para empujarle a hablar, a explicar, a defenderse.

He pasado un maravilloso día buscando el regalo perfecto para Mikhail. Después una maravillosa noche en la fiesta de cumpleaños del ojizarco. Me ha insistido en los pocos sentidos cuerdos que le quedaban para que me quedara a dormir en su casa, pero he preferido hacerle compañía a mi hermana después de la mala pasada que nos ha jugado el destino, robando la vida de mi abuela.

Concentro mis cinco sentidos en el portafolio que no había notado que estaba antes sobre el centro de mesa. Dawson se rasga la garganta en un carraspeo para encontrar sus ideas perdidas en algún espacio del universo.

Exhala con brusquedad antes de entrelazar sus dedos. —Kathleen. Sé que lo que menos deseas después de la muerte de Tania es tener que confrontarme —hace una pausa, en la que reparo que los dos tenemos la mirada clavada en el portafolio, el cual deduzco que debe pertenecerle—. Supongo que me lo merezco si prefieres mandarme a la mierda como lo ha hecho tu hermana. Me merezco de todo menos que me des la oportunidad de explicarte lo que necesito que sepas —por un diminuto instante me siento vulnerable debajo de su escrutinio, pero me doblo las muñecas para mantener la mirada en alto. No pienso quebrarme frente a él. No puedo…—, las he abandonado durante tanto tiempo que están en su derecho de colocarme en mi lugar. No me ven como a un padre, y me lo merezco. Su madre me advirtió que esto sucedería.

Dawson extiende su mano en un intento de tocar la mía, pero me apresuro en apartarla.

Le observo asentir por el rabillo de mi ojo. —Kenia lo repitió en muchas instancias antes de fallecer. El cáncer la mató —hace una pausa en la que puedo distinguir la palpitación en mis manos. Mi madre murió de cáncer. ¿Cómo es que no sabía eso? —. Ella me pidió que no las abandonara pero cuando ella se fue, se llevó una parte de mí con ella: la parte humana, la parte sensible, la parte que sufría y se condolía por las demás personas, inclusive de sus propias hijas. Tania se ofreció a cuidar de ustedes hasta que cumplieras la mayoría de edad, Kathleen. Después, se suponía que yo me haría responsable por ustedes.

—No necesitamos de tu misericordia justo ahora, Dawson. Solo necesitamos que te largues de una buena vez de nuestras vidas. Solo queremos que nos dejes en paz a Katherine y a mí —le irrumpo. Su rostro se descompone pero apretando la quijada, asiente moviendo la cabeza—. Lo siento. Ya es tarde para arreglar las cosas. Lo roto está roto, no hay nada que puedas hacer para arreglarlo. ¿Por qué querrías arreglar algo que tú mismo rompiste? Notas lo contradictorio que sería eso —mi voz se quiebra. Mi pecho vibra, mi mente se ha nublado, y mi garganta mantiene un nudo que sé que me rasgará en cualquier segundo—. Podrías simplemente haber seguido tus instintos como cuando éramos unas niñas. ¿Para qué volviste? ¿De veras crees que te necesitamos después de toda una vida sin ti? ¿De verdad piensas que no hay heridas que el tiempo no pueda restaurar?

Dawson aguarda en silencio. Me obligo a mí misma a mantenerme firme. No te quiebres, Kath…soporta un poco más.

—No pretendo dañarles más, Kathleen. Es por ello que me encuentro aquí esta noche: vine a decir adiós —explica, su voz recobrando su habitual frialdad que me hela la sangre. Se levanta del sofá, puedo notar su desgano. Señala el portafolio negro brillante sobre el centro de mesa—. No espero que me perdonen, solo espero que les sirva ahora que Tania se ha ido —mis dientes se tensan con tanta presión que temo que puedan partirse en miles de pedacitos sin reparación. Dawson tira de la puerta para abrirla, me dedica una última mirada antes de irse, y esta vez puedo intuir que será la última vez que le veré—. Despídeme de tu hermana —es lo último que le escucho decir antes de ver su rostro desaparecer detrás de la puerta.

Se ha ido.

Mi cuerpo tiembla, y no logro soportar la presión que me invade. Mis pensamientos y emociones se arremolinan hasta volverse incontenibles. Me quiebro en miles de pedazos. Intento no llorar tratando de convencerme que no vale la pena llorar por una persona que lo único que siempre ha causado es dolor.




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