El lunes por la mañana llegó y el patio del colegio está lleno de estudiantes. Ainara, con su cabello rojo brillante, está sentada en un banco, mirando su libro con una expresión de disgusto, aunque ama leer, no puede hacerlo en ese momento.
Mauro, con su impecable uniforme, pantalón de gabardina azul marino y camisa azul, camina hacia ella con una expresión igualmente molesta, en cuanto la vio sentada ahí.
—¡Vaya, si es la futura hermanita! ¿Cómo te sientes sabiendo que nuestros padres decidieron arruinar nuestras vidas? —dice con sarcasmo.
—No me hables, Mauro. Este fin de semana ya fue suficientemente malo y más al tener que verte —Ainara respondió sin apartar la vista de su libro.
—¿Malo? Eso es quedarse corto. ¿Te imaginas tener que vivir bajo el mismo techo? ¡Es una pesadilla! —dijo Mauro cruzándose de brazos.
—Créeme, no estoy emocionada por esto. Pero no podemos hacer nada al respecto. Nuestros padres están decididos —Ainara finalmente levanto la vista y lo fulminó con la mirada.
—¿Y qué? ¿Vamos a fingir que todo está bien? ¡No puedo soportar la idea de verte todos los siete días de la semana! —dijo Mauro desafiante.
Ainara se levantó para enfrentarlo, no le iba a permitir que la tratara de esa manera.
—¿Crees que para mí es fácil? ¡Tú eres el que siempre está metiéndose en mis asuntos!
—¡Porque tú siempre actúas como si fueras mejor que todos! ¡Especialmente que yo! —dijo Mauro dando un paso hacia ella.
—¡Eso no es cierto! Solo trato de hacer lo mejor que puedo, a diferencia de ti, que solo te preocupas por tu apariencia —respondió Ainara, sus labios temblaban de la ira que sentía.
—¿De verdad piensas eso? ¡Al menos yo no soy una egoísta que solo piensa en sí misma! —Mauro se sintió herido por sus palabras.
—Mira, no me importa lo que pienses de mí. Pero si vamos a vivir juntos, necesitamos encontrar una manera de no matarnos —dijo Ainara, respirando hondo, buscando la manera de calmarse.
—Tal vez… pero no esperes que sea fácil. No confío en ti —Mauro suspiro y habló bajando el tono de su voz.
—Ni yo en ti. Pero al menos podemos intentar no hacer esto más difícil de lo que ya es —respondió ella mirándolo a los ojos.
Mauro suspiró.
—Sí, lo sé. Pero no entiendo cómo nuestros padres pueden ser tan egoístas. ¿No ven lo mal que nos llevamos?
Ainara por un momento se quedó en silencio, luego miro a su alrededor para asegurarse de que nadie los escucha.
—Tal vez deberíamos intentar llevarnos mejor, al menos por ellos. No quiero que esto sea más difícil de lo que ya es —dijo al recordar en todo lo que su padre ha soportado, a pesar de que ha tenido relaciones pasadas, las mujeres siempre estaban con él por su dinero.
Sin embargo, ella siente que María es diferente a todas las anteriores, porque en cada salida que su padre ha tenido con ella, regresa con un regalo de parte de María y eso fue lo que la llevo a decir esto último.
—¿Estás sugiriendo una tregua? —pregunto Mauro, sorprendido.
—No sé. Solo digo que pelear todo el tiempo no va a ayudar a nadie —Ainara se encogió de hombros.
—Supongo que tienes razón. Pero, recuerda Ainara que no debes esperar que sea fácil.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de la pelirroja.
—Nunca dije que lo fuera. Pero al menos podemos intentarlo.
Ambos se quedan en silencio por un momento, la tensión palpable en el aire. ¿Podría haber alguna esperanza de mejorar su relación? O ¿dejarán que gane la animosidad entre ellos?
Después de su acalorada discusión en el patio, Ainara y Mauro se dirigen a sus respectivas clases. Ambos están visiblemente molestos, pero tratan de mantener la compostura frente a sus compañeros, sobre todo porque no quieren que nadie en el colegio se enteren de su “desgracia”
«No puedo creer que tenga que lidiar con él todos los santos días. Esto va a ser un infierno» pensaba Ainara mientras camina.
«¿Por qué tiene que ser tan difícil? No quiero que esto arruine mi vida, esa pelirroja lo que trae es mala suerte en mi vida» pensaba Mauro a la vez que se dirigía al salón.
En clase, Ainara se sienta junto a su amiga Camila, quien nota de inmediato que algo anda mal.
—¿Qué pasa, Ainara? Pareces muy alterada —pregunto susurrando para que el profesor no se diera cuenta.
—Es un cuento corto, Cami, pero catastrófico.
—Pero cuenta, ¿qué pasó?
Ainara suspiró.
—Es Mauro, otra vez. Nuestros padres se van a casar y vamos a ser hermanastros. No puedo soportarlo.
—¡Vaya! Eso es… inesperado. Pero tal vez puedan encontrar una manera de llevarse mejor, ¿no lo crees? —dijo Camila, sorprendida por la noticia.
Ainara negó con la cabeza
—No lo sé, Camila. Es tan arrogante y siempre está metiéndose en mis asuntos.
Mientras tanto, en el otro extremo del salón, Mauro se sienta junto a su amigo Alan, quien también nota su mal humor.
—¿Qué te pasa, Mauro? Pareces a un dragón que está a punto de lanzar fuego.
—Es Ainara. Nuestros padres se van a casar —dijo Mauro con frustración—. Vamos a ser hermanastros. No puedo creerlo, esto debe ser el fin del mundo o un castigo del infierno.
—¡Eso es una locura! Si no se soportan ni en pintura, no me imagino como será la convivencia bajo el mismo techo —exclamó el joven asombrado—. Pero, ¿no pueden intentar llevarse mejor?
—No lo sé, Alan. Ella siempre actúa como si fuera mejor que todos, es tan sifrina, tan arrogante, fastidiosa —dijo Mauro suspirando.
Ambos amigos tratan de consolar a Ainara y Mauro, pero la tensión sigue presente en el ambiente. A lo largo del día, Ainara y Mauro se cruzan varias veces en los pasillos, cada encuentro cargado de miradas de desdén y comentarios sarcásticos.
—Esto va a ser más difícil de lo que pensé —murmura Ainara para sí misma—. Tan grande que es el Colegio y él tiene que pasar justo por donde voy.
«Tal vez debería intentar hablar con ella de nuevo… pero no ahora» pensó Mauro, retrocediendo en lo que quizás podría ser una solución, pedir disculpas por aquella vez.
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Editado: 22.10.2024