Era un día soleado en el colegio, y los estudiantes estaban disfrutando del recreo en el patio, ya que las clases estaban finalizando. Ainara estaba sentada en una banca, leyendo un libro, cuando Santiago se acercó nuevamente, decidido a molestarla.
—Hola, Ainara. ¿Qué tal si me das otra oportunidad? —dijo Santiago con una sonrisa arrogante.
Ainara levantó la vista de su libro, claramente molesta.
—Santiago, ya te dije que no estoy interesada. Déjame en paz, ¿qué vocal no estás entendiendo?
Santiago se inclinó hacia ella, ignorando su rechazo.
—Vamos, no seas así. Sabes que te gusto, desde el primer día que nos conocimos.
Justo en ese momento, Mauro apareció, habiendo visto la escena desde lejos. Se acercó rápidamente y se colocó entre Ainara y Santiago como la vez anterior.
—¿No entiendes lo que significa “NO”? —dijo Mauro, con el ceño fruncido.
Santiago se enderezó y miró a Mauro con desdén.
—¿Y a ti qué te importa? Esto no es asunto tuyo.
—Cuando alguien molesta a mi hermana, se convierte en asunto mío —respondió Mauro, con firmeza.
La tensión entre los dos chicos era palpable, y varios estudiantes comenzaron a acercarse, curiosos por lo que estaba ocurriendo. Ainara se levantó, preocupada por la situación.
—Mauro, no vale la pena. Vamos —dijo Ainara, intentando calmarlo.
Pero Santiago no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Dio un paso hacia Mauro, empujándolo ligeramente.
—¿Qué vas a hacer al respecto caballerito?
Mauro, sin pensarlo dos veces, empujó a Santiago de vuelta.
—Te dije que la dejaras en paz.
La situación escaló rápidamente, y antes de que se dieran cuenta, ambos estaban enzarzados en una pelea. Los estudiantes alrededor comenzaron a gritar y a llamar la atención de los profesores, mientras que Ainara buscaba la manera de separarlos sin que ella saliera lastimada, ya que cualquiera de los dos podría darle un golpe.
—¡Basta! ¡Deténganse! —gritó el profesor de educación física, corriendo hacia ellos para separarlos.
Finalmente, con la ayuda de otros profesores, lograron separar a Mauro y Santiago. Ambos estaban respirando con dificultad, con miradas de furia en sus rostros.
—¡A la oficina de la directora, ahora mismo! —ordenó el profesor, señalando el edificio principal.
Ainara, preocupada, siguió a Mauro mientras los llevaban a la oficina de la directora. Al llegar, la directora los miró con severidad.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó la directora, cruzando los brazos.
Santiago habló primero, tratando de justificarse.
—Solo estábamos hablando, y él me atacó.
Mauro, aún enfadado, replicó.
—Él estaba molestando a Ainara. Solo intentaba protegerla, no dejaré que ningún bastardo se aproveche de ella.
La directora suspiró, claramente frustrada.
—No toleramos la violencia en este colegio. Ambos recibirán una sanción. Pero primero, quiero escuchar a Ainara —dijo la mujer, ya que conocía los antecedentes de Santiago.
Ainara, nerviosa, dio un paso adelante.
—Santiago no me dejaba en paz, y Mauro solo intentaba ayudarme. No quería que esto terminara en una pelea.
La directora asintió, comprendiendo la situación.
—Entiendo. Pero esto no justifica la violencia. Ambos recibirán una advertencia formal y tendrán que asistir a sesiones de mediación para resolver sus diferencias.
Mauro y Santiago asintieron, sabiendo que no tenían otra opción. Mientras salían de la oficina, Ainara se acercó a Mauro y le susurró.
—Gracias por defenderme, pero por favor, no te metas en problemas por mi culpa. ¿Estás bien? Esos golpes se ven dolorosos.
Mauro la miró y sonrió ligeramente, a pesar de los moretones visibles en su rostro.
—Siempre te defenderé, Ainara. No importa lo que pase, porque el único que te puede molestar soy yo. Y mientras tú estés bien, todo vale la pena.
Ainara sintió un nudo en la garganta, conmovida por sus palabras. Le tomó la mano y la apretó suavemente, como muestra de agradecimiento.
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Más tarde, en el patio del colegio, Ainara y Mauro se
sentaron en un banco bajo la sombra de un árbol. A pesar de que el ambiente es tranquilo, la tensión del incidente flota en el aire.
—No quería que esto se convirtiera en un problema tan grande. Solo quería que Santiago me dejara en paz —dice ella en tono bajo, aun sintiendo una culpa.
—Lo sé, Ainara. Pero a veces, la gente como Santiago necesita una lección para entender que no pueden hacer lo que quieran —dice Mauro tocando su hombro.
—Solo espero que esto no empeore las cosas. No quiero que te metas en más problemas por mi culpa, por favor.
—No te preocupes por mí. Puedo manejar a tipos como Santiago —Mauro sonrió luego añadido con cierto sarcasmo típico en él—. Además, no me importa meterme en problemas si es por ti, princesa.
Ainara, en vez de molestarse por su tono sarcástico, lo mira conmovida por sus palabras.
—Gracias, Mauro. Eres el mejor —responde con una sonrisa tímida.
—Lo sé —Mauro le guiña un ojo—. Y tú también eres la mejor, Ainara. No dejes que nadie te haga sentir lo contrario.
Ambos se quedan en silencio por un momento disfrutando de la compañía del otro donde no están peleándose.
—¿Crees que las sesiones de mediación funcionarán?—pregunta Ainara para romper ese silencio.
—No lo sé —Mauro responde mientras se encoge de hombros—. Pero al menos es una oportunidad para que Santiago entienda que no puede seguir comportándose así. Y si no funciona, siempre estaré aquí para defenderte.
—Es hora de irnos —dice Ainara al ver su reloj.
—Nuestros padres vendrán a buscarnos.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta Aianara sorprendida.
—La directora los llamó.
Al salir efectivamente ya Francisco y María estaban afuera del Colegio.
—Déjame ver esos golpes. No puedo creer que esto haya pasado —María se acercó a su hijo.
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Editado: 22.10.2024