Habían pasado dos días desde el incidente en la cafetería. Lo sucedido aún se murmuraba en los pasillos y en el salón de clases. Se volvió el tema más interesante de lo que llevaba la semana. Me irritaba escucharlos, porque la confrontación pudo haber sido evitada. También tuve que soportar las constantes miradas y susurros. Seguían preguntándose de dónde había sacado el valor para golpear a Max. Tal vez debieron estar en mi lugar para comprenderlo.
Pero no me sentía halagada por mi acto de valentía. Estaba nerviosa de que en cualquier momento él apareciera para terminar lo que no pudo hacer. Alexander quería comenzar una nueva pelea al día siguiente, pero le supliqué que no lo hiciera. Complicaría las cosas y los resultados podrían ser peores. Accedió no muy convencido, pero dijo que si volvía a molestarme tendría que hacer algo al respecto.
Dejé de mirar a Max y lo evitaba en los pasillos. Hasta ahora había funcionado. Pero mientras cerraba mi casillero me di cuenta de que faltaba una clase para ir a casa y recordé que compartía Literatura con él. El miedo me crispó a flor de piel y mis amigas se percataron de ello.
—Te ves nerviosa —dijo Kim cuando nos desplazamos por los pasillos.
—Lo estoy —afirmé, mordiéndome el labio.
—Tal vez no asista a clase —Claire intentó tranquilizarme.
Fruncí los labios, sabía perfectamente que asistiría. Era la oportunidad perfecta para cobrarse lo que le hice a él y a su reputación.
—Eso espero.
Llegamos al aula y me despedí de ellas. Me sentí un tanto desprotegida cuando las vi marcharse. Estúpidos horarios. Mi única esperanza era que los próximos cuarenta y cinco minutos transcurrieran con rapidez.
Con los hombros tensos, tomé lugar en la butaca que estaba cerca de la puerta. Así cuando dieran el timbre podría salir antes que cualquiera. Inspeccioné a mi alrededor y me calmé un poco cuando no vi a Max.
Tal vez Claire tenía razón.
El profesor llegó y mis compañeros se instalaron en sus asientos. En cuestión de segundos comenzó la clase e intenté prestar atención a su explicación acerca de seres que eran comunes con los humanos, pero que tenían diferentes maneras de vida. Estaba escribiendo cada palabra importante sobre el tema, cuando dos personas aparecieron en la puerta interrumpiendo la clase. El profesor dejó de explicar y mi corazón palpitó nerviosamente cuando vi a Max junto al director.
—Profesor Waters, el joven Wilson tuvo que llegar tarde por cuestiones personales.
—Oh, no hay problema —hizo un ademán restándole importancia y caminó hacia a ellos.
Me puse alerta cuando Max entró. Sabía que no haría nada para lastimarme, pero me sentí vulnerable cuando el profesor salió del salón y cerró la puerta detrás de él para conversar con el director Levinson acerca de su comportamiento.
Sus ojos oscuros me atravesaron cuando me miró, tragué el nudo que tenía en la garganta y pretendí estar escribiendo. Pasó a mi lado y se detuvo al dar un par de pasos.
—Quítate.
Contuve la respiración y cautelosamente miré sobre mi hombro. Le hablaba al chico que estaba sentado detrás de mí. Sin protestar, Brad recogió su mochila y se levantó alejándose al fondo. Miré nuevamente mis notas mientras sentía cómo Max se acomodaba en la butaca. Esto estaba poniéndose cada vez peor y por alguna razón mis manos comenzaron a temblar. Cabía la posibilidad de que me clavara el bolígrafo en la espalda o algo parecido.
Bien, no tenía por qué ser tan paranoica, pero cualquier cosa se podría esperar de él.
El profesor regresó a retomar la explicación y me sentí un poco más cómoda. Me forcé a ignorar su presencia detrás de mí, pero fue imposible. Lo sentía inclinarse hacia adelante y su respiración rozaba en mi cuello, enviándome un escalofrío. No sabía qué hacer. Podía cambiarme de lugar, pero eso llamaría demasiado la atención, así que preferí esperar a que terminara la clase.
Minutos antes de que concluyera, guardé las cosas en la mochila. Al sonar el timbre de salida, escapé del salón como si hubiera estado presa. Una vez en los pasillos, logré respirar con normalidad. Estaba contando los pasos que me faltaban para atravesar las puertas del edificio, cuando una mano se apoderó de mi brazo.
—Nos vemos más tarde.
Pensé que estaba imaginándome la voz de Max, pero luego estuve consciente de que era él quien me sujetaba del brazo. Me paralicé sin poder articular una palabra y lo vi salir, perdiéndose entre las personas que no se dieron cuenta de su amenaza.
Me detuve, reflexionando su advertencia. La jornada escolar había terminado y, por lo tanto, no había manera de verlo más tarde.
A menos que hubiera planeado algo.
Una corriente de aire helado me puso los pelos de punta y obligué a mis pies moverse hacia el estacionamiento. Debía decírselo a Alexander, pero sabía que lo alteraría. Durante el trayecto a casa me quedé en silencio mientras formulaba las posibles respuestas de su encuentro…
Pero ninguna de ellas fue agradable.