Atracción mortal

Capítulo 4

No podía ignorar la inquietud que sentía. La intriga y la duda me frustraban. El susurro de Max seguía en mi memoria y la melodía de su voz no daba señales de desaparecer. Removí el espagueti en el tenedor sin tener ánimo de comer. Kim me había llamado y tuve que inventar excusas para declinar su invitación de ir de compras. Decidí no salir el día de hoy para prevenir cualquier encuentro, además de que tenía tarea por hacer.

—¿Estás bien?

Parpadeé, despejando mis pensamientos y miré a Alexander.

—Sí —dije, tratando de esbozar una media sonrisa.

—¿Has visto a Max de nuevo? —preguntó luego de un silencio.

Hice una pausa mientras recordaba el cosquilleo de su respiración en la nuca.

—Estuvo en mi clase de Literatura.

Frunció el ceño, posiblemente sospechando.

—¿Te molestó o algo?

—No —me limité a decir, dándole un sorbo a mi bebida.

Asintió y se dispuso a comer. Me sentía culpable por no contarle la verdad, pero era lo mejor. No quería otra confrontación.

Luego de cambiar el tema y terminar la conversación, entré a mi habitación y me puse a terminar el cuestionario de Literatura con la esperanza de olvidar a Max de mi mente. Las horas pasaron hasta que anocheció. Estaba preparándome algo para cenar cuando Alexander salió de su habitación y cogió las llaves del mostrador.

—¿A dónde vas? —hice la pregunta de siempre, sabiendo que estaba acostumbrada a que él se fuera por la noche. No daba una respuesta clara cada vez que le preguntaba porque siempre decía lo mismo, pero era fácil adivinar que iría con Karen.

—Regreso antes de la medianoche. —Me dio un beso en la frente y se marchó.

Como decía, siempre daba la misma respuesta.

Luego de cenar, lavé los platos y salí de la cocina. Iba cruzando por la sala cuando escuché el timbre de la casa. Me detuve y me giré hacia la puerta. Al principio pensé que sería Alexander, pero hacía unos minutos que se había ido. La respuesta más cercana que tuve fue Max. El terror se expandió a través de mi sistema. No podía ser él, no quería creer que cumpliría su promesa de verme nuevamente.

Volvieron a tocar la puerta como cualquier persona normal lo haría. Si fuera Max sería un poco más violento y agresivo. Así que reuní la valentía necesaria para abrirla. Un breve viento me golpeó el rostro y asomé la cabeza. Esperaba ver algún vago o niño huyendo, pero las calles estaban desiertas. Con el ceño fruncido, cerré la puerta y le puse el cerrojo. Para evitar entrar en pánico, me duché y me recosté en la cama. Estaba escuchando música con los audífonos, pero no pasó mucho tiempo cuando caí rendida en un profundo sueño:

 

Mi cuerpo se sentía fuera de sí, como si no tuviera poder alguno para controlarlo. Abrí los ojos de golpe al sentir una extraña sensación de desesperación. Estaba en el suelo de una carretera oscura y vacía. Con las piernas temblorosas, me levanté. Mi entorno parecía tranquilo e indefenso, sin embargo, sabía que era producto de mi imaginación. El aire fresco pegó la tela del extraño vestido a mi cuerpo y comencé a caminar sin rumbo fijo sintiendo ligeras piedrecillas debajo de mis pies descalzos.

¿Por qué estaba teniendo este sueño sin sentido?

A unos cuantos metros, localicé una mansión en medio de la pradera. La luna proyectaba contra ella mostrando el silencio a su alrededor. Como soy curiosa, me fui acercando. En el trayecto, una luz en el interior del segundo piso se encendió. Entrecerré los ojos, amplificando la vista y una sombra apareció detrás de una enorme ventana. Inmediatamente reconocí a Max, su mirada estaba enfocada hacia el cielo y lo imité. Nubes negras y relámpagos espléndidos comenzaron a formarse. Lo miré de nuevo, y en ese momento nuestras miradas se reunieron. Había algo en su mirada, como si su presencia se tratara de un usurpador. Era confuso.

Conforme pasaron los segundos, su expresión se volvió dura y aterradora. Mi pulso comenzó acelerarse y giré sobre mis talones, intentado perder la conexión. De repente, un dolor sofocante en el pecho me detuvo. Se sentía como si alguien estuviera oprimiéndome los pulmones con fuerza. Irónicamente, llevé una mano al pecho y traté de disminuir la horrible punzada. Cada vez se me hacía más difícil respirar. Era insoportable.

Comencé a sentirme frágil y débil. Con una queja, me arrodillé en la carretera. Poco después, levanté la mirada. Max estaba frente a mí vistiendo un traje negro. Su mirada fija seguía agonizando la mía y el dolor no se detenía.

—Mantente alejada de mí —susurró, inclinándose para acariciar mi mejilla.

Me desperté, el sudor me bañaba el rostro y el cuello. Me senté en la cama, adaptándome a la oscuridad de la habitación y aspiré bocanadas de aire. Agradecí que hubiera sido un sueño a pesar de que había parecido tan real. Sacudí la cabeza despejando esa pesadilla y miré el reloj digital cuya hora marcaba las tres y media de la mañana mientras me preguntaba en silencio… ¿esto es a lo que Max se refería cuando dijo que me vería más tarde?

 

 




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