Atracción mortal

Capítulo 6

Por la tarde, después leer y darme una ducha, fui a la cocina mientras olía a palomitas con mantequilla. Escuché el plop, plop, plop que provenía dentro del microondas, y encontré Alexander esperando a que se prepararan. Me fijé en el sixpack de cervezas de la mesa y me pregunté si saldría de casa.

—¿Esperas a alguien? —Abrí la puerta del congelador y saqué un manojo de uvas moradas.

—Unos amigos van a venir. —El microondas se detuvo y sacó la bolsa de palomitas para después colocarlas en un enorme tazón.

—¿Verán películas de amor? —Sonreí antes de comer la uva.

—Ja, ja, ja. —Rodó los ojos—. Hay partido de fútbol.

Arrugué la nariz.

—Aburrido.

Se encogió de hombros y tomó un puño de palomitas.

—¿No van a venir tus amigas a dormir como todos los viernes? —preguntó, con la boca llena.

Hice una mueca al ver el maíz siendo triturado por sus dientes.

—No. —Aparté la vista y guardé las uvas que tenía pensado comer. En la puerta de la nevera había una nota amarilla que indicaba los días en que mis padres podrían venir a visitarnos.
El día de hoy estaba escrito—. ¿Mamá o papá han llamado?

Cuando tardó en contestar, me giré hacia él con una pizca de esperanza. Dudó por un momento antes de negar la cabeza.

—Mandaron un mensaje diciendo que no vendrían. —Había algo en su voz que no pude descubrir. Culpa, tal vez.

—Genial. —Solté un suspiro, demostrando la decepción.

Habían pasado semanas, casi meses desde la última vez que los había visto. Con frecuencia se aislaban inventando excusas. Solíamos salir algún lugar, o a veces nos quedábamos en casa y conversábamos diferentes trivialidades. Convivíamos como una familia, pero ahora rara vez se comunicaban. Y cuando lo hacían, era por un tiempo limitado a no más de quince minutos. Sabía que ya éramos universitarios y debíamos hacer las cosas por nuestra cuenta, pero un poco de atención de su parte no estaría mal.

 

………..

Las próximas horas se convirtieron en un fastidio. Estaba en mi habitación intentando tomar una siesta para recuperar las horas perdidas de la pesadilla de anoche. Lograba descansar algunos minutos, pero luego los gritos de los amigos de Alexander me despertaban.

Con la poca paciencia que me quedó, me dirigí a la sala. Los mechones alborotados salían de mi coleta, se podría decir que mi cabello estaba hecho un desastre, pero el enojo no me permitió ver más allá de la vanidad. Localicé varios chicos ocupando los sillones con sus miradas hipnotizadas en la televisión, donde se estaba llevando a cabo el partido de fútbol. Estuve a punto de hacer acto de presencia cuando empezaron a gritar y empujarse entre sí. Me sobresalté y me cubrí los oídos con las manos. Su manera de celebrar un gol era patética.

Caminé hacia a ellos y cuando finalmente se calmaron, se dieron cuenta de que estaba cruzada de brazos a un lado de la televisión. Me sentí un poco vulnerable cuando me miraron, pero mantuve una postura firme. Miré a Alexander, quien estaba dándole un trago a su bebida, y como nadie daba señales de hablar, rompí el silencio.

—Estoy intentando dormir —dije, siendo específica.

Algunos de ellos resoplaron como si estuviera bromeando. Los fulminé con la mirada y se quedaron callados mientras comían palomitas.

—Emily, apenas son las ocho de la noche. —Alexander frunció el ceño y miró de reojo el reloj de su muñeca.

—Además, es viernes. Mejor únete a nosotros y siéntate aquí. —Un chico que me era totalmente desconocido palmeó su rodilla, y puse los ojos en blanco.

—Es mi hermana, idiota —protestó Alexander, golpeándolo en el hombro.

—Cuando todos se vayan, quiero ver la sala limpia. —Señalé las botellas de cervezas vacías y las palomitas que estaban esparcidas en el suelo.

Media hora después, sus amigos se marcharon y a los pocos minutos escuché el sonido de la aspiradora en la sala. Me asomé por la puerta y vi a Alexander recogiendo el desorden. Me miró fastidiado y sonreí victoriosa.

 

……………

Por la noche, mi hermano entró a la habitación. Supe que se había duchado dado que su cabello castaño oscuro seguía húmedo. Vestía unos vaqueros negros y aunque la camiseta roja había perdido su color por tantas lavadas, se veía bien. Era todo un galán.

— ¿Vas a salir hoy? —preguntó, recargando la cadera en el marco de la puerta.

Había hablado por teléfono con Kim y Claire, pero debido que Claire estaba en la granja de su abuela, Kim y yo decidimos anular cualquier salida este fin de semana. No podíamos divertirnos si alguna de las tres no estaba presente. Era un pacto tonto que teníamos.

—No. —Coloqué el separador en el libro que tenía en el regazo y lo dejé a un lado—. Pero por lo que veo, tú sí.

—Iré a casa de Karen. —Sacó el teléfono de los bolsillos, tecleó un par de veces y luego me miró—. Es probable que no llegue a dormir, así que si tienes cambios de planes me mandas un mensaje.

—Bien. —Ya tenía planeado quedarme leyendo.

—Pero si decides quedarte recuerda...

—Cerrar la puerta y llamarte en caso de una emergencia —terminé por él.

Asintió con una sonrisa.

—Ya que está todo aclarado, me voy. —Se despidió y cerró la puerta detrás de él.

Retomé la lectura y justo cuando iba en el décimo capítulo, el teléfono comenzó a sonar. Lo tomé y una sonriente foto de Kim apareció en la pantalla.

— ¿En dónde estás?

—En casa.

—Y, ¿estás bien? —El tono de su voz era con cierta preocupación, y podía asegurar que estaba mordiéndose las uñas.

—Sí, ¿por qué no lo estaría? —Fruncí el ceño cuando no respondió—. ¿Qué pasa, Kim?

Luego de una pausa, se dignó a contestar.

—Hace unos momentos me llamó Jordan.

Sentí el cuerpo rígido y me aclaré la garganta.

— ¿Cómo consiguió tú número?




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