Atracción mortal

Capítulo 8

No pude dormir bien el resto de la noche. Estuve despertando a cada rato hasta que el sol comenzó a salir. Alexander apareció en la casa al mediodía. Me puse nerviosa cuando preguntó si había pasado una buena velada. Aparenté que todo había estado bien con una sonrisa. Afortunadamente no sospechó nada.

Me sentía demasiado desequilibrada mentalmente. Necesitaba desahogarme, hablar con alguien sobre eso y liberar la tensión. Recordé las palabras de Max en donde decía que no se lo contara a nadie, pero no podía guardar esto solo para mí.

Kim llegó a casa por la tarde como habíamos quedado. Estábamos en la sala mientras organizábamos las cosas para la clase. Los libros de Bioquímica estaban esparcidos en la mesa de centro y cada una tenía su cuaderno de apuntes en el regazo. Inicié con explicarle las dudas que tenía en la asignatura, pero cuando Alexander salió a comer con su novia, aproveché su ausencia para contarle lo que había ocurrido anoche, omitiendo completamente la pesadilla del ritual.

—Déjame procesar todo —frunció el ceño, sumida en sus pensamientos—, dices que entraron a tu habitación por la ventana y te escondieron en el armario.

—Porque alguien entró a mi habitación segundos después —aclaré, probando el helado de vainilla que habíamos comprado.

—Eso es extraño. —Se tocó la barbilla con el dedo, pensativamente—. ¿Y si todo fue planeado?

Fue mi turno de fruncir el ceño.

—¿Intentas decirme que estaban de acuerdo con la persona que estaba en mi habitación?

Kim se encogió de hombros y continuó: —A lo mejor tenían la intención de robarte algo, y dado que los conoces, decidieron involucrar a otra persona para que no sospecharas de ellos.

—No lo creo. —Bajé la vista a la copa de helado mientras recordaba que el teléfono y la caja de ahorros no habían sido robados.

—Tal vez pensaron que tenías un baúl de oro o algo así —bromeó con una sonrisa.

Reí por un instante, pero luego pensé con seriedad. Necesitaba una explicación. Una que fuera lógica y razonable. No quería vivir con la incertidumbre de que en cualquier momento Max o Jordan aparecerían en mi habitación por la ventana. Me llevaría un buen susto.

—¿Y si hablo con él? —susurré, considerando la idea.

—¿Hablar con quién? —preguntó mi amiga confundida.

Con un suspiro, me levanté del sofá y dejé la copa de helado en la mesa de centro.

—Con Max, él puede darme una explicación.

Hizo una mueca.

—Emily, te advirtió que no le dijeras a nadie sobre lo que sucedió. ¿Crees que te dará una respuesta?

—Puedo intentarlo. —No perdía nada hablar con él. Podía utilizar métodos para presionarlo, como por ejemplo, podía amenazarlo con la policía.

—No creo que te diga. —Sacudió la cabeza y luego me miró—. Pero si es tu decisión para estar tranquila, hazlo.

 

………………

Era lunes. El fin de semana transcurrió como por arte de magia. No volví a tener pesadillas durante la noche del sábado y domingo. Nada extraño ocurrió en esos días. Solamente tuve que soportar los gritos de los amigos de Alexander de nuevo.

En la cafetería Kim se encargó de decirle a Claire sobre lo que me había pasado. Al parecer, la pequeña historia era algo interesante para contar. Ella, al igual que Kim, se sorprendió y se quedó sin palabras. Cuando recuperó la voz, me aconsejó que me alejara de él y olvidara todo.

Era fácil aparentar indiferencia, pero sabía que no olvidaría esa noche por más semanas que pasaran. Podría superarlo únicamente si obtenía una respuesta. No quería discutir con ellas sobre ello, fue por eso que cambié el tema. Claire se animó a platicar lo agradable que fue visitar a su abuela. Dijo que conoció a un chico granjero y que esperaba volver a verlo la próxima vez. Eso nos llevó a hablar sobre el nuevo estudiante, quien se suponía que hoy iba a ingresar, pero hasta el momento no lo habíamos conocido.

—Mi compañera de laboratorio dijo que se presentó en su clase de Atletismo —comentó Kim.

— ¿Está en clase de Atletismo? —Los ojos de Claire se abrieron con total entusiasmo—. Oh, por Dios, entonces debe tener cuerpo de deportista.

Kim puso los ojos en blanco y se dispuso a terminar su ensalada. Yo, por curiosidad, miré por encima de Claire hasta detenerme en la mesa de Max. Esta vez él ocupaba el asiento contrario al que comúnmente se sentaba, y por lo tanto, lo veía de frente. Jordan estaba sumido en su teléfono y Max se encontraba pensativo mientras sus dedos golpeaban la mesa.

Sentí la intriga de saber en qué estaba pensando. Podía ser algo relacionado con lo que había pasado aquella noche. Quería saberlo, descubrir la verdad del porqué estaban ahí. Esa duda únicamente podía responderse si hablaba con él, pero no encontraba el momento oportuno para hacerlo.

Al cabo de unos instantes, me miró y el nerviosismo comenzó a invadirme las venas. Se levantó de la mesa, aun manteniendo el lazo de nuestras miradas. Pensé que crearía otra confrontación por no apartar la vista de él, pero alejé esa posibilidad cuando salió de la cafetería, no sin antes mirarme sobre su hombro. ¿Acaso era alguna invitación para seguirlo?

Solo había una forma de averiguarlo. Me llené de valor y me excusé con mis amigas para ir al baño. Salí a los pasillos y el ajetreo de la cafetería quedó amortiguado detrás de la puerta. Miré a los costados, encontré a pocos estudiantes conversando en los casilleros y luego vi a Max dirigirse al salón de Audiovisual. Caminé decidida a esa dirección. Esquivé las personas que se interponían y me detuve cuando estuve frente al aula. Era ahora o nunca. Pasé saliva y atravesé el marco que me dejó apartada de los demás. Me sentía como si estuviera entrando a un calabozo sin salida.

—¿Qué quieres?

Me giré hacia a él con el corazón desbocado. Max estaba recargado a un lado de la puerta con los brazos cruzados. Me alivié un poco porque su mirada no mostraba esa dureza de los primeros días de clases.




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