Atracción mortal

Capítulo 11

Era desconcertante ver a Jordan en mi habitación sin la compañía de Max. No es que lo echara de menos. Es solo que estaba acostumbrada a verlos juntos. Por otro lado, no lograba asimilar la respuesta de Jordan. Estaba claro que estuvo presente cuando me puse el pijama, pero fui precavida al hacerlo a oscuras. No soportado la vergüenza si me hubiera visto en ropa interior.

Lo extraño de esto es que no me sentía aterrada. Una pequeña parte de mí me gritaba que saliera corriendo a la habitación de Alexander y pidiera ayuda. Pero por alguna razón no lo hice. Tuve la sensación de sacar algo bueno de esto; podría preguntarle sobre aquel suceso abrumador ya que Max no me había dado las respuestas que necesitaba. Tal vez Jordan sería más cooperador.

—¿Qué haces aquí? —Inicié la conversación mientras me ponía cerca de la puerta. No era necesario preguntar por dónde había entrado. Además, sabía que por más que asegurara la ventana tanto él como Max encontrarían la forma de entrar.

Se sentó en el borde de la cama y dejó caer los codos en sus rodillas.

—Quería visitarte. —Alzó un hombro como si fuera lo más normal del mundo. Lo irónico era que esta no era la manera ni la hora adecuada para visitarme. Eran cerca de las once de la noche y por lo tanto su presencia me inquietaba.

—¿Desde cuándo visitarme es tener que entrar por la ventana y darme un susto de muerte? —cuestioné sarcásticamente.

Pareció no encontrarle ningún problema porque se encogió de hombros con una sonrisa en su rostro.

—Tal vez tu táctica funciona con otras chicas —dije con amargura—, pero lamento decirte que no me gusta que aparezcas en mi habitación.

Su sonrisa se borró y un brillo penetrante cruzó por sus ojos antes de levantarse. Me tensé y una ráfaga de escalofríos apareció en cada célula de mi cuerpo cuando su expresión divertida desvaneció. Percibiendo mi miedo, se dirigió al otro lado de la habitación y se dispuso a mirar los libros que tenía en la cómoda.

Suspiré y me crucé de brazos. Primero Max interrumpía mi intento de socializar con James y ahora Jordan aparecía en mi habitación diciendo que quería visitarme, pero luego se ponía a observar mis libros en silencio como si estuviera interesado en la lectura.

—Jordan, ¿qué haces aquí? —Volví a preguntar, pero esta vez en un tono firme que exigía claramente una respuesta razonable.

—Ya te lo dije —dijo, aún dándome la espalda mientras cogía un libro—, quería visitarte.

—No tiene sentido que estés aquí, así que te pido amablemente que te vayas.

Dejó el libro en su lugar y se giró hacia a mí.

—¿No tienes nada qué preguntarme? —Dejó caer su espalda en la pared y lanzó la pierna encima de la otra. Él sabía perfectamente que tenía demasiadas preguntas y estaba utilizándolo en mi contra para estar aquí—. Te aseguro que no haré comentarios tontos.

Entrecerré los ojos, poniendo en duda su sugerencia. Al final decidí formular mis preguntas.

—¿A qué vinieron aquella noche cuando una persona entró a mi habitación?

Arqueó las cejas sintiéndose ofendido, y dijo: —Creí que habíamos evitado que fueras atacada.

Me estremecí y mi estómago se revolvió angustiado. ¿Atacada? ¿Quién querría atacarme? Hasta donde sabía no tenía enemigos cerca. Aunque no podía quejarme, me habían ocultado por mi seguridad. Todavía podía recordar esa noche. Esa sensación de miedo aún estaba clavada en mi memoria.

—¿Gracias? —Le agradecí con una ligera mueca. Pudieron haberme dicho lo que sucedía y se hubieran evitado acorralarme como si quisieran lastimarme. Me aclaré la garganta y continué—. ¿Saben quién era esa persona?

Con sus dedos se acarició la barbilla que llevaba días sin afeitar.

—Tenemos nuestras sospechas.

—¿De quién? —pregunté con intriga.

Se tomó un tiempo para responder.

—Aún no estamos seguros.

—De todas maneras quiero saberlo.

—No es necesario que te lo diga. —Estuve a punto de hablar y me interrumpió—. ¿Algo más que quieras saber?

No iba a obtener nada si lo presionaba, por lo que dejé de insistir sobre la persona en la que sospechaban.

—¿Cómo sabían que vendría alguien a mi habitación? —Recordé la teoría de Kim. Podían haber estado de acuerdo con esa persona, pero no estaba convencida de ello.

—Max lo supo —susurró de modo que pudiera escucharlo.

—¿Cómo?

Frunció los labios, como si no estuviera seguro de decirlo, y luego desvió la mirada.

—Los sueños.

Parpadeé confundida.

—¿Eh?

Tomó una respiración profunda y me miró.

—Max lo supo a través de sus sueños —aclaró con cautela—. Bueno, no exactamente. Solo percibió ciertos fragmentos en donde tú estabas en peligro.

Mi mente se esforzó en comprender lo que me decía. Max había dicho que los sueños eran portales que parecían ser reales. Entonces, ¿él podía verme en su mente cuando estaba en problemas? ¿Jordan también podía hacerlo?

—¿Qué hay de ti? —Murmuré indecisa— ¿No he aparecido en tus sueños?

Sonrió, de modo que mi corazón dio un pequeño salto. La diversión bailó en sus ojos, y cuando se acercó ya había cerrado la distancia que nos separaba. Pasé saliva y el aire en mis pulmones dejó de llevar oxígeno.

—Las veces que has aparecido en mis sueños, no te veo en peligro. —El sonido de su voz era provocativa—. Al contrario, te veo disfrutar.

Su cercanía comenzó a afectarme. Sentí las piernas débiles y los labios secos. Me obligué a moverme y me hice a un lado, tratando de tranquilizar mi pulso frenético.

—Esas son mis dudas por ahora. Debes irte. —Aún tenía preguntas, pero se me habían borrado de la mente ante la vulnerabilidad que había sentido por su mirada.

—Bien. Hasta luego. —Sin más, salió por la ventana de un brinco y cuando me acerqué lo vi subirse a su auto que estaba estacionado al otro lado de la acera.




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