Atracción mortal

Capítulo 14

El espacio en la camioneta me parecía reducido. Max absorbía la esencia del entorno con tal solo estar sentado en el asiento pasajero. Hacía que el ambiente fuera intimidante y a la vez seductor. No pude pensar durante los segundos que permanecimos en silencio. Estuve callada, porque me di cuenta de que había entrado sin darme la oportunidad de decirle que la puerta estaba asegurada. Además, no podía conducir cuando no sabía a dónde llevarlo. Y preguntarle sería como darle a entender que había accedido fácilmente, lo que no quería demostrar.

—Necesito que me lleves a Aquelix —dijo, mirándome con la atención que solía hacerlo.

La adrenalina se expandió en mis venas cuando aparté las manos del volante.

—¿Y si no quiero llevarte?

Se quedó pensativo. Esperé a que ese brillo escalofriante y aterrador apareciera en su mirada. Sin embargo, no me miró de la forma en que lo hizo cuando lo encontré en sótano o el mismo día que estuvo frente a mí considerando agredirme cuando lo golpeé en el ojo. Era inquietante que ya no tuviera esa dureza en su mirada. Pero aún así, su seriedad intimidaba de una manera diferente.

—Estamos solos —manifestó, mirando por un momento la carretera oscura. Sí, lo estábamos. Escasos autos transitaban por esta zona de Zyville. Se volvió hacia a mí con la ceja arqueada—. ¿Sabes lo que podría hacer para obligarte a que me lleves a ese lugar?

Una breve oleada de frío me recorrió el cuerpo.

—¿Me estás amenazando? —balbuceé nerviosa.

Una parte de mí quería descubrir lo que haría para obligarme, pero decidí distraerme en su mirada oscura que parecía adueñarse de mí por completo.

—Emily, ¿podrías llevarme a Aquelix, por favor?

—Está bien —haber escuchado mi nombre saliendo de sus labios me hizo sentir un hormigueo en el estómago. Comencé a conducir, y luego recordé algo importante—. ¿Aquelix no es un bar peligroso?

Alexander me había comentado que era un lugar exclusivo. Él había intentado entrar con sus amigos, pero le prohibieron la entrada sin dar más explicaciones. Lo sospechoso era que no se sabía qué clase de personas iban ahí. Llegué a la conclusión que era peligroso por el simple hecho de no permitir la entrada a cualquier persona ordinaria.

—Para mí no lo es —dijo, y por el rabillo del ojo, lo vi sonreír.

—Oh, claro. Olvidaba que eres todo un adulto.

—¿Cuántos años crees que tengo?

—¿Treinta? No, espera... —Lo miré por un momento, calculando su edad, pero luego tuve el presentimiento de indagar a lo disparatado—. ¿Eres un vampiro de 180 décadas?

Sacudió la cabeza y rio, el sonido apoderándose de mis sentidos.

—Dios, ¿un vampiro? ¿En serio? —Frunció el ceño y después de una pausa, desvió la mirada a la ventanilla—. Por lo que sé, tengo veinte.

—Bueno, te estás volviendo viejo.

—Lentamente. —Lo escuché susurrar. Lo miré confundida, y carraspeó—. ¿Jordan no se ha contactado contigo?

—No. —Olvidé ese cambio radical de tema, y me pregunté si Max sabía lo que había sucedido entre él y Kim.

—No lo he visto desde la última clase. Necesito hablar con él. —Lo vi y sus ojos tenían el mismo destello de cuando interrumpió mi conversación con James. Se percató que lo miraba y aparté la vista, enfocándome al frente—. Si aparece en tu habitación de nuevo tienes que hacérmelo saber.

—¿Por qué? —Aceleré, esquivando otros autos mientras sentía su mirada fija en mí.

—¿Estás de acuerdo con que él aparezca en tu habitación sin razón alguna?

—Bueno, no. —Doblé algunas avenidas y luego me estacioné frente al bar. Tenía un aspecto misterioso desde el exterior. Las letras parpadeantes anunciaban Aquelix y debajo de ella estaba una doble puerta polarizada.

—Gracias por el aventón. —Abrió la puerta y se volvió hacia a mí antes de salir—. ¿Te veré más tarde?

La lengua se me hizo un nudo y las palabras se atascaron. Eran cerca de las nueve de la noche y no creía que Alexander me permitiera salir con él.

—No creo que pueda, lo siento —dije, viéndolo salir de la camioneta.

—Nos vemos cuando estés dormida. —Sonrió y cerró la puerta.

¿Dormida? ¿Con eso se refería a que aparecería en mis sueños? Observé su alta y formada sombra alejarse una vez que entró, y sacudí la cabeza mientras volvía a conducir. Tal vez estaba tomándome el pelo porque eso era absolutamente absurdo.

 




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