Era domingo por la mañana, uno aburrido como siempre. Así que estaba descansando en la cama, simplemente observando el techo de la habitación como si fuese la séptima maravilla del mundo. Cuando unos toquecitos en el vidrio de la ventana me sacaron de mis pensamientos, me coloco de pie para asegurarme de trata, pero solo era Bryce pidiendo que le abriera. Y lo hago enseguida, abro la ventana para él volviendo a la cama, quizás me acompañase a viajar rumbo a otra dimensión
— ¿Qué está pasando contigo? Has estado muy extraña los últimos días ¿Dónde anda mi diabla rubia? La extraño mucho.
¿Tan bien me conoce para saber que no estoy bien? ¡¿Pero quién lo estaría?! Me han obligado a ser novia de un mísero cobarde, aun así, niego cubriendo mi rostro con una almohada. La cama se hunde a mi lado, y ruego en mi interior. No me pidas que te cuente Brayden por favor
— Sabes que me tienes a mí y a los chicos para lo que sea ¿No? — me quita la almohada
¿Por qué pude enamorarme de aquel imbécil tan fácil cuando existen personas como Bryce? Quiero enamorarme y enterar este dolor que me evita a hacerlo. La vista se me nubla, evitando que vea lo llorona que soy me incorporo, apoyándome en el respaldar de la cama, abrazando mis rodillas
— Adalyn… — susurra por lo bajo, lo ignoro, no quiero hablar.
Me quejo cuando me obliga a sentarme en sus regazos como si tratase de una niña pequeña que está siendo mimada por alguno de sus padres. Cierro los ojos al borde de las lágrimas, Amelia nunca ha tenido tiempo para mí como para sentarnos a conversar de la forma que lo imagino. Escondo mi rostro en su cuello provocando que acaricie mi espalda, una manera de decir que saque todo de mí y lo hago, lloro en sus brazos el jamás haber tenido un momento íntimo con mi madre
— ¿Quieres decirme que te pasa linda? Me asustas — entre sollozos le cuento, no sé si me entiende, pero nudos en mi garganta se sueltan, aun cuando no le digo a lo que me está obligando, al terminar él no dice nada, solo toma mi rostro húmedo y me besa con lentitud.
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Termino de aplicar rubor en mis mejillas, con esto acabando de arreglarme al fin, doy una fugaz mirada a mi atuendo en el espejo, no es que me importe si no me peino. Tomando mi teléfono y acercándome a la ventana por donde tengo que salir para escapar. Ya que hemos quedado con los chicos y Bryce está esperándome en la esquina para irnos juntos. Salgo corriendo, rodeando la casa hacia la salida. Creo que no soy vista por nadie, así que camino con tranquilidad por la acera luego de atravesar el portón, la única entrada y salida de la prisión Cox.
Sonrío de oreja a oreja cuando noto al chico apoyado en la motocicleta. Bryce se ve muy bien la noche de hoy, sus jeans, sus botas militares y la camiseta negra desabrochada sobre la blanca, sin olvidar claro sus famosos gorritos de lana. Mi corazón se acelera un poco notando la demasiada atención que le estoy prestando y más cuando levanta la mirada, esos ojos indecisos con su color me observa como si fuese la gran cosa. Quiero paralizar el tiempo, que nunca deje de verme como solo él lo hace, con tanto cariño.
Se endereza abriendo sus brazos, sonrió de costado antes de correr y lanzarme abrazarlo con todas las ganas, sus manos enrollan cintura como una muñequita, no quiero que esto cambie jamás, tengo miedo de que sea pasajero, pero me arriesgaré. Ahora ya estoy perdida y hundirme un poco más no sería nada.
— ¿Nos vamos? — apoyo mi frente en la suya asintiendo.
Nunca olvides tu promesa Brayden, no lo hagas, no me lastimes cuando te he abierto mi verdadero yo, cuando he quitado las espinas de la rosa para no correr peligro y hacerte daño.
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Se detiene junto a los demás autos, bajo entregándole el casco, aspirando la tranquilidad del sitio, sintiendo que este es quizás el lugar donde pertenezco y me gusta ser yo. Mi verdadero hogar.
— Ve, ya te alcanzo — asiento, inicio a caminar hacia el grupo de personas alrededor de la fogata
— ¿Adalyn? — dice alguien en el círculo, perfecto para hacer una entrada dramática
— ¡Esa soy yo! — una chica que conozco perfectamente es quien se voltea a verme, admito que me sorprendo mucho y en sus ojos negros lo veo también ¡El mundo es un pañuelo!
— ¿Ava Kylie? ¿Qué estás haciendo? — me acerco queriendo dar saltitos sin creerlo
— Eso te pregunto yo a ti — nos abrazamos cuando no somos mucho de afecto entre nosotras, Ava es la puta ama, si está con los Evans, tiene más sentido ella aquí que yo.