Mierda, mierda, mierda, mil veces mierda. Esto no puede ser cierto, no puede estar pasando enserio, cualquier cosa menos esto, por favor. Me enderezo sonriendo inocentemente, todo poderoso ayúdame, ten compasión por esta criatura… no he hecho nada malo
— Hola mamá… — muevo mi mano saludándole, rezando como nunca lo hice, ni siquiera soy religiosa y no he ido ningún domingo a la iglesia. Estoy muerta. Soy Adalyn muerta.
— ¡¿Qué es lo que has hecho con tu cabello?! — se acerca en grandes pasos, quitándome el bolso del hombro y luego aventarlo lejos — ¡¿En que estas metida Adalyn?! — pasa una mano por su cabello ondulado desordenando ese perfecto rubio, mi cabeza tratando de buscar alguna excusa barata que se crea, pero estoy en blanco y su expresión es la viva imagen de desagrado, desaprobación me pone más nerviosa, aterrada ¡QUE DIGO!
— ¡Te arrepentirás por cada una de tus maldades para llamar la atención! — jadeo sorprendida cuando rompe de un tirón la remera blanca del uniforme, el cuerpo me duele por la agresividad y parece no preocuparse por dañarme con sus garras que lleva como uñas, es más el dolor de que mi propia madre no trate de comprenderme que el físico, no quiero su atención porqué me rendí hace tiempo por conseguirla.
— ¡Auch! — sollozo con gruesas lagrimas cayendo por las mejillas, era tan doloroso como arrancar pétalos a una rosa
— ¡Quítate esa falda!
— Detente mamá — suplico con la fuerza que no tengo, ella me obliga a quitármela y quedo en medio jardín solo en un conjunto de ropa interior blanco, las lágrimas caen a mares ¿Por qué me hace esto? ¿Acaso no me quiere? Lloro desconsolada y suplico a gritos cuando mi propia madre comienza a bañarme con una manguera de presión, golpeando mi piel… lastimando mi alma.
— Eso es para ver si aprendes Adalyn — dice apagando el agua, mi mano temblorosa toma mi cabello rubio que destila el tinte negro tratando de cubrirme — Ahora ve a tu habitación — murmura con la frente en alto, su aire de superficialidad por conseguir lo que quiere es lo único que veo antes de que entré a casa y simplemente dejándome como un perro mojado en el jardín, de su estúpida mansión.
Me abrazo a mí misma, soy lo único que tengo después de todo, estoy sola… caigo lentamente al suelo, devastada, desolada. ¿Estoy sola de verdad?
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Escucho la lluvia caer fuera, trayendo un recuerdo amargado de la tarde, me abrazo a mí misma enrollándome más en mi cama, envuelta en sabanas, los ojos cerrados tan fuertes como si eso me ayudara a olvidarme de la vida que me ha tocado o mejor, de la mejor madre.
Unos golpecitos en la ventana hacen que levante mi cabeza confirmando que no haya sido parte de mi imaginación, otros toquecitos hacen que me coloque de pie aun con las sábanas a mi alrededor, mi mano aun esta temblado, no podre fingir en frete de él y no quiero que siempre me esté consolando cada que viene. Me apoyo a un lado de la ventana, limpiando las lágrimas que ruedan rebeldes…
— Adalyn sé que estás ahí ¿Qué es lo que pasa? — me aferro a mis sabanas, todo a mi alrededor resulta dañado con las espinas que llevo por ser tan cobarde, no quiero seguir haciéndolo, pero Brayden Parker siempre será la atracción al peligro, no me importaría ser yo la que se espine, la que se rompa su corazón con una mala espina.
Abro la ventana finalmente, nuestras miradas se encuentran ese azul-celeste-verdes-grises de los suyos que se me son tan familiares. Soy quien aparto la mirada dando pasos hacia atrás.
— ¿Qué pasa? — vuelve hacer la pregunta entrando a la habitación, “nadie me quiere realmente” digo para mí misma, sé que él no lo escucha porqué su expresión de desconcierto sigue ahí, parece tan preocupado y ojalá ser tan valiente como para haberme enamorado de otro beso, nunca haberme fijado en Fher quien es el culpable de que todo fuese así. Ojalá pudiera leer mi mente para no tener que decir todo lo que me pasa, porqué por alguna razón sé que él me comprendería.
Las palabras de aquella noche en la cabaña por parte Brayden vienen a mi mente en un recuerdo sangriento, cada vez que me ha dicho lo que estoy necesitando, cariño, más lagrimas caen por mis mejillas, solo rogando que no esté jugando conmigo como todos hacen para lastimarme.
— Bryce bésame… — parece tan desconcertado, no quiero que todo sea una mentira y estoy preparándome mentalmente para hundirme en mi propia miseria. Casi suspiro cuando se acerca cortando el espacio, toma mi rostro tan delicadamente antes de unir nuestros labios, cierro los ojos disfrutando que sus palabras no sean mentiras, que me quiere como ha intento hacerme aceptar, me besa con tanto… amor.
Enrollo mis brazos en su cuello, mientras limpia mis mejillas, disfruto la sensación que me trasmite, deja besos cortos separándose y no quiero que lo haga.
— Ninguna de mis palabras es mentira, mi amor es del bueno, ahora quiero que me digas todo mi diabla rubia — no quiero hablar lo único que quiero es sentirme amada, así que tomo su barbilla para unir nuestros labios en un beso de pequeños roces delicados — Adalyn necesito parar… — beso la comisura derecha de sus labios — ...los chicos nos necesitan — beso ahora la izquierda - …Ava Kylie te...te necesitara — me separo para poder verle, acaricia una vez más mis mejillas — tenemos que ir a la cabaña, ponte más linda — levanto las manos deteniendo el juego, solo porque al parecer mi mejor amiga me necesita, eso me ayudara a deshacerme de los pensamientos bipolares que abundan en mí. Y ella claro que es más importante que toda mi mierda, le debo mucho a Ava Kylie.