Atracción Peligrosa

Capítulo 25

Brayden

Suelto un largo suspiro, estaba preparado para dar inicio al plan de Matt. Un estúpido plan. Solo debía fingir ser un trabajador para pintar, ya nos habíamos encargado del chico que le correspondía venir, le habíamos pagado mejor de lo que ganaría remodelando una habitación. No parecía difícil. Aunque me daba un poco de pereza tratar con ricos pijos. Me acerco a los hombres de seguridad en el portón gigantesco de la entrada, olvidaba que eran “famosos” también y que tenían suficiente dinero como para costearse guardas.

—Buenos días, soy del departamento de pintura…

Me había aprendido más que bien toda esta labia de diseños interiores, quizás había tenido ayuda de cierto polvo blanco que me dedicaba a vender y por ello lo recordaba tan bien, estudiar sin mi querido amigo era imposible. Por suerte los hombres me dejaron entrar, pronto estuve en la puerta y una sirvienta me abrió sin necesidad de tocar, tomé los tarros de las muestras de pintura que había traído.

—Hola, toma asiento, tengo que ir un momento al baño— la mujer esbelta desapareció.

Dejándome solo en la sala, deje las cosas a un lado aprovechando para estudiar el lugar, todo parecía tan fino, que seguro lo ensuciaba solo con mi mirada, no había fotos de la chica o de la familia lo cual me sorprendió, en las casas siempre suelen presumir estas cosas de ser felices, además en las revistas ellos parecen tan jodidamente felices ¿Por qué no lo presumían también aquí? Me acerque a la ventana apartando un poco las cortinas, mi objetivo era la chica y según menciono Matt está era la hora en que debía estar llegando, era tan buena chica como para venir directo de clases sin desviarse.

Un susuki ignis rojo se detuvo frente a la mansión, era ella ¿Por qué lucía tan bien siempre? La había estado observando, buscando la manera para entrar a su vida e investigarla y no había pasado por alto sus largas piernas, su piel pálida y lo sonrojada que se podía con el solo toque del sol, su cabello era tan largo como para tocar el inicio de sus glúteos, la forma en la que se movía, tenía bien claro que era el punto de atención. Era tan jodidamente hermosa, era claro que nos fijaremos en ella sin que deba esforzarse, admito que estaba eufórico con poder acercarme un poco. Quería oler su perfume caro.

—Disculpa ¿Solo estos colores has traído?— sacudo la cabeza volviendo hacía el hombre, el verdadero problema, lo más peligroso, ser un empleado Collins, no podía simplemente meterme con su hija.

—Sí gusta puedo ir por todas las muestras.

—No, solo trae la paleta de colores, llévate las pinturas, mi esposa no querrá ningún color de estos— asiento tomando los tarros, buscando la entrada.

No había planeado conocerla así, solo sería amable mientras pintaba la habitación de sus padres, que soltara lo que había en el interior para terminar con la duda de Matt, solo que el destino parecía tener otras ideas más creativas en mente. Apenas logro abrirme la puerta, los tarros se me resbalan cuando choco con ella, la rubia cae al suelo y evito reírme al ver como se llena de pintura, el vestido se le sube un poco dejando ver sus piernas y quizás sus bragas evito ver un poco más allá, me concentro en su expresión de enfado

—¡IMBÉCIL! ¡¿ACASO ESTAS CIEGO?!— evito sonreír

¿Cómo es posible que una boquita tan linda puede decir esas cosas? Y yo pensando que sería tan difícil acercarme a ella por ser una niña rica, si tiene un vocabulario de calle. Una gota de pintura se pierde entre su escote, lo que me hace ignorar sus quejas. Admito que es tan adorable verla enfada, un completo diablo si no hubiera pasado tanto tiempo siguiéndola para llegar a esto, no creía que una chica de su clase fuese capaz de insultar.

+++

Acomodo el gorrito en mi cabeza, tratando que no se vea mi cabello; camino con tranquilidad entre las tiendas del mercado ¿Qué podría gustarle a una chica como la diabla rubia? No creo que quisiera más ropa, zapatos tampoco, aunque siempre parecía llevar unos botines negros de tacón alto; estaba siendo muy complicado pensar en algo con que disculparme y parecer el chico bueno, me detengo viendo a una pareja de enamorados, el chico colocándole un collar… ¡Un collar! Me acerco, viendo lo que ofrecen, todo sencillo, tengo lo suficiente para ir a la joyería más cara del condado, pero algo me dice que ella no piensa en el precio. Estoy mucho más tiempo del que me gustaría viendo algo para Adalyn ¿Por qué incluso me gustaba decir su nombre? Imagino que se verá bien en su cuello.

—Si busca algo para su novia, está muy de moda la inicial de su nombre.

Ojalá poder llamar a una rubia despampanante mi novia, poder acariciar su piel que parecía tan suave o probar sus labios, quitar ese labial perfecto que llevaba siempre, deshacer las ondas de su cabello y quizás un poco más ¡Me estaba volviendo loco! Y si las teorías de Matt eran reales, Diego terminaría conmigo. No podría fijarme en ella a menos…

—¿Cuál es tu nombre? Seguro tengo tu inicial para ella— niego, no le daría mi inicial, ni siquiera me llamaba Brayden.

Termino comprándole una sencilla “A” que espero resalte en su cuello lleno de lunares. Guardo la compra en el bolsillo, continuando con mi caminata. En las películas las flores son buena muestra de pedir disculpas, así que termino comprando una rosa, inseguro que le gusten porque no me gustan; de lo contrario le compraría la florería completa, aunque la respuesta estaba clara, tenía un tatuaje de una rosa en sus dedos, sorprendentemente me había aprendido donde tenía ciertos tatuajes escondidos.



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En el texto hay: rosas, amor, motocicletas

Editado: 28.07.2024

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