Días después de la graduación, la tarde cae suavemente sobre Barquisimeto, iluminando la ciudad con una cálida luz dorada. Mauro sentía una mezcla de emociones al planificar la sorpresa para Ainara, con la ayuda de su amiga, en el parque del Este. Su corazón latía con fuerza, y no sabía si era por los nervios o por la emoción.
Daira le da un golpecito en el hombro, sonriendo con complicidad.
—No te preocupes, Mauro. Va a salir perfecto, ya viene, voy a buscarla.
Mauro miraba las flores que había colocado en la mesa y pensaba en cómo reaccionaría Ainara. Desde que se conocieron, había algo en ella que lo hacía sentir completo. Su risa, su manera de ver el mundo, la forma en que sus ojos brillaban cuando hablaba de sus sueños. Todo en ella le atraía de una manera que nunca había experimentado antes.
Pero también estaba el miedo, ese temor constante que lo acosaba. ¿Qué dirían las personas al saber que eran hermanastros? ¿Cómo los juzgarían? Mauro sabía que las miradas y los comentarios no serían amables. La sociedad no entendería, y quizás sus padres menos.
Sus pensamientos iban y venían entre la felicidad que sentía al estar con Ainara y el temor de ser rechazado por sus propias familias y amigos. Pero a pesar de todo, la determinación en su corazón era más fuerte. No podía negarse a lo que sentía, no cuando cada instante con ella era tan precioso. Estaba decidido a luchar por su amor, sin importar las consecuencias.
«Quizá el mundo no entienda, pero tú y yo sabemos lo que sentimos» pensaba Mauro mientras ajustaba una flor en el centro de la mesa.
«Y eso es lo único que importa. Juntos podemos enfrentarlo todo.»
Con estos pensamientos, Mauro se armó de valor. Sabía que su amor por Ainara era verdadero y que, pese a todos los obstáculos, estaba dispuesto a arriesgarlo todo por ella.
Ainara llegó al parque, guiada por Daira, que le indicaría el camino donde la esperaba Mauro, encontrándose con un sendero iluminado por pequeñas luces y pétalos de rosas esparcidos por el suelo.
Al final del sendero, Mauro la esperaba con una sonrisa nerviosa y un ramo de flores en la mano.
—Mauro, ¿qué es todo esto? —preguntó Ainara, sorprendida y con el corazón acelerado—. Es… hermoso.
—Ainara, quería hacer algo especial para ti, desde que nos graduamos, no he dejado de pensar en ti. —Mauro tomó una profunda respiración.
Los ojos verdes de Ainara se encontraron con los de Mauro. El corazón de él latía con fuerza, mientras sostenía la mirada de Ainara, buscando algún indicio de lo que ella pudiera estar sintiendo.
—Desde que te conocí, has sido una parte esencial de mi vida. Eres mi mejor amiga, mi confidente, y la persona que más quiero.
—Mauro… —susurró Ainara, sin encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que estaba sintiendo en ese momento.
Mauro se acercó lentamente a Ainara, con una mirada nerviosa, pero determinada en sus ojos porque cada día que pasaba, se daba cuenta de lo especial que era Ainara para él.
—Pero también eres mi hermanastra, y sé que esto puede ser complicado. Sin embargo, no puedo ignorar lo que siento por ti. —Mauro se acercó más a Ainara, mirándola a los ojos.
La brisa nocturna acaricia sus rostros mientras Mauro se arrodilla, sosteniendo el ramo de flores y un anillo. Ainara siente un nudo en el estómago, una mezcla de alegría y sorpresa que la deja sin aliento.
—Princesa Ainara quiero que seas más que todo eso que mencione, quizás sea demasiado pronto, pero… ¿Te gustaría ser mi novia?
Ainara sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. No podía creer lo que estaba escuchando. Su corazón estaba lleno de alegría y amor, pero también de incertidumbre.
Mauro tomó las manos de Ainara con suavidad, esperando a que ella dijera algo, cualquier cosa.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Ainara. Sin decir una palabra, corto la poca distancia que la separaba de Mauro y lo besó apasionadamente. Fue un beso lleno de amor y complicidad, un beso que sellaba su nuevo comienzo como pareja.
Daira, que había estado observando desde una distancia prudente, sonrió satisfecha. El plan había funcionado a la perfección, así que giro sobre sus talones y se dirigió a la salida del parque.
Mauro se quedó sin aliento por un momento, sintiendo una explosión de emociones en su interior.
Finalmente, se separaron, y Mauro miró a Ainara, sonrió, aliviado y feliz.
—Creo que eso fue un sí… —dijo Mauro entre risas, mientras abrazaba a Ainara con fuerza.
Ainara asintió, y Mauro la abrazó con fuerza. Las luces del parque parecían brillar aún más intensamente, como si celebraran su amor.
—Sí, Mauro. Quiero ser tu novia —dijo Ainara firme,
con una sonrisa radiante en su rostro.
Mauro tomó el rostro de Ainara entre sus manos y acercó sus labios lentamente a los de ella, para fundirse de nuevo en un beso.
El beso fue suave al principio, explorando con cuidado los labios de la persona que lo había enamorado. Pero poco a poco se volvió más intenso, lleno de pasión y deseo.
Ainara se aferró a la camisa de Mauro, sintiendo cómo el calor de su cuerpo se transmitía a través de ese contacto íntimo. Cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de sus labios juntos, el susurro de sus alientos entrelazados.
Cuando finalmente se separaron, sus corazones latían al unísono, como si el beso hubiera sellado un pacto invisible entre ellos. Se miraron a los ojos y supieron que ese era solo el comienzo de algo hermoso y genuino. Un amor que prometía crecer y fortalecerse con cada beso compartido.
Y es que para Mauro, Ainara es más que su primera novia; ella es su primer amor verdadero. Nunca antes había sentido algo tan intenso y profundo por nadie.
Todo en ella le atrae: sus ojos que brillan con entusiasmo cuando habla de sus sueños, su risa que resuena como una melodía alegre, y su manera de hacer que él se sienta especial y valorado. Sin duda una atracción irresistible.