Mauro miró a Ainara con una sonrisa, sintiendo una oleada de determinación.
—Ainara, aún no buscaré a mi padre. Primero quiero darte una sorpresa que he estado planeando para nosotros. No voy a dejar que nada ni nadie lo arruine —dijo, su voz llena de cariño y decisión—. Él se tardó en muchos años, así que se aguante, será cuando yo diga.
Ainara, sorprendida y emocionada, lo miró con ojos brillantes.
—¿Es la sorpresa que mencionaste que me darías cuando ambos tuviéramos 18 años? —preguntó, su voz llena de anticipación.
Mauro asintió, su sonrisa se amplió.
—Sí, es esa sorpresa. Y aunque estaba borracho aquel día, recuerdo algo de lo que me dijiste. Sé que no fue una alucinación.
Ainara lo miró, intrigada y con el corazón latiendo más rápido.
—¿Qué recuerdas?
—Te lo diré ese día.
Ainara hizo un puchero.
—Mau, no seas tan malo, dime que recuerdas, moriré de ansiedad si no lo dices y vas a quedarte viudo sin haberte casado.
Ambos rieron a carcajadas. Mauro la tomó de las manos, mirándola con ternura.
—Recuerdo que me dijiste que querías casarte conmigo. Fue en ese momento cuando sentí que todo estaba bien, porque no importa lo que pase, siempre estaremos juntos. Por eso, esta sorpresa es para nosotros, para comenzar esta nueva etapa de nuestras vidas.
Ainara sintió una oleada de emoción y amor por Mauro. Sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad mientras lo abrazaba con fuerza.
—No puedo esperar a ver cuál es esa sorpresa. Estoy segura de que será increíble, Mauro. Gracias por ser mi todo.
Mauro la abrazó con igual intensidad, sintiendo que, sin importar los desafíos que enfrentaran, el amor que compartían sería su fuerza más grande.
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Semanas después, el esperado día de la sorpresa finalmente llegó. Mauro había planeado todo meticulosamente con la ayuda de su amiga Daira. La noche estaba perfectamente preparada para ser inolvidable. Ainara, sin sospechar nada, se preparaba para lo que creía sería una cena normal.
Ainara en esta noche lucia un elegante vestido azul marino, sencillo pero sofisticado, que resaltaba su figura y hacía resplandecer sus ojos verdes. Llevaba el cabello suelto, cayendo en suaves ondas sobre sus hombros. Se veía radiante y llena de emoción, aunque sin saber exactamente lo que le esperaba.
Mauro, por su parte, estaba impecablemente vestido con un traje gris oscuro a medida. Llevaba una corbata del mismo tono y un pañuelo de seda en el bolsillo, que combinaba perfectamente con su atuendo. Su cabello estaba peinado hacia atrás, y sus ojos brillaban con una mezcla de amor y nerviosismo.
La sorpresa se llevó a cabo en un jardín privado decorado con luces cálidas y flores blancas, creando un ambiente mágico e íntimo. La luna llena brillaba en el cielo, añadiendo un toque de romanticismo a la escena.
Ainara caminaba por el jardín, maravillada por la belleza del lugar, cuando, de repente, vio a Mauro esperándola junto a una mesa adornada con velas. Su corazón comenzó a latir más rápido al notar la seriedad y el amor en sus ojos.
Mauro tomó la mano de Ainara y la llevó al centro del jardín, donde Daira había colocado pétalos de rosa formando un camino. Ainara lo siguió, sintiendo que algo especial estaba a punto de suceder.
Mauro se detuvo y se arrodilló frente a ella, sacando una pequeña caja de su bolsillo. Ainara llevó una mano a su boca, sus ojos llenos de sorpresa y emoción, sin poder creer lo que veían sus ojos.
—Ainara, desde el momento en que te conocí, fuiste la niña más hermosa que jamás había visto mis ojos, supe que eres la persona con la que quería pasar el resto de mi vida. Eres mi refugio en medio de la tormenta, mi sol en los días nublados. Prometo amarte incluso cuando te quedes dormida viendo películas, y prometo siempre reír contigo, incluso en los momentos más oscuros. Eres mi todo, mi compañera, y no puedo esperar para compartir cada aventura contigo. ¿Te casarías conmigo mi princesa?
Mauro abrió la caja, revelando un anillo de compromiso deslumbrante. El anillo tenía un delicado diseño de oro blanco con un diamante en el centro, rodeado por pequeños diamantes que brillaban bajo la luz de la luna.
Ainara sintió cómo las lágrimas de felicidad se acumulaban en sus ojos. Su corazón latía con fuerza y su emoción era palpable.
—Sí, Mauro, sí, quiero casarme contigo —respondió Ainara, su voz llena de amor y alegría.
Mauro se levantó y deslizó el anillo en el dedo de Ainara, sellando su promesa de amor eterno con un beso apasionado. La emoción y el amor en ese momento eran tan intensos que parecía que el mundo se había detenido solo para ellos.
Sus padres junto a Daira, que habían estado observando desde la distancia, salieron de su escondite y aplaudieron emocionados.
—¡Felicidades! —exclamó Daira, corriendo a abrazar a sus amigos.
Ainara y Mauro se abrazaron, sintiendo que este era solo el comienzo de su maravillosa aventura juntos. La noche estaba llena de alegría, amor y la promesa de un futuro brillante y lleno de felicidad.
—¿Cenamos? —pregunto Mauro.
Ainara asintió y la mesa fue servida, disfrutando de una exquisita velada junto a sus padres y amigos. Donde en cada foto el amor era el protagonista.
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Con la emoción del compromiso aún fresco, Ainara y Mauro comenzaron rápidamente a planear los preparativos para su boda. La casa se llenó de catálogos de vestidos, muestras de pasteles y muchas otras cosas más.
Ainara y Mauro estaban decididos a hacer de su boda un evento inolvidable, y no querían perder ni un minuto.
Dos semanas después, durante la cena, María y Francisco observaron con curiosidad el entusiasmo de los jóvenes.
—Así que, chicos, ¿ya tienen una fecha para la boda? —preguntó María, levantando una ceja.
Mauro y Ainara intercambiaron una mirada cómplice antes de que Mauro respondiera.