Una semana después, Francisco llevó a Mauro a una de las zonas más exclusivas de Barquisimeto, conocido por sus elegantes edificios y vistas panorámicas de la ciudad. Ambos estaban en el automóvil de Francisco, con Mauro lanzando miradas curiosas por la ventana, tratando de imaginar qué sorpresa le aguardaba.
Cuando llegaron a un moderno edificio con una fachada de vidrio reluciente, Francisco aparcó el auto y se giró hacia Mauro con una sonrisa enigmática.
—Tengo algo muy especial que mostrarte —dijo Francisco, guiándolo hacia el interior del edificio.
Subieron en un ascensor elegante, con paredes de espejo y una suave música ambiental. Mauro no podía evitar sentirse nervioso y emocionado, preguntándose qué había planeado Francisco. Al llegar al último piso, las puertas del ascensor se abrieron directamente a un amplio y lujoso apartamento.
Francisco hizo un gesto para que Mauro entrara primero.
—Este es el lugar, Mauro —dijo con una sonrisa—. Quiero que sepas que este apartamento es un regalo para ti y Ainara. Quiero que tengan un hogar propio donde puedan empezar su vida juntos.
Mauro se quedó sin palabras mientras recorría el apartamento. Los grandes ventanales ofrecían una vista impresionante de la ciudad, y la luz del sol inundaba cada rincón, haciendo brillar los suelos de mármol y los muebles modernos.
—Francisco… no sé qué decir —murmuró Mauro, sintiendo una oleada de gratitud y emoción—. Esto es… increíble. Gracias, de verdad.
El apartamento estaba en la Zona Este de Barquisimeto, específicamente en el Parque Residencial Las Trinitarias. La vista desde los ventanales era simplemente impresionante, mostrando la ciudad en toda su majestuosidad.
Francisco puso una mano en el hombro de Mauro, sonriendo con satisfacción.
—Sabes cuánto los quiero a ambos. Quiero que tengan el mejor comienzo posible en su vida juntos. Y este lugar, es solo una forma de demostrarles cuánto significan para mí.
Mauro sintió una mezcla de alegría y responsabilidad. Sabía cuánto significaba este gesto y lo agradecido que estaba por tener a Francisco como un suegro tan generoso y solidario.
—Prometo que haremos de este lugar un verdadero hogar, Francisco. Gracias por confiar en nosotros y darnos este increíble regalo.
Francisco asintió, sintiéndose feliz por haber podido brindarles algo tan significativo.
—Estoy seguro de que lo harán, Mauro. Estoy muy orgulloso de ustedes. Este es solo el comienzo de una vida llena de amor y felicidad.
Mauro recorrió el apartamento con una sonrisa en el rostro, imaginando todos los momentos felices que compartiría con Ainara en ese lugar. Su corazón se llenó de emoción y gratitud, sabiendo que con el apoyo de Francisco y la familia, tendrían todo lo que necesitaban para construir un futuro brillante juntos.
Francisco hizo una pausa, observando la expresión de asombro en el rostro de Mauro.
—Mauro, como lo has notado el apartamento viene con lo básico: la cocina, la cama y algunos muebles esenciales. Sé que hay muchas cosas que podrían faltar —dijo, con una sonrisa comprensiva—. Así que…
Mauro, entendiendo lo que Francisco quería decir, lo interrumpió con una sonrisa agradecida.
—Francisco, con el apartamento, ya nos estás ayudando muchísimo. No te preocupes por lo que falta, Ainara y yo nos encargaremos de comprar lo que haga falta. Prometo que trabajaré duro para que a ella no le falte nada.
Francisco asintió, con una mezcla de orgullo y respeto en su rostro.
—Sé que lo harás, Mauro. Estoy muy orgulloso de la persona que eres y sé que cuidarás de Ainara como ella merece.
Mauro sintió una oleada de determinación y gratitud. Sabía que este apartamento era el comienzo de su vida juntos, un símbolo de amor y apoyo incondicional.
—Gracias, Francisco. Prometo que haremos de este lugar un verdadero hogar.
Francisco le dio una palmada en el hombro, sonriendo.
—Sé que lo harán. Ahora, ¿qué te parece si vamos a casa y le damos esta maravillosa noticia a Ainara?
Ambos salieron del apartamento, con el corazón lleno de emoción y esperanza para el futuro que estaban a punto de construir.
—Sí, estará muy feliz.
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Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, María llevó a Ainara a un concesionario de autos de lujo, un lugar donde los brillantes y elegantes vehículos relucían bajo las luces.
Ainara no pudo evitar sentirse emocionada mientras caminaban entre los autos, admirando cada modelo con ojos de asombro. Los acabados impecables y los detalles exquisitos en cada vehículo hacían que su corazón latiera más rápido.
—Wow, María, estos autos son impresionantes —dijo Ainara, maravillada por la belleza y sofisticación de los vehículos.
María sonrió, disfrutando de la emoción de Ainara.
—Sí, lo son. Quería traerte aquí para que me ayudes a elegir uno, quiero cambiar el que tengo. Necesito tu opinión sobre algunos detalles, como el color y el modelo.
Ainara, sin sospechar nada, asintió entusiasmada.
—¡Por supuesto! Será un placer ayudarte a elegir.
Pasaron un rato recorriendo el concesionario, discutiendo las diferentes opciones. María preguntaba a Ainara sobre sus preferencias en cuanto a colores, interiores y características adicionales. Ainara se inclinó por un elegante auto deportivo en un tono azul metalizado, con asientos de cuero y un sistema de sonido premium.
—Este es definitivamente mi favorito —dijo Ainara, acariciando suavemente la carrocería del auto—. Es simplemente perfecto.
María sonrió con complicidad.
—Estoy de acuerdo. Vamos a hacer los arreglos necesarios para comprarlo antes que se lo lleven.
Mientras finalizaban los detalles con el vendedor, Ainara no pudo evitar sentirse un poco confundida. Aunque estaba disfrutando de la experiencia, no entendía por qué María necesitaba su ayuda con algo tan personal.
Finalmente, después de firmar los papeles, el vendedor entregó las llaves a María. Ella las tomó y se volvió hacia Ainara con una sonrisa traviesa.