Mauro llegó a casa una tarde con una sonrisa en el rostro y una pequeña caja envuelta en papel. Ainara, que estaba sentada en el sofá leyendo un libro, levantó la vista al verlo y sintió una mezcla de curiosidad y emoción.
—Mauro, ¿qué traes ahí? —preguntó, dejando el libro a un lado.
Mauro se acercó y se sentó junto a ella, colocando la caja en sus manos.
—Tengo un regalo para ti —dijo con una sonrisa.
Ainara lo miró con sorpresa, levantando una ceja.
—¿Qué celebramos? No es nuestro aniversario de novios, aunque solo falta una semana para dejar de serlo, y no hay más fechas.
Mauro sacudió la cabeza, su sonrisa se amplió.
—No necesitamos un día especial para celebrar. Los regalos no tienen fecha, se dan por amor. Esto es solo una pequeña muestra de lo que me haces sentir cada día.
Intrigada, Ainara abrió la caja con cuidado. Dentro, encontró una delicada pulsera de oro rosa, adornada con pequeños dijes que representaban momentos especiales de su relación: un pequeño corazón, una estrella y una pluma. Cada dije era un símbolo de su amor y las aventuras que habían compartido.
Pero eso no era todo. Debajo de la pulsera, había un libro de su autoría favorita, el cual tenía por título “Desde el corazón” y es uno que Ainara había estado buscando para completar su colección. Al verlo, ella sintió cómo las lágrimas de felicidad se acumulaban en sus ojos.
—Mauro, es preciosa. No sabes cuánto significa para mí. Y el libro… es el que me faltaba. No puedo creerlo.
Mauro tomó su mano y le ayudó a ponerse la pulsera, acariciando suavemente su muñeca.
—Eres mi todo, Ainara. Cada día contigo es especial y quiero que siempre lo recuerdes. Esta pulsera y este libro son solo un recordatorio de nuestro amor y todo lo que hemos compartido y lo que aún nos queda por vivir.
Ainara se inclinó y besó a Mauro con ternura, sintiendo una conexión profunda y sincera.
—Gracias, Mauro. Prometo llevar la pulsera siempre y recordar cada momento que hemos vivido juntos. Y el libro… ¡Me encanta! Te amo.
—Y yo a ti, Ainara —respondió Mauro, abrazándola con fuerza.
Mientras se abrazaban, Ainara sintió una calidez en su corazón, sabiendo que su amor por Mauro era inquebrantable y que, juntos, podrían enfrentar cualquier cosa que la vida les deparara. Este regalo, aunque sencillo, simbolizaba la profundidad y la belleza de su relación, y Ainara supo que siempre estaría agradecida por tener a Mauro a su lado, sobre todo cuando su comienzo fue por una atracción irresistible que no se podía evitar.
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El tiempo voló en un suspiro, y con cada segundo lleno de amor y preparativos, finalmente llegó el día de la boda de Mauro y Ainara, un momento tan esperado y mágico. Sus sueños se convertirían en realidad, y el amor que compartían se sellaría en un refugio eterno, donde siempre encontrarían paz y seguridad, sin importar los desafíos que la vida les presentara.
La boda de Mauro y Ainara se celebró en la elegante terraza del Club Ítalo Venezolano. El lugar estaba decorado con flores blancas y luces cálidas que colgaban delicadamente entre los árboles, creando un ambiente mágico e íntimo. La brisa suave acariciaba las hojas mientras el sol poniente teñía el cielo de tonos rosados y anaranjados, proporcionando el telón de fondo perfecto para el evento.
Ainara lucía un impresionante vestido de encaje blanco que abrazaba su figura con elegancia. El vestido tenía un escote en forma de corazón y mangas largas de encaje, con una falda que se extendía en un delicado tren. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, y llevaba un sencillo velo que realzaba su belleza natural. Su sonrisa iluminaba aún más su rostro, reflejando la felicidad que sentía en ese momento especial.
Mauro, por su parte, estaba impecablemente vestido con un traje negro a medida. Llevaba una corbata verde jade y un pañuelo del mismo color en el bolsillo, que complementaba perfectamente el vestido de Ainara. Su cabello estaba peinado hacia atrás, y sus ojos brillaban con emoción y amor.
La ceremonia comenzó, y los novios se tomaron de las manos, sintiendo la intensidad del momento. El oficiante les dirigió unas palabras antes de que ambos comenzaran sus votos.
Mauro miró a Ainara con ternura, una sonrisa juguetona en sus labios.
—Ainara, desde el primer momento en que te vi, supe que eras diferente, porque eras la niña más hermosa del planeta. Aunque, para ser sincero, al principio no nos llevábamos precisamente bien. Recuerdo aquellas pequeñas discusiones y esos momentos en que simplemente no podíamos estar de acuerdo en nada. Pero, incluso entonces, había algo en ti que me atrapaba.
Los invitados rieron suavemente al recordar esos primeros días de roce entre ellos.
—Con el tiempo, descubrí que esos roces no eran más que chispas que encendían nuestro amor. Eres mi refugio en los días grises, mi rayo de sol en las mañanas nubladas. Prometo amarte incluso cuando insistas en que necesitas otro par de libros, aunque ya tengas más de los que puedes contar. Prometo reír contigo, incluso en los momentos más oscuros, y compartir mis papas fritas, aunque tú siempre tengas las tuyas.
Ainara sonrió, sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad.
—Eres mi todo, mi compañera en esta aventura llamada vida. Prometo estar a tu lado, incluso cuando no encontremos los calcetines en la lavadora, y no burlarme demasiado cuando insistas en que eres la reina de los desayunos, aunque tus panquecas siempre terminen siendo una catástrofe.
Los invitados rieron nuevamente, sintiendo el amor y la complicidad entre los novios.
—Acepto amarte en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, y prometo que siempre seré tu apoyo, tu confidente y tu mejor amigo. Ainara, eres la razón por la que sonrío cada día, y no puedo esperar para compartir el resto de mi vida contigo. Hoy, y siempre, te elijo a ti, mi princesa de cabellos rojos.