Ainara tomó la mano de Mauro, mirándolo a los ojos y con una sonrisa, comenzó sus votos.
—Mauro Lewusz, desde el primer momento en que te vi, no pude soportarte. Eras el único niño que me sacaba de mis casillas, pero también el único que siempre estaba en mi mente y el chico de ojos marrones que se colaba en mis sueños, incluso cuando no quería admitirlo.
—Nunca olvidaré cómo siempre encontrabas la manera de hacerme enfadar, pero también cómo siempre estabas allí para apoyarme cuando más lo necesitaba. Felicidad y frustración, todo en uno. Qué paquete, ¿verdad?
Mauro sonrió, apretando suavemente la mano de Ainara, sabiendo que esas pequeñas fricciones habían forjado su amor.
—Estoy feliz de compartir mi pasión por la lectura contigo, incluso si eso significa que a veces tengo que arrancarte el control remoto de las manos para que leas uno de mis libros favoritos. Eres engreído, sí, pero también eres el compañero perfecto para todas mis aventuras literarias. Mauro, tú eres la respuesta a todas mis preguntas.
Ainara respiró hondo, sintiendo cómo las lágrimas de felicidad se acumulaban en sus ojos.
—Prometo amarte incluso cuando me hagas cuestionar mis gustos literarios, y prometo siempre debatir contigo sobre cuál es la mejor saga de libros, aunque sepamos que la mía es mejor. Eres mi refugio en los días difíciles, mi sol en las mañanas nubladas, y mi compañero en esta locura llamada vida.
Los invitados rieron y aplaudieron, ante los toques de humor y sarcasmo en sus votos, sintiendo el amor y la complicidad entre los novios.
—Prometo no burlarme demasiado cuando insistas en que eres el mejor chef, aunque sepamos que tus desayunos al igual que los míos son una catástrofe.
Francisco y María se miraron con orgullo, sabiendo que su amor había ayudado a formar la base sólida de esta nueva unión.
—Acepto amarte en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, y prometo que siempre seré tu apoyo, tu confidente y tu mejor amiga. Mauro, eres la razón por la que sonrío cada día, y no puedo esperar para compartir el resto de mi vida contigo. Hoy, y siempre, te elijo a ti.
Sus votos reflejaban no solo el amor profundo que sentían el uno por el otro, sino también la capacidad de reír juntos y encontrar la belleza en los momentos más simples de la vida.
Finalmente, el oficiante pronunció las palabras mágicas.
—Ahora los declaro marido y mujer. Mauro, puedes besar a la novia.
Mauro se inclinó y besó a Ainara con ternura, sellando su promesa de amor eterno. Los aplausos y las risas llenaron el jardín, mientras los recién casados se abrazaban, sintiendo que este era solo el comienzo de su maravillosa aventura juntos.
La ceremonia dio paso a una celebración íntima y elegante en uno de los salones del club, adornado con luces cálidas y flores que creaban un ambiente acogedor y sofisticado. Los invitados se dispersaron por la sala, disfrutando de la comida y la compañía, mientras los recién casados compartían su primer baile como marido y mujer.
Mauro y Ainara se movían al ritmo de una suave melodía, susurrándose palabras dulces y risas discretas. Ambos irradiaban felicidad, sus rostros iluminados por sonrisas genuinas.
—No puedo creer que ya estemos casados —dijo Mauro, mirándola con ternura—. Este es el comienzo de todo lo que siempre hemos soñado.
Ainara sonrió, sintiendo una oleada de amor y emoción.
—Eres mi todo, Mau.
Después del baile, los invitados se unieron a la pista, disfrutando de la música y la alegría del momento. Francisco y María, orgullosos y emocionados, observaron a su hija y su hijo, agradecidos por verlos tan felices.
La abuela Rosa y la tía Leticia conversaban animadamente con los amigos de los novios, Alan, Elvis, Daira, Camila, Mirtha y Bianca. Todos celebraban el amor y la unión que se sentía en el aire.
La cena fue un banquete exquisito, con platos que reflejaban la rica cultura gastronómica de la región. Los brindis siguieron, cada uno cargado de anécdotas y buenos deseos para los recién casados.
—Por Ainara y Mauro, que su amor siga creciendo cada día más —dijo Alan, levantando su copa.
Elvis añadió, con una sonrisa pícara.
—Y que nunca olviden compartir sus papas fritas.
Las risas llenaron la sala mientras Mauro y Ainara se abrazaban, agradecidos por tener a su familia y amigos más cercanos en ese momento tan especial.
A medida que la noche avanzaba, la fiesta continuó con más música, baile y risas. Ainara y Mauro se tomaron un momento para observar a todos los que estaban allí con ellos, sintiéndose profundamente afortunados y amados.
—Este es solo el comienzo, mi amor —dijo Ainara, estrechando la mano de Mauro.
—Sí, y vamos a hacer de cada día una nueva aventura juntos —respondió Mauro, besándola suavemente.
La fiesta continuó hasta altas horas de la noche, cada momento cargado de amor y felicidad. Los recién casados sabían que, sin importar los desafíos que enfrentaran, siempre tendrían el apoyo incondicional de sus seres queridos y el amor que los unía, haciendo de cada día una hermosa celebración de su vida juntos.
—Se ven tan felices —dijo María, sonriendo a Francisco.
—Lo son, y se lo merecen. Estoy orgulloso de cómo han crecido y del amor que comparten —respondió Francisco, estrechando a María en un abrazo.
Daira se acercó a Ainara y Mauro con una sonrisa llena de felicidad.
—¡Felicidades, chicos! Esta es una noche increíble —dijo Daira, abrazando a ambos.
—Gracias, Daira. No podría haber sido tan perfecto sin tu ayuda —respondió Ainara, agradecida.
—Para eso están las amigas —Daira sonrió.
La música cambió a algo más animado, y los invitados se unieron en un baile enérgico, riendo y disfrutando del momento. Mauro y Ainara se dejaban llevar por la música, sintiendo la libertad y la felicidad de estar rodeados de sus seres queridos.
—¿Estás disfrutando de la noche? —preguntó Mauro, sus ojos brillando con amor.