Una noche, mientras caminaban descalzos por la playa, disfrutando de la paz y la belleza de la naturaleza, y las olas rompían suavemente en la orilla, Ainara se detuvo y miró a Mauro con una sonrisa.
—Te amo, mi Mau.
—Mi amor por ti, mi princesa, es tan inmenso como el océano que se extiende hasta donde alcanza la vista.
Mauro tomó la mano de Ainara y la atrajo hacia sí con fuerza, sus miradas se encontraron y en un instante el deseo se encendió en sus ojos. Sin decir una palabra, se fundieron en un profundo beso, mientras las manos de Mauro exploraban el cuerpo de Ainara con pasión.
Ainara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando Mauro acarició su espalda desnuda con suaves caricias, sus labios se movían con hambre sobre los suyos y sus manos expertas la acariciaban con deseo. La sensación de la arena tibia bajo sus pies desnudos y el sonido de las olas rompiendo en la orilla solo aumentaban la intensidad del momento.
Entre jadeos y gemidos, Mauro y Ainara sucumbieron al fuego que ardía entre ellos, entregándose por completo a la pasión desenfrenada que los consumía. La brisa marina los envolvía en su abrazo mientras se perdían el uno en el otro, en una danza en la que el deseo y el amor se entrelazaban de forma indisoluble.
Y así, en medio de la playa y bañados por la luz plateada de la luna, Mauro y Ainara alcanzaron juntos el éxtasis, uniéndose en un momento de pura e intensa conexión que sellaba su amor con fuego y pasión eternos.
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En el último día de su luna de miel en Los Roques, Mauro y Ainara disfrutaban de su última caminata por la playa. El sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa, creando un ambiente perfecto para compartir sus pensamientos más profundos.
Ainara tomó la mano de Mauro mientras caminaban descalzos por la arena, sintiendo la necesidad de expresar una inquietud que había estado guardando.
—Mauro, hay algo que he estado pensando y necesito compartir contigo —dijo, mirando al horizonte.
Mauro la observó con curiosidad y preocupación.
—¿Qué pasa, amor?
Ainara respiró profundamente antes de continuar.
—Quiero que nuestros padres no se enteren de nuestro matrimonio —dijo, refiriéndose claramente a Estela y Rodrigo—. Siento una opresión, como si algo malo estuviera por suceder. No quiero arruinar este momento tan bello que tenemos, pero es algo que siento, aunque no sé qué es.
Mauro la miró sorprendido, pero luego asintió lentamente, comprendiendo su inquietud.
—Entiendo lo que dices. Yo también he tenido esa sensación. No quiero que nada ni nadie interfiera en nuestra felicidad.
Ainara se sintió aliviada por su comprensión y continuó.
—Quiero que nuestro apartamento sea nuestro refugio, nuestro lugar seguro, por eso tampoco quiero que nadie más sepa. Ni siquiera nuestros padres. Incluso… nuestra acta de matrimonio no debe salir de ese apartamento, ni siquiera bajo amenaza de muerte —añadió con una sonrisa traviesa, tratando de aliviar la tensión con un poco de humor.
Mauro rio suavemente, agradecido por su actitud.
—De acuerdo, el acta de matrimonio se quedará ahí, bajo llave. Y será nuestro pequeño secreto y refugio, donde siempre podremos encontrar paz y seguridad.
Ainara abrazó a Mauro con fuerza, sintiéndose más tranquila y segura con su apoyo incondicional.
—Gracias, Mauro. Sabía que entenderías. Juntos, podemos enfrentar cualquier cosa que venga. Solo es hasta saber que planea mi madre o tu padre. No me importa que el mundo arda si alguien se interpone en nuestro amor. Seremos imparables.
Mauro la besó suavemente en la frente, sintiendo una profunda conexión con ella.
—Siempre estaré aquí para ti, Ainara. Pase lo que pase, nunca permitiré que nada nos separe. Destruiré cualquier obstáculo que intente separarnos. Nadie podrá contra nosotros y que arda el mundo si se atreven a intentarlo.
Mientras el sol se ponía y la brisa marina acariciaba sus rostros, Ainara y Mauro se sintieron más unidos que nunca, listos para enfrentar cualquier desafío. Sabían que su amor y compromiso mutuo eran su mayor fortaleza, y que su apartamento sería su refugio, un lugar donde siempre encontrarían paz y seguridad.
Las olas susurraban su melodía, Ainara y Mauro sabían que estaban exactamente donde debían estar, compartiendo su felicidad y construyendo un futuro lleno de esperanza y promesas cumplidas.
Con esa promesa en sus corazones, se sintieron listos para regresar a casa y comenzar esta nueva etapa de su vida juntos y así la luna de miel se convirtió en un recuerdo atesorado, un testimonio del comienzo de su vida juntos y del amor que seguiría creciendo con cada día que pasara.
A la vez que Mauro y Ainara se sumergían en la felicidad de su luna de miel, disfrutando de cada momento juntos y construyendo su futuro, en otro rincón del país, Estela se encontraba sumida en sus propios planes. Rodeada de documentos y con una expresión calculadora en su rostro, maquinaba meticulosamente cada paso de su estrategia, decidida a recuperar el control y el poder que alguna vez tuvo.
La serenidad de los recién casados contrastaba con la frialdad y determinación que emanaba de Estela mientras trazaba sus malvados planes, lista para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino
¿Podría lograr su objetivo? O, tal vez, subestimaba la fuerza del amor y la unión que Ainara y Mauro compartían. Mientras la oscuridad de sus planes se cernía, una pregunta flotaba en el aire: ¿hasta dónde estaba dispuesta a llegar Estela para recuperar lo que creía perdido?
De vuelta en el refugio de los recién casados, la conexión entre Ainara y Mauro se fortalecía con cada momento compartido. Aún ajenos a las maquinaciones de Estela, disfrutaban de la serenidad que les brindaba su hogar. Pero la pregunta permanecía: ¿podría el amor verdadero prevalecer ante la adversidad que se avecinaba?