Mauro se encontraba sentado en una elegante cafetería dentro del Hotel Tiffany, uno de los lugares más lujosos de Barquisimeto. Las paredes adornadas con obras de arte y la suave música de fondo creaban un ambiente sofisticado, pero Mauro apenas notaba esos detalles. Su mente estaba centrada en la inminente reunión con su padre, Rodrigo.
Rodrigo llegó puntualmente, vestido impecablemente con un traje a medida. Su sonrisa afable no lograba ocultar el aire de autoridad que lo rodeaba. Mauro levantó la vista y su expresión reflejaba una mezcla de resentimiento y desdén.
—Mauro, gracias por aceptar reunirte conmigo —dijo Rodrigo, tomando asiento frente a él—. ¿Quieres un café?
—Digamos que la curiosidad mató al gato —respondió Mauro con ironía, dejando claro desde el principio que esta reunión no era exactamente su idea de una tarde agradable—. Y no vengo a tomar café con usted señor Lewusz.
Rodrigo esbozó una sonrisa, intentando mantener la compostura.
—Entiendo que tengas tus reservas. Quiero que sepas que estoy aquí para enmendar los errores del pasado. Me gustaría ser parte de tu vida, si me lo permites.
Mauro soltó una risa sarcástica, sacudiendo la cabeza.
—¿De verdad? ¿Ahora quieres ser parte de mi vida? ¿Después de todos estos años? Es curioso cómo decidiste aparecer justo cuando ya soy mayor y no necesitas preocuparte por un niño que cuidar.
Rodrigo se inclinó hacia adelante, intentando mostrarse sincero.
—Sé que he cometido errores, Mauro. Pero estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganarme tu confianza. Para empezar, quiero invitarte a un evento muy importante. Habrá muchas personas influyentes y quiero presentarte como mi hijo. Es una oportunidad para que veas que realmente quiero ser parte de tu vida.
Rodrigo sacó una elegante invitación y se la entregó a Mauro. Este la tomó, mirándola con una mezcla de curiosidad y desdén.
—Así que tu gran plan es llevarme a una fiesta llena de gente importante para demostrar que quieres ser mi padre. Qué encantador. Me pregunto qué pensarán de tu repentina vocación paternal —dijo Mauro, con sarcasmo.
Rodrigo mantuvo su sonrisa, aunque sus ojos reflejaban una sombra de molestia.
—Mauro, sé que esto no va a ser fácil. Pero estoy dispuesto a intentarlo. Espero verte en el evento.
Mauro guardó la invitación en su bolsillo, mirándolo fijamente.
—Iré, Rodrigo. Pero no te hagas ilusiones. Una fiesta no va a borrar los años de ausencia y abandono. Veremos cómo se desarrollan las cosas.
Rodrigo asintió, levantándose de la mesa.
—Gracias, Mauro. Nos vemos en el evento.
Mauro observó a su padre alejarse, sintiendo que esta reunión no había cambiado mucho sus sentimientos. El resentimiento seguía ahí, pero también una pequeña chispa de curiosidad. Quizás, solo quizás, este evento sería una oportunidad para entender mejor las verdaderas intenciones de Rodrigo. Pero, por ahora, lo único que tenía claro era que no se dejaría manipular fácilmente.
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Después de una noche de intimidad y complicidad, Mauro y Ainara yacían en la cama, disfrutando de la tranquilidad y la cercanía del momento. La luz suave de la luna se filtraba por la ventana, creando un ambiente sereno y acogedor. Ainara descansaba su cabeza en el pecho de Mauro, mientras él acariciaba suavemente su cabello.
—¿Cómo te fue con tu padre? —preguntó Ainara, con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—Digamos que bien, me contuve de darle una paliza —respondió Mauro con una sonrisa irónica.
Ainara soltó una risa amarga.
—Te entiendo, mi madre y tu padre aparecen cuando uno menos lo piensa y con un cuento más barato que el chino del supermercado.
Mauro se levantó lentamente, buscando algo en el bolsillo de su pantalón. Sacó una tarjeta elegante y la miró por un momento antes de volverse hacia Ainara.
—Mira esto, amor —dijo, sosteniendo la tarjeta frente a ella.
Ainara se incorporó, tomando la tarjeta entre sus manos. Al verla, sus ojos se abrieron de par en par.
—Es idéntica a la que me dio mi madre —dijo Ainara, su voz reflejaba una mezcla de sorpresa y preocupación.
Mauro asintió, sentándose al borde de la cama.
—Lo sospeché. Me la dio mi padre y me dijo que es para un evento importante, donde estarán muchas personas influyentes. Quiere presentarme como su hijo, para que vea que realmente quiere ser parte de mi vida, lo más estúpido que he escuchado en mi vida.
Ainara frunció el ceño, sus pensamientos revoloteaban con inquietud.
—Es una coincidencia demasiado grande. ¿Qué están planeando realmente? —murmuró, más para sí misma que para Mauro.
Mauro tomó la mano de Ainara, apretándola con fuerza.
—No lo sé, pero algo no me huele bien. Tenemos que estar atentos y tratar de entender qué están tramando. No confío en sus intenciones.
Ainara asintió, sintiendo una oleada de determinación.
—Tienes razón. No podemos dejarnos engañar. Tenemos que descubrir qué es lo que realmente quieren.
Mauro la miró a los ojos, con una mezcla de cariño y firmeza.
—No importa lo que pase, Ainara. Estamos en esto juntos. No permitiremos que nos separen ni que arruinen lo que tenemos.
Ainara esbozó una pequeña sonrisa, aunque su mente seguía llena de preguntas y dudas.
—Sí, juntos podemos enfrentar cualquier cosa. No dejaremos que nos destruyan.
Ambos se abrazaron, sintiendo la calidez y la seguridad de su amor. Sabían que el evento podría ser un punto de inflexión en sus vidas, y estaban decididos a enfrentarlo unidos, dispuestos a descubrir las verdaderas intenciones de sus padres y a proteger su relación a toda costa.
—El evento es una semana antes de que comiencen las clases —dijo Ainara.
—Sí, es como si todo estuviera bien planeado.
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Los días pasaron y el esperado día del evento se acercaba rápidamente. Francisco llegó a su casa una tarde con una expresión seria y preocupada. María, que estaba en la cocina, notó de inmediato que algo no andaba bien.