La tensión en el aire era palpable, pero Estela y Rodrigo mantuvieron las apariencias, sonriendo y asintiendo a los recién llegados.
Estela y Rodrigo intercambiaron miradas satisfechas, creyendo que tenían el control de la situación.
Por su parte, Ainara y Mauro también intercambiaron una mirada cargada de significado, sabiendo que la noche apenas comenzaba y que tendrían que mantenerse alertas para entender los verdaderos planes de sus padres.
El señor Falcón, con una sonrisa de satisfacción, se dirigió a Estela y Rodrigo.
—Espero que estén disfrutando de la velada. Me encantaría presentarles a algunos de nuestros invitados más destacados.
Rodrigo asintió, su mirada aún se posaba en Ainara de manera incómoda.
—Por supuesto, Eugenio, Estela, Ainara, acompáñennos —dijo, extendiendo un brazo hacia el grupo.
Ainara sintió un nudo en el estómago, pero se obligó a mantener la calma. Mauro, a su lado, apretó su mano en señal de apoyo. Ella lo miró, buscando algún indicio de que esto era una pesadilla.
Mientras se alejaban ligeramente de Rodrigo y Estela, Ainara susurró a Mauro.
—Gracias por estar aquí. No sabía cuánto más podía soportar esa mirada de tu señor padre.
—No permitiré que te haga sentir incómoda —respondió Mauro, apretando suavemente su mano.
Ainara asintió, sintiendo alivio. Caminaban por el salón, rodeados de elegantes invitados y conversaciones animadas, Ainara y Mauro sabían que debían estar preparados para cualquier cosa.
Las verdaderas intenciones de sus padres aún eran un misterio, pero ambos estaban decididos a descubrir la verdad y proteger su amor a toda costa.
Luego de un intercambio de saludos y palabras con otros influyentes, Rodrigo se llevó a Mauro junto al ministro en otra dirección del salón, mientras que Estela siguió el camino con Eugenio.
Estela se detuvo, y con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, se dirigió al hombre.
—Señor Falcón, disculpe mis modales, pero quiero presentarle a mi hija, Ainara —dijo Estela con una voz encantadora.
El patriarca de la familia Falcón, levantó la vista y le devolvió la sonrisa. A su lado, llegó Santiago Falcón, su hijo, quien la observaba con una expresión evaluadora y una sonrisa que no lograba ocultar una chispa de malicia.
Ainara sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Antes de que pudiera procesar la situación, Santiago se acercó y la saludó cortésmente, aunque su mirada la hizo estremecer.
—Encantado de conocerte, Ainara —dijo Santiago, sus ojos reflejaban una mezcla de interés y algo oscuro.
Santiago se acercó un poco más y susurró a Ainara con voz suave pero firme.
—No digas nada hermosa Ainara, no, nos conocemos —dijo, aunque sus palabras contenían una amenaza velada.
Ainara sintió como el aire le faltaba, recordó las veces que Santiago la molesto en el Colegio y no podía creer que provenía de una familia influyente.
Estela, observando la interacción, dijo con una sonrisa calculadora:
—Se ven hermosos como pareja, ¿no le parece señor Falcón? —dijo, mirando a todos con expectación.
Ainara la miró espantada, sin poder creer lo que oía. La insinuación de su madre la dejó helada.
Santiago, sin perder su sonrisa maliciosa, añadió:
—Estaré encantado si Ainara se convierte en mi esposa. Sería un honor unir nuestras familias.
Ainara sintió una mezcla de repulsión y desesperación. La situación se volvía cada vez más insostenible. Pero antes de que pudiera responder, Estela intervino, ignorando la incomodidad de su hija.
—Señor Falcón, creo que hemos encontrado la combinación perfecta, ¿verdad? —dijo, con una sonrisa triunfante.
Ainara sintió una oleada de furia mezclada con desesperación. La insinuación de su madre la dejó helada, pero no podía quedarse callada.
—¿Cómo puedes decir tal disparate? —reclamó Ainara, con la voz temblando de indignación—. ¡No pienso casarme, y mucho menos con él!
Estela la miró con severidad, sus ojos verdes brillaban con una mezcla de enfado y determinación.
—Ya estás en la edad, Ainara. Es hora de que pienses en el futuro y en lo que es mejor para nuestra familia. Este matrimonio es una oportunidad que no podemos dejar pasar —dijo Estela, con tono autoritario.
Ainara apretó los puños, intentando contener las lágrimas de rabia.
—¡No me importa! No me casaré con alguien que no amo, y menos con alguien que… —comenzó a decir Ainara, pero Santiago la interrumpió con una sonrisa maliciosa.
—No seas tan terca, Ainara. Te aseguro que aprenderás a amarme con el tiempo —dijo Santiago, su voz goteaba con una confianza que la enfermaba.
Ainara sintió cómo la ira y la desesperación se apoderaban de ella. Miró a su madre con un rayo de desafío en los ojos.
—No puedes obligarme, madre. No seré parte de tus manipulaciones. Mi vida no es un juego para ti.
Estela apretó los labios, tratando de mantener la calma.
—No es una cuestión de obligar. Es una cuestión de lo que es mejor para todos nosotros, para nuestra familia y nuestro futuro. Aprende a pensar en algo más que en ti misma, Ainara.
Ainara negó con la cabeza, dando un paso atrás.
—No haré esto. No me sacrificaré por tus ambiciones. Mi vida y mis decisiones son mías, no tuyas.
La tensión entre madre e hija era palpable, y aunque Santiago observaba con una sonrisa desdeñosa, Ainara no iba a ceder. Estaba decidida a luchar por su libertad y por el amor verdadero que compartía con Mauro, sin importar las maquinaciones de su madre y Santiago.
Ainara sintió una oleada de alivio y gratitud mientras su madre seguía presionándola con el inesperado tema del matrimonio con Santiago.
Aunque la situación era incómoda y estresante, había un pensamiento reconfortante que le daba una sensación de seguridad: ya estaba casada con Mauro. Eso significaba que cualquier trámite o plan que su madre intentara implementar, tendría un obstáculo importante.