Mauro y Ainara llegaron a su apartamento exhausto después de ese evento que los dejó con un mal sabor de boca. Se miraron fijamente a los ojos, buscando consuelo en el otro. Sin decir una palabra, se dirigieron al baño y se encerraron juntos.
Los dos estaban agitados, con el corazón latiendo a mil por hora. Ainara se acercó lentamente a Mauro, sintiendo el calor de su cuerpo cercano. Sus manos temblaban ligeramente al tocar su rostro, acariciando cada centímetro de piel como si quisiera grabar su contorno en su mente para siempre.
Mauro la tomó entre sus brazos con fuerza, sintiendo la necesidad de protegerla y a la vez de sentir su cuerpo pegado al suyo. Sus labios se encontraron en un beso apasionado y lleno de deseo, dejando atrás todos los problemas y preocupaciones que habían experimentado esa noche.
Se desnudaron lentamente, explorando con ansias cada centímetro de piel expuesta. Ainara sintió la suavidad de la piel de Mauro bajo sus dedos, acariciándolo con ternura y pasión. Mauro la miraba con deseo, deseando poseerla por completo, hacerla suya, que sus almas se volvieran una sola.
El agua caliente de la ducha corría sobre sus cuerpos, mezclándose con sus gemidos y susurros de placer. Se entregaron el uno al otro con una intensidad indescriptible, perdiéndose en un éxtasis de amor y pasión desenfrenada.
En ese baño, Mauro y Ainara encontraron el consuelo que tanto necesitaban. Se fundieron en un abrazo apasionado, prometiéndose mutuamente qué juntos superarían cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. Y en medio de aquel mar de sensaciones y emociones, se amaron con una pasión desbordante que los consumió por completo, hasta llegar juntos al éxtasis más profundo y placentero.
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Al día siguiente, Ainara se despertó con el suave aroma de un desayuno delicioso. Al abrir los ojos, encontró a Mauro de pie junto a la cama con una bandeja llena de manjares criollos. El sol matutino se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación con un brillo cálido y acogedor.
—Buenos días, mi amor —dijo Mauro con una sonrisa, colocando la bandeja sobre la cama.
Ainara se incorporó, sus ojos se llenaron de sorpresa y felicidad al ver el desayuno. En la bandeja había arepas recién hechas, caraotas negras, tajadas de plátano maduro, queso blanco rallado y un batido de frutas tropicales.
—Vaya, Mau, ¿qué te hizo convertirte en un chef de cinco estrellas? —dijo Ainara, riendo con un toque de sarcasmo.
Mauro se inclinó y le dio un beso en la frente.
—Solo quería comenzar el día de una manera especial, para recordarte cuánto te amo. Además, sé que los desayunos criollos son tus favoritos —respondió Mauro con una sonrisa tierna.
Ainara tomó una arepa y la mordió, disfrutando del sabor mientras miraba a Mauro con ojos melosos.
—Eres demasiado bueno conmigo. No sé qué hice para merecerte —dijo Ainara, su voz suave y cariñosa.
Mauro se sentó a su lado, tomando un sorbo de su batido.
—Simplemente ser tú misma. Eso es lo que me hace sentir así —respondió Mauro, acariciando suavemente su mejilla.
Ainara se rio, sintiendo una mezcla de sarcasmo y ternura.
—Vaya, ahora soy una musa inspiradora. ¿Qué más tienes planeado para hoy? ¿Vamos a volar en globo o algo así? —dijo con una sonrisa traviesa.
Mauro la miró con una chispa de diversión en los ojos.
—Tal vez. ¿Quién sabe? El día apenas comienza. Pero lo que sí sé es que, pase lo que pase, quiero pasarlo contigo.
Ainara se inclinó y besó a Mauro en los labios, sintiendo una oleada de amor y gratitud.
—No podría pedir nada mejor —dijo Ainara, apoyándose en su hombro y disfrutando del momento.
Mientras disfrutaban del desayuno juntos, sabían que, sin importar los desafíos que enfrentaran, su amor y su conexión eran más fuertes que cualquier obstáculo.
—¡Te amo mi Mau!
—¡Te amo mi princesa!
Después de disfrutar de su delicioso desayuno criollo, Ainara y Mauro estaban relajados y contentos, disfrutando de la tranquilidad de su hogar. Sin embargo, esa paz fue interrumpida por el timbre en la puerta. Mauro se levantó para abrir y encontró a Francisco y María en la entrada, con expresiones de preocupación.
—¿Francisco, Mamá? ¿Qué hacen aquí? —preguntó Mauro, mientras los dejaba entrar.
Ellos intercambiaron miradas de inquietud antes de responder.
—Intentamos localizarlos ayer, pero no pudimos contactarlos. Estábamos muy preocupados —dijo Francisco, su voz reflejaba angustia.
Ainara frunció el ceño, notando la seriedad en el rostro de María.
—Lo siento, dejamos nuestros celulares en casa. Fue un día complicado —respondió Mauro, tratando de calmar la preocupación de sus padres.
Francisco asintió, pero su expresión seguía siendo grave.
—Necesito hablar con ustedes. Hace unos meses mandé a investigar a Estela, y finalmente tengo la información. No puedo creer lo que he descubierto —dijo, entregándoles un sobre.
Ainara y Mauro tomaron los documentos con manos temblorosas. Al abrirlos y leer el contenido, sus ojos se agrandaron de asombro y consternación.
—Sí… nosotros ya lo sabemos. En el evento de anoche descubrimos que somos hermanastros por partida doble —dijo Ainara, su voz temblaba mientras sostenía los documentos.
María se acercó, notando lo afectada que estaba Ainara.
—Mi niña, sé que esto es mucho para asimilar. Pero estamos aquí para ustedes, para ayudarlos a superar esto —dijo María, con voz suave y consoladora.
—¿Saben como nos dirá la gente cuando se enteren de nuestra relación? Ya los escucho diciendo que nuestro amor es prohibido.
Francisco se levantó y se acercó a su hija, poniendo una mano en su hombro.
—Sé que esto es difícil, hija. Pero quiero que sepas que no están solos. Vamos a enfrentar esto juntos, como familia —dijo Francisco, con una voz llena de determinación y apoyo—. No prestes atención a las habladurías de la gente, muchos hablan sin saber.