Atracción prohibida. Un amor que rompe las reglas.

Planes de Estela.

Después de la cena, Estela y Rodrigo se encontraron a solas en su habitación. Ella, visiblemente molesta, no pudo contener más su frustración.

—Rodrigo, ¿qué demonios te pasa? ¿Te gusta Ainara? ¡Me has faltado el respeto! —le reclamó, su voz llena de indignación—. ¿No te das cuenta de que eres un viejo delante de ella, que es una muchachita?

Rodrigo, sin prestarle mucha atención, se recostó en el sofá y comenzó a revisar su teléfono, ignorando deliberadamente la furia de Estela.

—Rodrigo, ¡mírame cuando te hablo! —gritó Estela, su rostro se enrojecía de ira.

Rodrigo levantó la vista, con una expresión de aburrimiento.

—¿Qué quieres que te diga, Estela? —respondió con indiferencia.

Estela apretó los puños, tratando de controlar su rabia.

—Quiero que me digas la verdad. ¿Te gusta Ainara? ¿No te das cuenta de lo inapropiado que es? —insistió, su voz temblaba de furia.

Rodrigo soltó un suspiro y finalmente decidió responder.

—No, Estela. No me gusta Ainara. Solo lo hice para molestar a Francisco. ¿No era eso lo que querías que hiciera algún día? Que le fastidie la existencia a tu exesposo —dijo Rodrigo, con una sonrisa sarcástica.

Estela se quedó en silencio por un momento, sorprendida por la frialdad y la manipulación de Rodrigo. Aunque su respuesta la tranquilizó un poco, no podía evitar sentirse aún más furiosa por la manera en que había manejado la situación.

—Eres un maldito manipulador, Rodrigo. No puedo creer que hayas llevado esto tan lejos solo para molestar a Francisco —dijo Estela, con una mezcla de frustración y resignación.

Rodrigo se encogió de hombros, sin mostrar ningún remordimiento.

—Bueno, Estela, tú sabías con quién te casabas. No te sorprendas ahora —respondió, volviendo a concentrarse en su teléfono.

Estela salió de la habitación, sintiéndose impotente y furiosa. Sabía que la situación con Ainara y Mauro se había complicado aún más, y que tendría que encontrar una manera de manejar las consecuencias de las acciones de Rodrigo. Pero por ahora, solo podía pensar en cómo llevar a cabo sus planes.

Camino a la cocina, su mente daba vueltas mientras intentaba procesar la conversación con Rodrigo. Sabía que su esposo le mentía, y eso solo aumentaba su desaprobación hacia Ainara.

«¿Qué le ven de linda a ella?», pensaba, sintiendo una mezcla de celos y resentimiento.

«Ese cabello rojizo siempre me ha parecido una maldición»

Mientras lavaba los platos, su mente comenzó a trazar un plan.

«No permitiré que esa maldita mocosa arruine mis planes de nuevo. Esa boda con Santiago debe llevarse a cabo, cueste lo que cueste» Estela estaba segura de sus maliciosos planes y sabía que tenía que actuar con rapidez y precisión.

«Primero, necesito asegurarme de que Ainara y Mauro no tengan tiempo para pensar ni actuar. Mantenerlos ocupados y separados será clave, ya que al parecer son unidos» Estela sonrió para sí misma, sintiendo una oleada de satisfacción al imaginar cómo manipularía las situaciones a su favor.

«Luego, debo convencer a Santiago de que Ainara es la mejor opción para él. No será difícil, considerando lo interesado que está en ella» Estela sabía que Santiago haría cualquier cosa por complacerla, y eso incluía casarse con Ainara.

«Finalmente, debo asegurarme de que Francisco y María no interfieran. Si es necesario, puedo usar a Rodrigo para distraerlos» Estela se sentía confiada en su capacidad para manejar a su esposo y mantenerlo bajo control.

Con cada paso de su plan, Estela se sentía más segura y decidida.

«Nada ni nadie se interpondrá en mi camino. Ainara se casará con Santiago, y todo saldrá como lo he planeado»

Mientras terminaba de limpiar la cocina, Estela se permitió una sonrisa de satisfacción. Sabía que la batalla apenas comenzaba, pero estaba lista para enfrentar cualquier desafío y asegurarse de que sus maliciosos planes se llevaran a cabo.

●◉◎◈◎◉●

Estela se encontraba en su despacho, revisando algunos documentos, cuando Santiago entró con su habitual aire de malicia. Se sentó frente a ella, con una sonrisa que no auguraba nada bueno.

—Santiago, gracias por venir, quiero hablar contigo sobre el matrimonio con Ainara. Es importante que afiancemos esta unión lo más pronto posible para asegurar el futuro de nuestras familias —dijo Estela, con un tono serio.

Santiago la miró con una sonrisa enigmática, disfrutando del poder que sentía en ese momento.

—Claro, Estela. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para que este matrimonio se lleve a cabo —respondió Santiago, con voz suave.

Estela asintió, sintiéndose un poco más tranquila.

—Bien. Necesitamos asegurarnos de que Ainara esté de acuerdo por las buenas y que no haya ningún obstáculo en el camino. ¿Has notado algo que pueda interferir? —preguntó Estela, con una mirada inquisitiva.

Santiago se inclinó hacia adelante, disfrutando del impacto que sus palabras causarían.

—Estela, ¿te has dado cuenta de lo que está pasando con tu hija? —preguntó Santiago, su voz impregnada de veneno.

Estela levantó la vista, sorprendida por el tono de Santiago.

—¿A qué te refieres, Santiago? —respondió, tratando de mantener la calma.

Santiago se inclinó aún más, disfrutando del momento.

—Ainara tiene una relación pecaminosa con su hermanastro, Mauro. ¿No te has dado cuenta? —dijo, con una sonrisa maliciosa.

Estela sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Su mente se llenó de confusión y shock.

«¿Cómo es posible?», pensó, tratando de procesar la información. Aunque intentó mantener la serenidad, su mente estaba en caos.

—Eso… eso no puede ser cierto —murmuró Estela, su voz temblaba ligeramente.

Santiago, viendo que había logrado su cometido, se recostó en su silla con una sonrisa satisfecha.

—Créeme, Estela. Lo he visto con mis propios ojos. ¿Acaso no has notado la cercanía entre ellos? —dijo Santiago, su voz era casi un susurro—. No es algo normal.




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