Atrapa mi alma

Capítulo 16

—¿Qué? -los labios de Michael estaban en una sonrisa torcida, era la enésima vez que lo preguntaba.

Alejandro negó, mordiendo sus labios, tratando de no sonreír también. Sus dedos índice y pulgar aferrando el lápiz. Su frente se había fruncido largo rato y es que nunca antes le había costado tanto retratar a alguien. Nunca. Ni en sus comienzos.

Él siempre llevaba su bloc y sus lápices. Su cuaderno y su pluma. Nunca sabía cuándo iba a tener que escribir o cuándo habría algo que valía la pena plasmar en papel, inmortalizarlo para siempre. Incluso en movimiento, cuando viajaba, solía dibujar cuando algo atrapaba su atención lo suficiente para querer hacerlo suyo.

Y después de cómo había sentido sus dedos hormiguear y sentirse atraídos por este hombre, como ansiaba un lápiz y papel y trazar una línea tras otra, sombras y luces, hasta tener una imagen suya, ahora no podía, ¡simplemente no podía!

Owl le había dicho que era especial. Le dijo, y por alguna extraña razón le creía, que no dejaría a nadie más dibujarlo. Y aquí estaba él fracasando, fallando tan épicamente que no podía ni siquiera comenzar el dibujo.

Se habían detenido en un lugar solitario de la plaza. Alex le había preguntado si no tenía miedo de que Mónica los viera y lo considerara un mentiroso, "Podría sentirse mal u odiarte o enojarse", Owl se había encogido de hombros, "No me importa. No le debo nada, no estoy obligado a dejar que me dibuje sólo porque fue mi alumna. No miento, no haría esto con cualquiera, Alejandro".

¿No es una ex novia?, había querido preguntar Alex, pero se contuvo. Eso no era de su incumbencia. Además, lo fuera o no, Cris era su pareja, con quien pasaba sus noches. Y eso no era algo que le importara o afectara a él. Él sólo quería dibujarlo, hacer su retrato, y descubrir el misterio que lo envolvía. Nada más.

Alex suspiró, el crujido de su lápiz cuando se astilló regresándolo a la realidad. Hizo una mueca, ese lápiz le gustaba. —Nada.

—No. Dime. ¿Qué pasa? ¿Qué está mal?

Owl hizo un ademán de moverse hacia él, pero Alejandro lo detuvo con su mano. No quería que viera que, después de casi una hora, no llevaba nada. 

—No es nada, sólo... -aquellos ojos azules que tanto fascinaban a Owl se quedaron fijos en él, como si lo vieran por primera vez, como si no hubiera estado mirándolo la última hora. Vio aquellos labios delgados separarse un poco y el suspiro de su niño fue más fuerte esta vez.

La belleza de Owl golpeó casi físicamente a Alejandro. Su piel bronceada, se veía tan suave, tan tersa. Labios delgados. El cabello oscuro, bajo el sol del medio día no parecía negro, brillaba con varios tonos de castaños, dorado, en perfecto y extraño contraste con esa mirada de plata. Y es que sus ojos no eran sólo grises, eran profundos y podías perderte en ellos, a momentos parecían plata líquida, o mercurio cuando se oscurecían. No parecían reales. Eran...

—Mágicos. 

—¿Perdón? -la sonrisa de Michael vaciló, le costó mantenerla en su lugar. ¿Había escuchado bien? Era imposible, completamente imposible, Alex no podía saber nada de su mundo, de su naturaleza, de él...

Alejandro se rió y soltó su lápiz, cerró el bloc de golpe. Negó varias veces, sin atreverse a ver a Owl. —Perdón. Fue absurdo eso. Debes pensar que soy un niño.

La mirada de plata de Owl era seria, igual que su rostro. —Lo eres.

Eres mi niño. Mi hermoso niño de ojos azules. Mi niño talentoso. 

Mi Atrapador de almas.

Alex hizo un puchero, antes de darse cuenta que eso lo hacía todavía más infantil. ¡Y además no conocía al hombre! No podía andar haciendo pucheros frente a él. 

—No, me refiero a que debes pensar que soy un infantil por hablar de magia, pero es que tus ojos... Muy poca gente tiene ojos grises, usualmente es ese gris pálido, pero los tuyos... Son intensos, tan vivos, parece plata... No parecen reales... Y no quiero que creas que no sé lo que hago, es decir, tal vez no sea el mejor, pero soy bueno en eso. Ya viste, hice tu retrato hablado, con sólo los vagos recuerdos del testigo. Y ahora te tengo aquí, frente a frente, a un metro de distancia, al alcance de mi mano, y te veo, veo tus ojos, quiero plasmarlos con tantas ganas, tanta necesidad, que duele, ¡y no puedo! 

Michael sabía reconocer cuando su niño estaba nervioso, como ahora no dejaba de hablar y pasaba de un tema a otro sin previo aviso aunque no estuvieran relacionados. Se acercó lentamente para no asustarlo, tomó su mano, como había querido hacer tantas veces a lo largo de los años, hasta que él aflojó sus dedos tensos. 

—Cálmate, Alejandro. No creo que no tengas talento o no sepas lo que haces. Sé de sobra que lo sabes. Eres el mejor, eres especial, ya te lo dije. O no estaríamos aquí. Lo que necesites, el tiempo que necesites, voy a estar aquí hasta que lo logres. No te presiones, no te tenses. Así como hay piezas musicales y obras literarias que cuestan más, debe pasarte a ti. Con paciencia lo lograremos, mi niño. Y sobre mis ojos -se encogió de hombros-, soy raro... ¿Qué puedo decir? ¿Crees en la magia?



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En el texto hay: un amor imposible rodeado de magia

Editado: 12.07.2018

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