Habían llegado de nuevo al mismo sitio donde el día anterior Alejandro había intentado dibujarlo. Aquella plaza llena de estudiantes de Bellas Artes, lo que era el ambiente perfecto para ambos.
Michael se sentó en una banca, pareciendo un modelo perfecto, su cabello iluminado por la luz del sol que pronto se ocultaría, y sus ojos brillantes sonriendo hacia Alex. Alejandro tragó y apartó la mirada mientras buscaba sus lápices y abría su bloc.
—¿Cómo lo haces mejor? -preguntó Owl y vio a Alex tensarse. Mordió su labio inferior para no sonreír o reírse. Su niño se ponía nervioso con él, con sus palabras, ni siquiera era que él lo intentara provocar, simplemente Alejandro estaba demasiado a la defensiva y analizaba todo de más.
El lápiz que Alejandro tenía en la mano cayó y sintió su rostro arder. Esto se estaba volviendo ridículo. —¿Hacer mejor qué?
—Dibujar -se encontró con la aparentemente inocente sonrisa de Owl cuando volvió a mirarlo-, ¿cómo dibujas mejor? ¿necesitas absoluto silencio para hacerlo o podemos hablar mientras tanto?
Alejandro respiró más tranquilo, acomodándose en la banca frente a Owl y tomando su lápiz de nuevo, trazando una primera línea tentativa, todavía seguía inseguro de lograrlo, pero entonces cerró los ojos, recordó la música de Owl, como sus manos se deslizaban sobre las teclas del piano, la línea de su cuello, sus pestañas sobre su piel mientras sus párpados seguían ocultando aquellos ojos de plata, y luego recordó su mano sobre su propia piel y los labios sobre los suyos, la sensación casi mágica de su primer beso. Suspiró dejando su mano empezar a ciegas, no se sorprendió demasiado cuando abrió los ojos y se encontró con que esa primera línea era la curva de su labio superior...
Siguió de memoria la línea de esa boca, sin mirar al dueño de esos perfectos labios, y aunque eso sí lo sorprendió, no quiso pensar en ello.
—Podemos hablar -fue su respuesta tardía, mientras mordía sus propios labios, tratando de inmortalizar aquella boca que fue su primer beso-, no tengo problema con ello... -las palabras estaban demasiado espaciadas entre ellas y su ceño estaba fruncido, pero para Michael se veía perfecto-, sólo...tal vez tarde en contestar...
—Okay -Michael sonrió, aunque Alejandro no lo veía en ese momento, sus manos trabajaban sin parar y supuso que debería mirarlo para hacer su retrato, pero no dijo nada-. Entonces, hablemos... ¿Cuántos años tienes, Alejandro Stevens?
Alejandro sonrió y respondió la edad que él ya sabía por supuesto: —Veinte años, ¿y tú?
Quinientos, pensó Michael, aunque no podía decirlo. —Veintiocho -supuso que podía aparentar ser un humano de esa edad-. ¿No eres muy joven para trabajar en la Central?
Alejandro apartó la mirada de su dibujo sólo un momento, lo suficiente para perderse en esa mirada de plata. -Supongo que sí. Ya me lo han dicho, pero te aseguro que estoy capacitado. Terminé la carrera en criminología, además de mis clases de dibujo...
La risa de Owl lo interrumpió y lo sorprendió. Michael levantó sus manos cuando Alejandro le dio una mala mirada. —No lo dudo, querido. Sólo hacía una observación. Sé que eres muy capaz, probablemente más que muchos otros con más experiencia. Deberías sentirte orgulloso de eso, has comenzado joven y ascenderás mucho.
—¿Lo crees? -Alejandro sabía que no debía sentirse tan emocionado por los elogios de un desconocido, pero había recibido tan pocos en su vida que era inevitable.
—¡Claro! Ya lo verás tú mismo y todos los que no confían en ti... -empezó a inclinarse hacia adelante para ver lo que su niño dibujaba con tanta concentración y casi sin mirarlo. Pero entonces Alejandro abrazó su bloc y lo amenazó con su lápiz para que volviera a su lugar.
Ambos estaban sonriendo. No se sentía como tratar con un extraño, era como si se conocieran de toda la vida, había comodidad y una sensación agradable que ninguno de los dos había tenido antes.
Alejandro volvió a su dibujo. —¿Y tú? Me dijeron aquellas estudiantes, el primer día, que no sólo dabas clases de Música, también de Literatura. Debes tener entonces dos carreras, y no eres demasiado mayor...
Si supieras, pensó Michael. He tenido siglos para estudiar de todo. Siglos de música y literatura a mi alcance. Siglos para descubrir lo que realmente me apasionaba, además de mi magia.
—Soy lo suficientemente mayor, niño -lo dijo medio en broma.
Una de las cejas de Alex se alzó, aunque no lo miró, fue más fácil hablar así. —¿Ya sin el "mi"?
—¿Qué? -Michael tardó en entender a qué se refería Alejandro-. Oh... -se rió, sin poder evitarlo-, pensé que te molestaba que lo dijera. La primera vez que lo dije me miraste peor que cuando me dijiste asesino y me deseaste lo peor.
—No es que eso te detuviera antes. Y ya me disculpé por mi actitud. Además sigues usando esos motes ridículos, como "cariño", "cielo", "querido".