Como amante de la literatura a lo largo de los siglos, y como profesor en sus últimos años, como músico, y romántico empedernido, Michael Owl había escuchado de ese momento y esa persona, la que hace encajar todas las piezas de tu corazón y tu alma. La pieza faltante que llega a completarte.
Solía suceder, según aquellos que hablaban, escribían, o componían sobre el amor y las almas gemelas, los encuentros predestinados, con una mirada, un roce de manos, un beso, un abrazo, una palabra... No había una forma universal. Sólo sucedía y lo sabías. Ese clic en tu vida.
Michael había sentido un poco de eso todos estos años cerca de Alejandro, la sonrisa fácil que le sacaba su niño incluso sin saberlo, sólo con estar cerca. Había sentido algo tirar de él hacia Alejandro hace días en las escaleras de la central. Y con el beso...sólo hace falta decir que había sentido que le robaba el alma con ese beso, sin necesidad de atraparla en un retrato. Pero este abrazo, iniciado por Alex, este abrazo venía realmente de él, lo sentía desde el alma, y este abrazo le dijo que él ya estaba perdido. O encontrado. Él era su pieza faltante, él lo completaba. ¿Había encontrado él, Michael Owl, aquello que muchos, sobre todo los mundanos, llamaban alma gemela?
¿Existía eso para un viejo brujo? ¿Lo había encontrado cinco siglos después?
¿Lo perdonaría Alejandro por la razón inicial de su acercamiento?
¿Podría él ser correspondido?
O tal vez, como Alex dijo, sólo tuvo un mal día y todos merecemos y necesitamos un abrazo de vez en cuando, en algún momento.
Alex pareció derretirse en sus brazos un instante que Owl deseó durara para siempre, después se separó. Rehuyendo su mirada, buscando sus llaves para abrir la puerta y dejarlo entrar a su casa y, un poco más, a su vida.
Michael casi esperaba que ahora Alejandro se disculpara avergonzado o arrepentido, pero no lo hizo, aunque tampoco hizo ningún comentario al respecto.
—Me muero de hambre -comentó, todavía sin mirarlo-, ¿está bien si cenamos antes de pasar al retrato?
Los ojos de plata de Michael se entrecerraron hacia él. —¿Seguro quieres dibujar hoy, Alejandro? No te ves bien. Podemos hacerlo el lunes, no hay prisa. Ya te lo dije, lo que tardes. Voy a seguir aquí, no me estoy yendo a ningún lugar.
—¡No! -Alex gritó, desesperado, asustado de que fuera a irse si no lo dibujaba-. Quiero decir, no tienes que irte, sí puedo dibujarte...
Incluso las manos de Alex temblaban. Con un suspiro, mirándolo a los ojos, plata versus ese intenso azul, Michael se acercó lentamente a él y tomó sus manos entre una de las suyas, la otra acariciando un lado del cuello de su niño. —No quería hacerlo, pero creo que es necesario. Aclaremos algo, cariño. Quiero que me dibujes, ¿bien? Eso ya está acordado. Pero no estoy aquí sólo por eso. Yo no quiero sólo posar para ti y mirarte dibujarme, aunque es fascinante y me encanta hacerlo, yo quiero más. Quiero ser tu amigo. Quiero poder llamarte si tuve un pésimo día, y que tú puedas hacer lo mismo. Quiero que puedas darme un abrazo si tener que evitar mi mirada un minuto después. Y te preguntaré esto sólo una vez, porque no creo poder detenerme después. Incluso ahora me costaría alejarme, por razones que ni siquiera comprenderías, pero lo haría porque te respeto y respeto tu decisión. Si tú no quieres esto, si no quieres mi amistad ni puedes ofrecerme la tuya, dímelo ahora. Dilo ahora y me iré de tu vida. Y si todo lo que tú quieres, como amante del dibujo, es solamente retratarme como un reto más, dilo también y no cruzaremos ese límite.
Alex se concentró en la mirada de plata fija en él, en la suave caricia en su cuello, en la mano fuerte envolviendo las suyas, piel sobre piel. En cómo Owl parecía anclarlo a la Tierra y alejarlo de las tinieblas que hace unos minutos amenazaban con consumirlo, devorarlo.
Dejó las palabras filtrarse en su mente hasta comprenderlas. Y después, lentamente, negó. —No.
Owl se tensó visiblemente. —¿No quieres eso? Está bien -dio un paso atrás. Tendría que encontrar otra forma de regresar a su hermano a la vida, y nunca encontraría con otro lo que estaba sintiendo con Alejandro, pero lo había prometido-. Bien... Entonces, ¿el lunes el retrato o tampoco eso?
Pero las manos de Alex se aferraron a él. —No, quiero decir que no quiero que te vayas. A eso me refiero con no. No entiendo qué me pasa contigo, pero ser amigos suena bien.
Owl se relajó y dejó escapar una risita. Alex sonrió. —Sobre todo hoy te necesito. A un amigo, eso es...
Podía contarle a un amigo, ¿cierto? Un amigo escucha tus locuras e intenta darles coherencia o se vuelve loco contigo, ¿verdad?
Owl lo soltó, más tranquilo esta vez, sabiendo que no era para siempre, que no lo estaba dejando ir. —Cenemos entonces y cuéntame. Aquí me tienes. Soy tuyo.
Alejandro intentó no leer más en esa frase de lo que era. —Mal día en el trabajo -repitió, adentrándose a la cocina.