El domingo de Michael había sido horrible. No sólo mentalmente lo había agotado ese sueño extraño, también en el aspecto físico, parecía haberlo drenado completamente. Se sentía sin energía y enfermo.
Nunca un sueño lo había hecho sentir así.
El lunes no tenía absolutamente ningunas ganas de ir a su trabajo como profesor de Música, pero si quería formar parte del mundo humano tenía que adaptarse a sus normas. Y aunque podría haberse reportado enfermo, eso significaría no ver a Alejandro. Y su niño era lo único que en este momento lo animaba a salir de la cama y empezar el día.
Con lo que no contaba era con que su magia también estaba sufriendo a causa de lo que aquel sueño significara. Y Cris se presentó directamente, y sin avisar, en Bellas Artes.
Michael habría querido enojarse, pero Cris estaba claramente preocupado. Apenas las clases terminaron y los alumnos salieron, quedando sólo ellos dos, Cris se acercó a él. Sus manos acunando el rostro de su amigo y mentor, sus ojos de ese verde mezclado con plata buscando los de Owl.
—¿Qué te pasa? -Owl, sintiéndose algo incómodo por la intensidad de esa mirada, intentó alejarse, riéndose nervioso.
Pero el agarre de Cris se volvió más firme. —¿Qué me pasa? -su voz apenas contenía su clara molestia-. ¿Qué te pasa a ti? Estás mal, Owl, y no me llamaste. Sabes que incluso terminado aquello que teníamos, seguimos siendo amigos, y sobre todo, y más importante, eres mi maestro. Y si eso no fuera una conexión suficiente entre tu magia y la mía, lo es que somos de los últimos brujos vivos. Por dios, si necesitas algo de mí, sólo debías llamar. Yo siempre vendría a ti, como sé que tú lo harías por mí, o por cualquiera que lo necesitara.
Su tono y su mirada habían ido bajando de intensidad. Sus manos descendiendo, también, hacia su pecho.
Michael se había ido relajando casi inconscientemente. No se había dado cuenta cuánto necesitaba esto. Realmente lo hacía. Sus ojos se cerraron. —No sabía que lo necesitaba hasta que estuviste aquí -su voz era un susurro.
¿De verdad estaba tan mal?
Mientras la magia y la energía de Cris, un brujo más joven y menos poderoso que él, entraba en su sistema y relajaba su cuerpo y su mente, Michael se preguntó cómo había aguantado más de un día así.
—¿Vas a decirme qué pasó? -preguntó de nuevo.
Hubo una pequeña sonrisa en los labios de Michael. ¿Qué más quisiera él que explicarle a su único amigo, al único con magia para ayudarlo al menos, lo que pasaba y dejarlo ayudarlo un poco más? ¡Pero ni siquiera él sabía qué había pasado! Un sueño no debería afectarlo así. Ningún sueño debería ser capaz de hacer esto.
El fuerte sonido de la puerta al cerrarse de golpe -ni siquiera la habían escuchado abrirse- y la inconfundible voz de Alejandro con un "¿Interrumpo?", su tono lleno de molestia, hizo a Owl abrir los ojos y separarse muy lentamente de Cris. No podía cortar la conexión de manera brusca, aunque quisiera, y realmente no quería. Le estaba haciendo demasiado bien. Lo que sea que se hubiera robado parte de él, lo estaba recuperando gracias a la magia de su aprendiz.
Por lo mismo, Cris no retiró sus manos de su pecho, incluso mientras Michael se alejaba un paso.
—No interrumpes, Alejandro -Michael intentó sonreírle. Al menos ya no se sentía como un cascarón vacío, aunque seguía agotado-. ¿Cómo estás?
Alejandro no respondió. Sólo se quedó mirando a ambos con ojos entrecerrados.
—Gracias por todo -dijo Owl a su amigo cuando el hechizo terminó y pudo soltarlo por fin-. De verdad gracias, no sé qué habría hecho sin ti. No me di cuenta que estaba tan mal.
Cris había sonreído, como un alumno orgulloso que hubiera superado al maestro. Y, en cierto modo, lo había hecho. Owl no había notado qué tan mal estaba y él sí lo hizo, lo sintió.
—¿Seguro estás bien? Puedo quedarme, si me necesitas. Lo que haga falta. Si necesitas más de mi...
Owl lo cortó con un rápido abrazo y susurró sólo para él. —Gracias por tu ayuda. Nos vemos después. Hablaremos entonces.
Cris había entendido, por supuesto. Alejandro no sabía de su naturaleza y no debía hablar más. Con un asentimiento y un "Ten más cuidado, por favor, Owl" se había ido.
Michael suspiró, cuando la puerta se cerró tras él, buscó aquellos ojos azules e intentó -de nuevo- sonreír e iniciar una conversación amistosa: —Entonces, ¿qué tal tu día, Alejandro? ¿Cómo estuvo tu fin de semana? ¿Tu amiga Sabine superó su enojo? Perdón por esto de hace un momento, pero ya estoy listo. Podemos ir a dónde sea que te sientas más cómodo para empezar, para seguir el retrato, y hablar...