Atrapa mi alma

Capítulo 47

Michael se había estado sintiendo mal desde que Alex se fue. No como en los días anteriores, débil o con fiebre, esto había sido diferente. Era como una opresión en su pecho o como...

Los ojos de Michael se habían abierto demasiado cuando lo comprendió. Era su alma, la poca alma que le quedaba después de que la llamada de Theo los interrumpiera, dolía. Dolía y había algo llamando por él. Podía ser absurdo o, simplemente, que él quería que Alejandro lo necesitara, pero sentía que era él quien lo estaba llamando, atrayéndolo.

Cris había llamado por teléfono para asegurarse que Theo estuviera mejor. Michael tuvo miedo, por un momento, de que Cris mencionara algo más sobre la conexión entre sus magias. Había sentido su debilidad, ¿sentiría también cuando él sintió una ola de poder que lo dejó incapaz de moverse justo como cuando Robert le había cedido su magia? ¿o sería capaz de sentir que uno de los brujos más viejos, y su instructor además, se quedaba sin alma? ¿podrían los demás brujos sentir su alma, además de su magia?

Pero, si es que llegó a sentirlo, Cris no dijo nada. Sólo le avisó que iría a verlo pronto y le pidió llamarlo si lo necesitaba. "Pero, de verdad, hazlo -casi había rogado, sonando desesperado-, que no suceda como la vez anterior, que estabas tan mal y no se te ocurrió pedirme ayuda. Mi magia y mi energía están a tu disposición siempre, Michael."

Una pequeña sonrisa curvó los labios de Michael mientras estacionaba frente a la Central, justo como hace unos días apenas. Pensó en que Cris era un buen amigo de verdad, además de buen alumno. Si todo salía bien, tal vez algún día le contaría la verdad sobre Robert. 

De momento, no. Se sacudió esa idea de la cabeza, mientras salía del auto y subía esas escaleras donde se diera su primer encuentro con Alejandro Stevens y su vida cambiara de nuevo. Alex había sido un misterio, alguien inalcanzable para él, ya desde su primer encuentro cuando él era un niño, incluso aunque había aprendido a quererlo a través de todos estos años cerca de él, ahora estaban juntos -o algo próximo a eso-, ahora realmente podía llamarlo "Su niño" y no sólo sentirlo así. Y su niño lo necesitaba, era por eso que estaba aquí. 
Su mano recorrió aquel barandal donde Alex se había apoyado aquel primer día y, por fin, entró. Yolanda, aquella humana escandalosa y exagerada, lo vio en cuanto entró y caminó directamente hacia ella, esperando que recordara que salió de ahí libre de sospechas y no sólo que había entrado como un posible asesino. Pero, antes de que cualquiera de los dos abriera la boca y dijera alguna palabra, algo los detuvo.

 

Alejandro había estado con Theo después de su pequeño colapso. Theo no lo había soltado en ningún momento, mantuvo ese fuerte abrazo hasta que Alex tuvo fuerzas para sentirse capaz de salir de la Morgue. No dio siquiera un último vistazo a los cuerpos, ya había visto todo lo que necesitaba ver, no tenía que torturarse más, incluso él estaba de acuerdo con eso; iba a seguir con la investigación, porque sus padres, este joven matrimonio, y cada víctima a lo largo del último siglo -si es que era verdad lo que Theo investigó- se lo merecían, merecían justicia, pero no tenía que ver los cuerpos un segundo más si no era necesario, no tenía que revivir sus recuerdos y hurgar en esa herida que, Sabine tenía razón, seguía abierta. 

—Ya puedes soltarme -su voz sonaba gastada y rota, incluso aunque su llanto había sido silencioso, no hubo sollozos, sólo lágrimas y estremecimientos que no pudo evitar. 

No había tardado más de unos minutos en recuperar el control. O, al menos, Alex lo había sentido así. 

Theo lo apretó un poco más antes de dejarlo ir. Sus ojos buscando los de Alex, queriendo leer en la mirada que ahora rehuía de la suya. 

—Alex, creo que...

—No. Ni lo digas. Lo siento por eso. Estoy tan apenado contigo y con el forense. Yo debería ser mejor que eso, que esta escena patética, sé controlarme mejor,  o soy así de débil. Lo siento tanto...

—¡Basta!

El grito de Theo lo hizo dar un salto. Sus ojos, enrojecidos y todavía húmedos, se abrieron demasiado mientras por fin sus miradas se encontraban. Herido y sorprendido por el grito.

Theo pareció arrepentido al instante. Una de sus manos fue hasta el hombro de su amigo, su expresión y su voz se suavizaron. —Deja de disculparte, hombre. Si yo hubiera tenido que pasar por todo lo que tú has pasado, ni siquiera sé cómo estaría, si habría llegado hasta donde tú has llegado. Te admiro mucho, creo que nunca te lo he dicho. Probablemente, yo no podría estar de pie aquí, frente a mi pasado -Theo parpadeó varias lágrimas, sin avergonzarse de ellas o limpiárselas-. ¿Crees que eres el único que ve a tus padres en este caso? ¿Crees que no me siento igual? ¿Crees que no lo pensé desde que, en la madrugada, me informaron y vi los cuerpos? Apenas los vi y estuve seguro, te llamé la primera vez. Después me arrepentí. Si yo mismo siento el peso de esto, si yo mismo quería llorar cuando los vi y noté la similitud, algo que ningún caso me había provocado, no podía imaginarme como sería para ti. 



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En el texto hay: un amor imposible rodeado de magia

Editado: 12.07.2018

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