Atrapa mi alma

Capítulo 55

Michael ya estaba esperando afuera de su casa cuando Alex había llegado. Se había sentido como un mundano adolescente nervioso, ansioso por la llegada de su "novio". Era patético sentirse así a su edad. Un brujo de cinco siglos convertido en un adolescente ansioso.

Pero es que, mientras que para Alejandro se conocían y su relación había comenzado apenas de hace unos días, para él habían sido años. Hacía ya años que conocía a este niño humano que lo miró -nunca dejaría de sorprenderse por eso- cuando él no debería haber podido verlo, ya que Michael usaba glamour ese día y ningún humano debió haber sido capaz de ver a través de él. Pero el niño de hermosos ojos azules lo vio y le sonrió. 

El niño lo había mirado, le sonrió, y se acercó a él mientras su mamá intentaba asustarlo con la historia de un Atrapador de almas. El niño, todavía feliz, había dicho mientras Owl los miraba irse "Yo seré el mejor, mami. ¡Haré muchos dibujos muy buenos y atraparé almas!".

El mismo niño, que unas semanas después, Owl había visto en el cementerio. Sin sonrisas ni ningún tipo de luz en esa mirada celeste ahora apagada. El niño no lo reconoció entonces, ni lo recordó después cuando se reencontraron en la Central dieciséis años después. 

"Cuando sea grande -le había prometido el niño a Owl-, seré un gran dibujante. Voy a dibujar al hombre malo y atrapar su alma. Y voy a dibujar a papi y mami y volverán conmigo. Un día, cuando sea grande."

Michael estaba recargado en el auto, preguntándose cómo había podido olvidar eso, las palabras exactas. ¡Qué egoísta había sido! Había pensado en su hermano cuando descubrió que en realidad Alejandro Stevens, el niño que el cuidó durante toda su vida, sí podía atrapar almas. Había pensado en que esta podía ser la oportunidad de la que Robert le había hablado antes de morir, había pensado en acercarse al niño -ahora un hombre- y pedirle su ayuda, pero nunca pensó en que ese niño quería recuperar a sus padres también, que él tenía sus propias pérdidas...

Alex tenía que saber el poder que poseía, ahora que era innegable que podía atrapar almas y romperlas, acabar con la vida de sus dueños. Al menos había acabado ya con una, aunque de forma accidental. Alex tenía derecho a saber que, si quería, podía ayudar a Michael a traer de vuelta a su hermano, pero también recuperar a sus propios padres.

Alex tenía que saber que él era un brujo y que, según algunas leyendas que ellos tenían, tal vez podrían estar destinados, que tal vez él era lo suficientemente fuerte para entrelazarse con su magia. 

¿Y si por eso cuando era niño había sido capaz de verlo?

Michael estaba tan perdido en sus pensamientos que no escuchó a Alejandro estacionarse y caminar hacia él o, mejor dicho, correr, Alejandro literalmente corrió hacia él, mirándose justo como el niño perdido con el que había hablado en el cementerio hacía tantos años atrás. 

Su niño, su hombre, corrió hasta que sus cuerpos chocaron y Michael lo recibió en sus brazos sin dudar.

El corazón de Michael se aceleró al sentirlo entre sus brazos, al sentirlo temblar contra él, cada latido preocupado por él, sintió también su alma agitarse, queriendo salir e ir por completo a quien pertenecía ya. Y su magia, dios, Michael podía sentir su magia moverse y adaptarse a él. 

¿Sería posible? ¿Tendría Cris razón?

-¿Qué pasa? -logró preguntar a través del nudo en su garganta-. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué está mal? -uno de sus brazos siguió envolviéndolo, mientras su otra mano acariciaba su rostro, buscando su mirada.

Pero Alex sólo negó, sin querer separarse del abrazo. Se sentía como aquel niño perdido otra vez. Él no había querido tener que elegir, no le gustaba perder a la que había sido su primera amiga. Él no era bueno lidiando con la muerte -aun cuando era parte de su trabajo-, y el final de las relaciones, las separaciones, eran una especie de pequeña muerte. Siempre quedaban sólo los recuerdos mientras las personas se iban.

Y, a pesar de cómo había actuado Sabine al final, dolía el final de su amistad.

Michael los llevó dentro de la casa, sin preguntar ni presionar más. Alex hablaría cuando estuviera listo. Tampoco hizo ninguna mención al perfume femenino -que creía reconocer- que lo envolvía.

Volvieron al sofá, al mismo en el que Alejandro lo había encontrado petrificado luego del vívido recuerdo del día en que Robert le cedió su magia y cómo se había sentido. Michael se conformó con tenerlo entre sus brazos. 

Él ya no podría perderlo, independientemente de la decisión que tomara respecto a ayudarle o no con Robert, no podía perderlo. No podría vivir sin él ya nunca.



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En el texto hay: un amor imposible rodeado de magia

Editado: 12.07.2018

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