Días después de su nueva idea, Theo seguía sin encontrar nada. ¿Qué tan difícil podía ser hackear un famoso blog Paranormal para descubrir al creador?
Alejandro había pensado que sería bastante fácil, sobre todo para ellos, trabajando donde trabajaban. Pero, aparentemente, era más complicado de lo que pensaba, principalmente porque -debido al posible infiltrado- no querían involucrar a demasiadas personas. Así que sólo Theo se estaba encargando de eso, ya que la tecnología no era uno de los talentos de Alex.
Y, para empeorarlo todo -al menos a su parecer-, estaban estos sueños. Todo había empezado con imágenes y conversaciones que él no entendía, no tenían ningún sentido para él, pero había decidido no darle importancia. No eran como para pensarse demasiado.
Aunque Sabine siempre decía que los sueños tenían significados ocultos y había que descifrarlos, pero Sabine ya no estaba en su vida y había cometido tantos errores, que ¿por qué iba a creerle con respecto a los sueños?
Él le había hablado de esos sueños donde dibujaba personas que no conocía, como cuando dibujó a Owl antes de su primer encuentro, y ella nunca le dio una respuesta satisfactoria. Entonces, ¿qué sabía ella? O sabía y nunca le dijo.
Así que, Alex decidió, era mejor ignorar los sueños.
Sobre todo este tipo específico de sueños. Y más si estaban relacionados con Owl.
Alejandro suspiró, sacando su bloc de dibujo. Ya que no estaban avanzando en la investigación, él no podía ayudar con el hackeo del blog Paranormal, y no quería seguir pensando todo demasiado, decidió que lo mejor era intentar dibujar.
Podía terminar el retrato de Owl que hace días había tenido que interrumpir por la llamada de Theo. Ese era un trabajo especial, desde que había visto a Owl en la cama, con los rayos del sol sobre él, acariciando su cuerpo y su expresión adormilada, dándole un brillo distinto a sus ojos de plata, lo supo.
Y había habido algo especial entre ellos en ese momento, algo en el ambiente mientras Alex dejaba su lápiz bailar con libertad sobre el papel y Owl no apartaba la mirada de él. Las risas, las sonrisas, y esa electricidad vibrando entre ellos, esa sensación rodeándolos, tirando de uno hacia el otro... Alejandro nunca había sentido algo así antes, con nadie.
Excepto, tal vez, en sus sueños.
Y ahora, mientras miraba el dibujo casi terminado, casi deseaba regresar el tiempo, no haber respondido a la llamada de su amigo y ver a dónde los hubiera llevado eso. Había habido una conexión, casi mística, que Alex creía que les ocurría sólo a los protagonistas en los libros y en las películas, o en aquellos encuentros de los que hablaban las canciones. ¿Qué hubiera pasado si hubiera llegado a terminar ese retrato? ¿Si hubiera seguido hasta saber si esa conexión crecía o se terminaba con el dibujo? ¿O tal vez había sido sólo su imaginación? ¿Owl lo había sentido también? No habían tenido tiempo de hablarlo...
Estaban quedando tantas cosas sin resolver. El sueño de aquel hombre con mirada oscura que él había tenido y no pudo dibujar antes de olvidarlo por completo. El estado de Owl cuando lo encontró esa misma madrugada. El ambiente entre ellos mientras hacía ese retrato...
Alejandro había tenido miedo en sus primeros encuentros. No miedo del hombre que había sido sospechoso de un asesinato, se temía a sí mismo, por su reacción hacia él. A él nunca le había gustado mucho el contacto físico -tal vez porque a muy temprana edad había perdido a sus padres, las primeras personas en el mundo que suelen llenarnos de besos, abrazos y cariño-, pero con Owl un simple roce de dedos era intenso y lo desencadenó todo. La peculiar mirada de plata que te hacía sentir que mirabas, y te miraba, mucho más allá de lo aparente. Los abrazos, tan seguros, tan cálidos, tan para desear nunca salir de ellos. Y después ese beso, ese beso lo había cambiado todo para siempre. Había un antes y un después. Ese beso, justo como había prometido Owl, había sido mágico. Era magia lo que revolvía su estómago, enloquecía sus células, y erizaba su piel mientras sus labios se tocaban y las manos de Owl acariciaban su rostro, con más ternura y cuidado de lo que había hecho con las teclas del piano, con más devoción. La melodía que ellos habían tocado, esa primera melodía con el primer beso, no hacía más que mejorar con cada uno que se agregaba a la lista.
Alejandro todavía se preguntaba si era normal avanzar tan rápido, adaptarte tan rápido a alguien. Él creía que el lado racional no podía apagarse tan rápido. No podía su cuerpo tan rápido acostumbrarse a alguien que hace una semana no conocía. No podía sentirse tan seguro en los brazos de alguien cuya existencia desconocía hasta hace unos días. Y, definitivamente, no era normal que, después del miedo inicial, y sólo por unos sueños, él quisiera dejarse llevar por completo y hasta el final.