Compartieron sus dudas sobre Georg en lo que buscaban un lugar para volverse invisibles. Ambos llegaron a la conclusión de que Georg tenía algo raro, algo obscuro.
Pero quizá solo era una especulación sin sentido, pues él les había dado todo, y mal que bien, los trataba con... cariño.
Decidieron que ambos entrarían al baño público separándose, y saldrían de ahí invisibles, utilizando sus ánimas podrían aplicarse arenilla en los ojos para poderse ver aún estando invisibles, pero tendrían que hablar susurrando para que nadie les oyera.
— Parece que no está muy lleno — dijo Ignacio. — te veo en 10 minutos en frente.
Y así lo hicieron, Deyna entró al baño, y para la percepción de la cuidadora, ella nunca salió, pero no se dio cuenta en lo absoluto, tampoco el cuidador del baño de caballeros.
Fue a la cera de enfrente, donde la esperaba Ignacio.
Volvieron a la plaza, ya había obscurecido y el frío aumentaba considerablemente.
— Bien, dame tus manos — ordenó Ignacio extendiendo la suyas.
Deyna vaciló un poco pero al final tomó las manos de Igna. No estaban nada cerca el uno del otro, solo sus manos se tocaban, por fortuna nadie se chocaba con ellos.
Él comenzó a elevarse 10 cm en el aire, ya sin necesidad de tomar impulso, estaba muy acostumbrado.
— Ahora, — volvió a hablar Ignacio — cierra los ojos. Eres un sapna, en los sueños es bastante sencillo volar si te das cuenta de que estás soñando, y como nosotros estamos HECHOS de sueños, podemos volar en la realidad simplemente con desearlo.
Deyna obedeció, cerró los, se dejaría llevar.
— Respira hondo, — indicó el maestro — siéntete libre, liviana, como si todo fuera un sueño, una vez que domines esto, podrás incluso manejar mejor tu ánima, — ella obedecía — vacía tu mente, como si meditaras... ahora, da dos pasos hacia adelante.
Ella sintió como si algo jalara de su cuerpo.
— Ni el viento, ni la presión, o incluso el frío te afectarán, esa es una ventaja de ser un sapna.
Y en efecto, Romeo tenía razón, una vez pasado el ritual de transformación, al sanpa no le afectará ni el viento en los ojos,ni la presión alta o el frío en las alturas mientras vuele, ésto no necesariamente aplica en un avión.
— Pase lo que pase, no mires abajo ¿si? Abre los ojos...
Deyna respiró hondo y abrió los ojos, sin haberse dado cuenta, se había elevado muchos metros del suelo.
— Bien, voy a soltarte.
Ella al principio entró en pánico, cada vez que ella estaba por caer, él la sostenía, "estoy contigo, no temas", decía.
Poco a poco ella entró en confianza, y ya pudo dominar su cuerpo, avanzaba volando, descendía y ascendía, hasta que decidió llegar más lejos, y se elevó tanto como pudo, miró abajo, y ya no le dio mas miedo, Ignacio la seguía por si en algún momento ella fallaba y caía.
Las nubes estaban a su alrededor.
— ¿no es lo más hermoso que has visto? — decía ella extremadamente feliz a ver su ciudad maravillosa a sus pies.
Ignacio asintió con la cabeza sonriendo también. Deyna reía, daba saltos y giros en el aire y por en cima de las nubes, las atravesaba envolviéndose en su blanca esponjosidad.
Siempre se había preguntado cuál sería el sabor las nubes, ¿algodón de azúcar, quizá?, pero al estar en esa situación decidió no averiguarlo, aunque si se le cruzó por la mente hacerlo.
Nunca había tenido ésta... sensación de tal libertad. Volcó su cuerpo curvandolo ligeramente hasta que su cabeza mirara hacia abajo, sus brazos y cabellos colgaban agraciadamente.
Ella respiró profundo cerrando los ojos nuevamente, para disfrutar por unos momentos esa paz increíble.
Etaba LITERALMENTE colgando de cabeza en el aire.
La luna le daba un brillo especial, y el viento sobre su rostro no le incomodaba en lo absoluto, éste parecía jugar con su cabello colgante, se veía bellísima.
La muchacha sintió cómo Ignacio se puso a su lado derecho, probablemente en la misma posición, pero ella no podía verlo, pues mantenía los ojos cerrados.
— Gracias, Igna — susurró — sin ti no lo hubiera logrado nunca, eres realmente una gran persona, ¿sabes?, eres amable, respetuoso, inteligente, un excelente atrapa pesadillas ¡y además eres guapo!, en serio ¿hay algo que no puedas hacer?
— De hecho, si,—respondió él — hay algo que he querido hacer desde hace tiempo, pero me da... miedo. — soltó una tímida sonrisa.
— ¿¡qué cosa!? , no importa lo que sea, yo te ayudaré a hacerlo, te lo prometo — dijo ella sonriendo. — debe ser algo realmente atemorizante como para que ¡TÚ! Le tengas miedo, dime, ¿qué cosa es?
Y antes de arrepentirse, Ignacio se cercó a Deyna y la besó, ella reaccionó algo brusca por la sorpresa, pero luego recibió el beso con ternura.
Editado: 27.11.2019