Poco a poco, nuestros héroes abrieron los ojos para descubrir que estaban cautivos y con las manos astadas al espaldar de la silla. Se miraron con intriga y miedo.
— Ay muchachos, muchachos, muchachos, ¿cómo llegamos a esto? ¡creí que éramos amigos! —dijo Georg sosteniendo la caja de terciopelo.
— Confié en ti — reclamó Deyna. — ¡Todos confiamos en ti!
— Escuchen muchachos — dijo Igna dirigiéndose a los niños perdidos — Georg nos está extorsionando, vende los sueños que NOSOTROS rescatamos, y los que le sobran, los desayuna cada mañana.
Georg estalló en risa, se acercó a Igna mirándolo fijamente como un águila mira a su presa.
— Eres tan ingenuo, Romeo — dijo— todos ellos ya lo saben, ¡y adivina que más!, trabajan para mi armando un plan para asesinarte.
Volvió a estallar en risas. Deyna notó en los rostros de los niños perdidos, que si bien no contradecían lo que Georg decía, se notaba que no estaban orgullos.
Igna sólo se dedicó a verlo desafiante, pues no sabía qué decir, hasta él dudaba de cuál era peor, si la rabia, la pena o el miedo.
Por su parte, Deyna hizo un movimiento para tratar de liberarse por la euforia.
— No te gastes Julieta, sus ánimas están anuladas por el momento, y sus armas confiscadas, al igual que el resto de sus cosas. — aseguró Georg.
— ¿así que eso es lo que quieren? ¿Matarnos? — dijo ella entre dientes.
— ¡oh, no, no! A ti no, tu, Julieta — se acercó a Deyna para acariciarle el rostro. A éste Gesto, ella hizo a un lado su cara con desprecio, pero a Georg no le importó y le siguió acariciando el cabello mojado. — Tu eres la joya de mis joyas, eres la piedra preciosa que adorna mi corona, porque tú... eres mi princesa, ¡la heredera de mi trono! pero Romeo...
— No quiero nada tuyo, ¿escuchaste bien? ¡NADA!, nos usaste, y nunca te voy a perdonar, nos atrajiste como el flautista de Hamelín con deseos y libertad — ella estalló en lágrimas de ira.
— Por favor no te enojes conmigo... — incluso, por un momento, Georg lucía de verdad arrepentido.
— Además, — dijo ella cortándole la palabra — si vas a matarlo a él tendrás que matarme a mi también, es más, prefiero morir antes que seguir siendo tu cómplice.
— No entiendo qué es lo que te molesta, ¡yo les di TODO!
— ¡a base de mentiras! TU NOS USASTE, crees ser un buen líder y hasta un padre para nosotros, pero no eres más que un estafador, me hiciste robarle sueños a todas esas personas inocentes para llenarte los bolsillos, me hiciste bailar casi desnuda frente a hombres que me miraban.... — Deyna calló porque notó que había subido mucho el tono de su voz— para luego vender sus sueños a una encapuchada ¿¡no es cierto!?
Sus lágrimas se le habían ido, sólo había odio en su mirada, Ignacio sólo bajó la cabeza, tratando de mantener la mente fría, cosa que para él solía ser sencilla, pero en ésa ocasión, sus nervios de acero le habían abandonado.
— Pero eso no importa — continuó Deyna.— solo interesa que tengas el elixir de los sueños para hacerte más fuerte, justo como una pesadilla.
Hasta ese entonces, Georg le había prestado su total atención, pero que lo llamara pesadilla, lo destruyó. Rompió en lo que parecían ser lágrimas de dolor y enojo. Se incorporó y le metió una bofetada a Deyna, la cual en realidad no le dolió, era más el intento de humillación lo que le había lastimado. Entonces por fin Ignacio levantó la mirada furioso.
— ¡NO TE ATREVAS A VOLVER A TOCARLE UN SÓLO CABELLO! — estalló Ignacio.
Él no era una persona explosiva en lo absoluto, pero esa fue una de las pocas veces que Deyna lo había visto tan violento, ni siquiera al pelear con pesadillas perdía los estribos, porque siempre lo hacía con elegancia. Su piel se le había tornado roja y su garganta debió haber quedado afónica por el grito que soltó.
— ¿Qué harás Romeo?, ¿matarme? — dijo Georg en absoluta seriedad lo que hizo que aumentara la rabia de Igna.
— ¡Y ustedes! — exclamó Deyna lo más fuerte que pudo, dirigiéndose a los niños perdidos e ignorando la bofetada que acababa de recibir. — ¡COBARDES! ¡ni siquiera pelean por capturarnos, sólo nos desmayan! — luego bajó un poco su volumen. —me encargaré de verlos a todos en el infierno, traidores cobardes.
— ¿por qué Georg?, ¿por qué nosotros? — preguntó Ignacio tratando de calmarse, pero le era inútil.
— Ella, porque me sirve, porque iba a entrenarla para ser el mejor atrapasueños de la historia, con su don, ella podría gobernar éste y todos los universos. Y tú, Romeo, te traje aquí con el único propósito de matarte, porque así como ella es mi boleto a la victoria, tú eres mi boleto a la derrota.
Editado: 27.11.2019