Atrapa Sueños

26. La Dama de las Camelias

— Creo que bebió demasiado — decía doña Mila

— No lo creo, ella me dijo que no bebe, sólo debe estar cansada — contestó el señor Zceler tomando su café matutino y leyendo el periódico.

Deyna despertó con estas palabras, aún atolondrada por la noche anterior.

— Señora Mila — dijo incorporándose. — disculpe, yo...

— No tienes nada que explicar, fue tu despedida de soltera, es normal, ahora toma un desayuno, compré unos panecillos deliciosos.

Deyna accedió sin dudar, estaba muriendo de hambre y de sed. Se sentó en el comedor junto al señor Alan.

— Nima, ¿tienes todo ya listo? Para esta noche — le preguntó sin soltar su periódico

— Eso creo, señor Zceler, aunque en realidad no se como es que se dan estas... bodas

— Pues, son muy diferentes a las bodas humanas del occidente, ¿con quien entrarás al principio de la ceremonia?, porque te aviso que eso si es como entrar a la Iglesia, solo que en lugar de que sea uno de los padres el que entrega a la novia es alguien que ella elige.

Ella no se había puesto a pensar en eso a decir verdad, siempre soñó que Si algún día contraía matrimonio sería su padre o su madre quien le entregaría el altar, pero en esta ocasión, ella no conocía a nadie en Rem, entonces, ¿quién le querría hacerle el favor de entregarle al altar o lo que sea que estuvieran preparando?

— Señor Zceler, me haría usted el honor? — preguntó

— ¿yo? — en efecto, el señor Alan solo preguntaba por curiosidad, nunca se imaginó que su hija adoptiva temporal le pediría eso.

— Si señor Zceler, temporalmente pero es usted quien tiene más derecho que cualquiera, usted y la señora Mila, claro.

— Para mi... — dijo bajado su lectura por fin, quitóse los lentes — s... sólo puede entregarte uno, es el protocolo

— Y quiero que sea usted — Alan la vio con mucho cariño

— Para mi será un honor.

Bueno, eso solucionaba un problema. 

* * *

Pasaron las horas, los señores Zceler se fueron a trabajar, Stephan fue a la Academia a pasar clases, y Deyna se quedó sola.

Para ella e Igna se les pidió permiso para faltar con Sergio. No sabía por donde empezar a arreglarse, la señora Mila le había dejado el vestido en una caja sobre su cama.

Respiró hondo, ni siquiera abrió la caja aún, sólo se dio una ducha, se puso ropa de casa y se vio al espejo  unos momentos, cuando alguien tocó el timbre. Eran, cual ángeles, Sarah y sus amigas.

 

— ¿no te dijimos que ahora eres nuestra hermana menor? — dijo Sara aún cansada por la noche anterior.

Deyna les abrió la puerta y les dejó pasar.

— Pero, Sarah, — comenzó — ¿no deberían estar en la Academia?

— Deberíamos, pero nadie se enterará nunca — contestó Sarah antes de darel un guiño a Deyna.

  Durante las próximas dos o tres horas, Deyna fue arreglada por Sarah y sus amigas, Camelia, la muchacha que la noche anterior estaba cantando rancheras Y de quién Deyna recién se enteraba el nombre, se encargó de su cabello, mientras que Margarita, la muchacha que dormía sobre la mesa horas atrás, la maquillaba, Sarah se dedicó a planchar el vestido y arreglarle las uñas.  

  Todo andaba muy bien, y se puso mejor cuando otra persona tocó a la puerta, era un carruaje que había sido enviado por Aurora para recoger y esperar a la novia.  

Ya eran las 5 p.m. cuando las tres señoritas tuvieron que irse corriendo a arreglarse ellas mismas a sus casas, para así tampoco levantar sospechas de que no fueron a la Academia en sus hogares. Lo bueno era que todas vivían cerca.

Antes de irse, Camelia le dio de regalo un ramo de flores blancas a Deyna, para que los llevara en su boda.

    — Ojalá te gusten estas flores, Son camelias, para que me recuerdes, y te traigan suerte. — le dijo.

 

Deyna terminó de ponerse el dichoso vestido ella sola cuando sus padres temporales llegaron, y también se alistaron apresurados.

Los señores Zceler salieron primero todos elegantes y se sentaron de espaldas al cochero.

Cuando Deyna salió de la casa pudo ver el hermoso carruaje, parecía de ensueño, era todo de cristal con reflejos... tornasolados. No tenía un techo, así podría ver el atardecer en el camino.

 

— Cielos Nima — dijo la señora Mila — te ves... hermosa

— Si NIma, estás encantadora — acopló el señor Alan.

Deyna sonrió avergonzada antes de agradeces y subir al carruaje tomando asiento enfrente de los señores Zceler.

El vestido era de satín color marfil y le llegaba hasta poco mas abajo de la rodilla La caída del mismo era suelto y ligero, la parte del torso le quedaba apretado, los hombros quedaban descubiertos en lo que llamamos "cuello botella", por esto las mangas eran cortas, en lugar de ellas tenía unos guantes largos del mismo color y material que el vestido, y cubriendo la mayor parte del traje, había encaje color dorado adornado con perlas que lo finalizaban poco arriba de la rodilla, De este mismo encaje estaba hecho el velo, que llegaba 10 cm más abajo del vestido.



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En el texto hay: suenos, romance, magia

Editado: 27.11.2019

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