Atrapa Sueños

48. El rapto de Perséfone

— ¿Sabes?, me gusta mucho hacer favores, porque el rato menos pensado los cobro. Claro que a veces soy yo el que los necesita, pero siempre los devuelvo. Un favor es como un contrato para mi. Hace años le hice uno a la Reina de la Verdad y me lo cobró hace unas horas para salvarle la vida a tu reflejo verdadero, ella quiere mucho a sus creaciones. Pero tu reina, la de los sueños, mi hermana por parte de padre... solo digamos que se negó a pagarme el favor que le hice, así que ahora se lo voy a cobrar.

Deyna se encontraba en un bosque, sí, el mismo bosque en el que había tenido el primer sueño donde todo empezó, ese bosque en donde vio un orbe de sueño por primera vez, aún estaba en el mundo de las pesadillas, había mucha luz. Se podía ver que estaba nevado, pero no hacía frío, y al frente de ella había un lago pequeño. La  escena parecía sacada de un cuento de hadas. Era mágico, postes de luz antiguos eran los que proporcionaban lumbre al rededor del lago con cristalinas aguas, ¡y la nieve! oh, la nieve, ella nunca había visto nevar, era hermoso.

Nadie pensaría que estaba en el lugar que estaba, pero a veces lo mas malo, tiende a parecernos hermoso e inofensivo a simple vista.

Miraba al rededor tratando de averiguar de donde salía la voz que le hablaba. Ya no era ronca ni sombría, era femenina, seductora, susurrante, te invitaba a quererla oír mas y mas. Se miró a sí misma hacia abajo, estaba vestida de blanco, la cola del vestido era larga y tenía plumas de ave blancas, así también una diminutas plumas del mismo color adornaban en forma de corona su cabeza. Una dama con un vestido corto hecho de plumas de ave también, pero en su lugar negras con los cabellos rojizos enrulados ardientes y ojos color oro se presentó ante ella.

Nuestra protagonista le lanzó arenilla y sacó su arma poniéndose en guardia. La dama esquivó la arenilla con serenidad.

 

— No puedes matarme aunque lo intentes, no puedes matar algo que ya está muerto, algo que es en sí mismo muerte. 

Deyna la miró pasmada. No supo qué decir. 

 

— Esto me causará placer, yo quería los sueños mas poderosos para enriquecer a mis pesadillas, y por culpa tuya ya no podré tener uno, pero no dejaré que tengas el otro. Los reyes quieren mucho a sus creaciones, a tu reina le dará mucha pena saber que moriste y le hará enojar mucho el saber que yo no te maté. Si este mundo es mi reino, este bosque es mi castillo, serán mis pesadillas quienes acaben contigo.

— ¿ah si? — respondió con sarcasmo Deyna — ya morí dos veces si no es que mas desde que esta historia comenzó, y he estado cerca de la muerte mas veces de las que puedo contar, asi que no dejaré que ni tú, maldita idiota, ni tus mediocres pesadillas me asesinen. Te diré lo que voy a hacer: tomaré el sueño de mi amiga que debe estar por aquí y me largaré.

— Bien, buena suerte con eso, Nima "La bendita por los sueños". 

El rey de las pesadillas entonces cambió de forma, ya no era una mujer, sino un hombre con las mismas características físicas con las que contaba antes. Su traje de gala era negro igual con las mismas plumas negras.

 

— Por ahora, —dijo— debo tener una charla de hombre a hombre con tu esposo.

Y con esto ultimo desapareció. Deyna pensaba, como escapar, la nieve le traía el recuerdo de su bello Illimani, la amada montaña nevada que velaba el sueño de su ciudad natal, ese es el único sector donde hay nieve además de en ocasiones, la ciudad contigua de El Alto. Y por ende recordó a su familia y su vida pasada.

Pero sus recuerdos se vieron interrumpidos por algo maligno...

*  *  *  *

Mientras tanto, Igna y los demás dedujeron que lo último que les dijo el rey de las pesadillas hacía alusión a que llevaría a Deyna donde se hallaba el sueño de Greten, así que abrieron un portal que los llevaría, pero los dejó mas lejos, justo como con el sueño de  Gema.

A su al rededor solo habían árboles, y se vieron vestidos de blanco, con trajes elegantes que tenían plumas blancas como adorno. Y un hombre de cabello rojo y ojos de color oro los esperaba.

 

— Tu amada Deyna se halla mas cerca del orbe de lo que cree — les dijo — pero no creo que viva para conseguirlo

— ¡No! — exclamó Igna — sálvala, por favor...

El hombre lo miró hastiado, aunque de algún modo conmovido.

 

— Bien, —dijo— pero ella deberá quedarse aquí para siempre, a reinar conmigo.

— ¡¿qué?! — protestó Ignacio — ¡eso nunca!

— Bueno, entonces, les recomiendo que se apresuren o mis pesadillas acabarán con ella, igual no creo que lleguen a salvarla, porque mis creaciones los tienen como objetivo a ustedes también. Saben, me alegra que estén vestidos para la ocasión, algunas culturas consideran al blanco como color de luto así que se visten con él, y a sus muertos igual.

Sin más, el rey desapareció dejándolos solos por su cuenta en aquel mágico bosque de pesadilla.



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En el texto hay: suenos, romance, magia

Editado: 27.11.2019

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