A lo lejos Deyna escucho un ruido en medio de los árboles que tenía por detrás, y en efecto una figura salió. Era alto, con el cabello claro y los ojos entre verde y café. Era Igna, vestido con un terno negro elegante.
Ella no sabía que hacer, lo miraba intrigada.
— Hola, amor — le dijo el Igna que tenía enfrente con una voz dulce y seductora.
Igna nunca la había llamado "amor" mas que dos o tres veces, usualmente la llamaba por su nombre. Era extraño y Deyna lo percibió así. Ella no era de las que confiaba en otros así nada mas, pero era Igna que había venido a rescatarla, así que evito pensar que era algo malo.
"Creí que quizá los demás habían ido a por el orbe y él me vino a rescatar. En el fondo sabía que era algo siniestro lo que me hablaba y lo que veía pero no quería creer que lo fuera, quería que sea Igna quien me rescataría como en los cuentos de hadas." me dijo Deyna años después.
— ¡Igna! Has venido a salvarme — dijo ella emocionada de ver a su amado.
— Si...— respondió ese extraño Ignacio acercándose a ella lentamente— ven conmigo, debemos huir de aquí mi amor, juntos como siempre.
Él se aproximó y le dio un pequeño beso. Susurró a su oreja luego:
— Acompáñame, volvamos a nuestra amada Bolivia, casémonos como humanos normales y estudiemos. Tengamos una vida normal ¿eso quieres?
"Recuerdo que cuando me dijo eso yo sentí muchísima paz, luego todo se volvió nebuloso y no lo recuerdo muy bien." me contó Deyna.
— Si,... eso quiero — dijo ella con una sonrisa pequeña y arrastrando un poco las palabras.
— Entonces sígueme amor — Igna la tomó del brazo y la llevó al lago
— ¿un...lago?
— Si, con estas aguas se nos olvidará todo, solo tendremos recuerdos felices, nada de orbes, ni arenillas, ni Georg, nada. Solo tú y yo.
Ella asintió con la cabeza y se dejó llevar por Igna. Entraba lentamente al agua precedida por él quien no la soltaba tomándola con suavidad. Claro está que eso de "borrar recuerdos" era una mentira, el verdadero objetivo era ahogarla, como las sirenas a los marinos.
* * * *
Mientras tanto, el verdadero Igna miraba al rededor mientras caminaba en linea recta, buscando a su amada Deyna. Entonces se escucho un ruido ensordecedor, eran la otra mitad de los niños perdidos que se hallaban escondidos en una cueva.
Salieron violentos y sin control a atacar. De nuevo hubo pelea, nuestro protagonista y sus acompañantes ya estaba demasiado cansados, pero aún así combatieron con valentía. Entre la batalla Igna no podía sacarse de la mente lo que le dijo Deyna: "En toda guerra hay bajas".
Otra vez se veían arenillas volando en varias direcciones. Se escuchó a Aurora gritar lastimeramente, alguien de seguro le había herido. Al girar un poco su cabeza, Igna vio como Simbad peleaba con Fabricio, si el mismo Fabricio que podría pasar por niño tranquilo, pero que en realidad era macabro. Este niño peleaba con la violencia y la concentración de un adulto al extremo de hacer caer a Simbad luego de desarmarlo.
Ignacio corrió para ayudarlo pero estaba lejos e indefenso, Simbad retrocedía con los codos lo más rápido que podía. Fabricio tomó su hacha pequeña pero letal e intentó clavársela a Simbad pero fue a dar contra el suelo, pues él la esquivó rodando, intento hacerlo por el otro lado segundo después, y volvió a fracasar. Luego soltó un grito de guerra levantando el hacha y estaba a puto de clavarse justo en la cabeza cuando Igna le lanzó arenilla por la espalda y lo desmayó, así Simbad pudo retirarse con facilidad para que el cuerpo del niño no le cayera encima.
Por suerte apareció un tercer frente en la batalla, estos eran guerreros de otra clase, guerreros invisibles. Eran pesadillas, sí, que querían acabar tanto con los niños perdidos como con nuestros amigos.
Igna por mas que se esforzara no divisaba a Aurora a quien había oído gritar. De seguro los niños perdidos debieron estar tan bien escondidos que e todo este tiempo las pesadillas no los encontraron.
Poco a poco los invisibles se hicieron visibles, pues ante Igna apareció un Georg y lo atacó con una espada. Igna sabía que no era un Georg real, pero que al tener su cuerpo tendría también sus habilidades, sus recuerdos y costumbres además de su forma de pelar, así que se defendió de quien ya conocía. Ambos pusieron la mano-ánima en la espalda, así era como Georg llamaba una "lucha de verdaderos caballeros o verdaderas damas". El hierro se oía rugir estruendosamente.
La pelea era demasiado pareja, parecía que la misma persona era la que peleaba contra ella misma. Entonces, Igna desarmó a su oponente con un movimiento de su muñeca, dio una vuelta terminando por clavarle su sable en el estómago. Le vio los ojos y entonces la pesadilla cayó haciéndose cenizas.
Editado: 27.11.2019