Atrapa Sueños

52. La Muerte del Cisne

Al volver en sí, Deyna colocó sus manos de vuelta en el orbe de cristal vacío que yacía en el suelo, entonces la luz de sus manos, volvió a ingresar a este. Ningún otro atrapa sueños había logrado lo que ella: sacar un sueño de su orbe y volverlo a meter. Ella había tocado un sueño con sus propias manos, cuando le pregunté lo que se sentía me dijo que no podía palpar nada, como si su sentido del tacto hubiera quedado anulado en ese momento. 

Cuando el sueño de Greten ya estaba en su empaque, Igna yacía en el suelo muy cansado de vencer a tres pesadillas. Deyna notó a Georg moribundo a poco pasos de ella. Frunció el ceño y se le acercó. 

 

— Georg se interpuso entre tú y el Rey para que él no te acuchillara, yo lo vi — le dijo Igna arrojado en la arena con voz agotada y jadeante.  

Una vez comprendido esto, ella se arrodilló junto al cuerpo de Georg y le retiró los cabellos de su rostro, estaba todo sudoroso.

 

— Georg...— le dijo ella, pero no sabía qué decirle en realidad. Él alzó su mano y la movió en señal de "no tienes que decir nada".

— En El Lago de los Cisnes, el cisne muere, pero muere por amor, y hoy me...—dijo débil alzando su otra mano para ponerla en el rostro de Deyna y acariciarla con su pulgar — hoy yo muero por amor también, doy la vida por mi más grande orgullo.

— Gracias, Georg — respodió ella.

— Soy yo el que debería darte las gracias — una lágrima le recorría lentamente el rostro.

Hubo un momento de silencio para que luego Georg volviera a tomar la palabra, con la tez cada vez más pálida.

 

— Perdóname... por favor, por todo.

— Te... te perdono Georg, todo quedó en el olvido.

— ¿Podrías por favor, ponerme en el agua?

Deyna con un poco de Arenilla, levantó el cuerpo de Georg y lo depositó en el lago, volvió junto a él para  tenerlo en sus brazos y así darle el último adiós al hombre que le había salvado la vida.

 

— Mira, —Dijo él mirando y señalando al cielo — es Aurora, está... llamándome — y también está mamá, ellas están esperándome, así como yo te esperaré algún día.

En ese instante un orbe de sueño se desprendió de su pecho y se elevaba, el tono de voz rudo y frío de Georg se iba perdiendo dejando en su lugar un delgado y susurrante reemplazo. 

Entonces, pasó algo que nunca antes había pasado: era el alba, sí el alba en el mundo de las pesadillas, donde solo hay noche sin estrellas.

 

— Tu lograste eso — le dijo Georg — y Las pesadillas elegirán otro rey, pero esta noche no habrán pesadillas en ningún rincón del mundo, como si nunca hubieran existido. Será una noche de paz. Estoy orgulloso de ti, Julieta.

En ese instante, un orbe de arenilla se desprendió, también del pecho de Georg, quien con esto último, dejaba esta vida, pero al menos la dejaba, como él dijo: por amor.



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En el texto hay: suenos, romance, magia

Editado: 27.11.2019

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