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― ¡¿Qué tú qué?! Por Dios, Alaia, ¿cómo hiciste eso?
― ¿Y qué querías que hiciera? El idiota me propuso sexo, ¿entiendes eso?
―Sí, sí… Ya sé que te da terror perder tu virginidad pero no es para que hicieras eso. Cuando nos casemos y seas la madrina de mi boda no te llevarás bien con él, ¿dime qué voy hacer?
―Isabella, no tengo idea qué harás, solo sé que mañana tenemos clases así que te deberías ir a dormir. ¿Sí?
―Bueno ya me voy, solo una cosa… ¿Por qué no sales con alguien?
―Isabella ya hablamos de esto.
―Sí, ya lo sé, es solo que no sé… te siento muy sola.
―Isabella.
―Ok, ya me voy, sé cuando no soy querida en un lugar. Buenas noches, te amo.
―Buenas noches Isabella ―digo y sale como loca de mi habitación.
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―Por aquí ―le digo al señor del taxi que se detiene frente la preparatoria.
Se supone que tendría que estar en mi primera clase hace 10 minutos pero no, la alarma no sonó e Isabella no me despertó. Fue hasta que su gato se subió a mi cama y como soy alérgica a ellos pues creo que está de sobra decir lo demás...
―Muchas gracias. ―Apenas digo eso salgo corriendo.
Al llegar al salón todos están poniendo atención a lo que el profesor está explicando, así que esa es mi oportunidad de entrar por detrás sin hacer ruido y sentarme de último como siempre lo hago, pero gracias a mi bendita suerte choco con el asiento de alguien y caigo de trasero en el suelo haciendo que todos me miren.
Estiro el cuello y puedo ver a Hunter mirándome con una expresión divertida. Sí señor, está conmigo en esta clase, lo bueno es que es la única.
―Señorita...
El profesor me queda viendo con cara de «¿qué haces ahí?» y yo digo la primera estupidez que se me ocurrió.
―Es que no encontraba mi lapicero, así que… Sí, eso… lo estaba buscando.
―Haré como que le creí y seguiré con mi clase. ―Se va dándome la espalda, así que con todas las miradas sobre mí y con la vergüenza más grande del mundo me voy al último asiento.
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«El más grande será el que pueda ser el más solitario, el más oculto, el más divergente, el hombre más allá del bien y del mal, el señor de sus virtudes, el sobrado de voluntad; grandeza debe llamarse precisamente el poder ser tan múltiple como entero, tan amplio como pleno».
FRIEDRICH WILHELM NIETZSCHE
― ¡Alaia! ―Hasta hace unos segundos estaba muy tranquila leyendo el libro en mi hora de descanso pero como siempre, a mí todo me sale mal, tiene que llegar mi querida prima.
― ¿Qué quieres, Isabella?
―Ay por Dios, que amargada eres.
―Isabella, ya en serio. ¿Qué quieres?
―Pues te vengo a decir que hoy lo chicos organizarán una fiesta en la playa y me pregunto s…
―No.
― ¿Qué?, pero si no me dejaste terminar.
―Sí, lo sé pero no.
―Pe...
―Isabella dije que no. No tengo tiempo para eso y además ahí no estará nadie a los que les hablo.
―Tú no le hablas a nadie Alaia, además estaré yo. ―Me sonríe.
―Con mucha más razón para no ir. ―Me mira con cara de ofendida―. La vez anterior que te acompañe a una fiesta me emborrachaste y terminé mal por tu culpa.
―Pero ya te pedí perdón por eso.
―Y te perdoné, pero no iré.
― ¡Ay! ―me dice de mala gana―. Ok, está bien pero que conste que yo te quería sacar de tu caracol ―dice y se va lanzándome un beso.