Mel manejó por poco menos de cuatro horas a Boston desde Nueva York. Y ha llegado a la entrada del edificio mientras Andros la espera.
—Ven pequeña que ya te extrañaba.
Él le revoloteo el pelo y ella se dejó llevar gustosa. A veces la trata como una niña y no es que poco más de dos años de diferencia de edad fuera mucha, pero el papel de hermano mayor se lo toma muy en serio.
La ayudó con las maletas que realmente no son muchas. Ha dejado buena parte de su ropa en la casa, porque tiene la clara intención de renovar su armario.
Su padre nunca cuestiona en qué se gasta el dinero, pero sin duda los bajones que le da a la tarjeta deben tener un impacto considerable en sus cuentas bancarias.
Dijo que su padre no cuestiona sus gastos... Bueno él no tiene oportunidad de hacerlo. Y obvio él puede reducirle el dinero, cancelar sus tarjetas o hacer lo que él quiera con su dinero. Pero no lo hace porque LA CULPA tiene un nombre: traición, falsedad e hipocresía.
La realidad es que el señor Andros es la forma que puede saber dónde ha ido pues revisa cada movimiento. Mel suele usar poco efectivo, y si mucho la tarjeta.
"BIENVENIDA" dice el letrero colgado en la pared. Y en la mesa de centro un ramo de alcatraces color negro. Sus favoritas. Hay dos platos listos para la cena y segura está que es su comida favorita también. Lo abrazó por eso y mucho más. Lo adora.
—Por fin saliste.
—Por fin.
Mel suspiró. Y entonces se acordó de Niky, ella debía estar ahí con ellos, con ella. Cómo alguna vez dijeron: “Boston, Harvard, Derecho”.
Que jodida puede ser la vida a veces, pensó. Y agradeció a su papá y a Jessica por joderle la vida. También a Niky por su hipócrita amistad, y a todos, porque sino fuera por ellos no sabría como es el mundo de verdad.
Andros se le quedó mirando. Y segura está que sabe en quien piensa. Porque él piensa en ella también. Lo nota algunas veces cuando ve alguna mujer de pelo rojo. Se pierde en ella, observándola detenidamente, y siempre ha deducido que extraña su compañía, los momentos que pasaban juntos, y Mel piensa que es más por su amistad que por el breve amorío que tuvo con ella. También ha observado que ninguna de las novias que ha tenido, que no son muchas tampoco, ha sido pelirroja, y jamás a dicho “que bombón de mujer" cuando alguna pelirroja se le lanza. Y algunas han sido guapísimas, pero las ignora.
En fin, Mel siempre ha querido creer que la hecha de menos por su amistad así como ella, porque tampoco es que hablen de ella. Para Mel es un tema prohibido del que no habla con nadie, ni siquiera con él. Y si alguna vez sale el tema lo cambia inmediatamente.
—Déjame adivinar. ¿Lasaña? — preguntó a las risas.
Él sonrió también. Bingo, ha acertado. Después se dirigió a la mesa y destapó el platón de la comida. Se ve deliciosa. Huele igual. Inhaló hondo para saborear el olor.
—¿Te llevó mucho hacerla?
—Desde la mañana—, le dijo tan serio que otro que no lo conoce podría creerle.
Andros no es capaz ni de poner a hervir agua. Le dio un codazo en las costillas
—Si cómo no— y empezaron a reírse.
Que bien siente Mel estar con él. Caminó y se dejó caer en el sofá. No está acostumbrada a manejar distancias tan largas y además no se detuvo en las cuatro horas de viaje. Se siente cansada.
—Y que me dices de tu vida de soltero. Así que no tienes novia.
—Por el momento no.
Andros está recargado en la mesa de la cocina integral tomándose un vaso de jugo de piña.
—Por el momento—, repitió en voz baja—. ¿Alguna que te guste?
Él se rió.
—Una chica de la universidad detective Mel.
—¿Y hay avances?
Andros se le quedó mirando.
—Por el momento sólo somos amigos
—“Amigos"
—Que curiosa andas.
Ya la conoce, va a empezar a las bromas.
—Y que haces cuando tienes ganas de... —comentó a las risas.
—Mel…
—¿Qué? Ya no soy una niña. Apoco no vas y buscas sexo por ahí.
—Mel…
Él puso los ojos en blanco y ella empezó a reírse. Muere de ganas por conocer a la "amiga".
—¿Vas a querer si o no?—, le preguntó dirigiéndose a la mesa y destapando el platón de lasaña. A él también le gusta mucho.
Mel se paró del sofá y se sentó en una de las sillas.
—¿Así esta bien?— preguntó Andros y Mel lo miró con cara de no seas cabrón.
—¡Ponle más!
Le puso otra ración a las risas. Esa es su vida con su hermano. Lo único que realmente la hace feliz.
Y fue así como llegó el primer día de chica universitaria.
—Así que tu eres Mel Forbes, la encantadora hermana de Andros—, le comentó uno de sus amigos—. Soy Ryan Cole a tus órdenes.
—Hola Ryan—, respondió sonriente.
Conoce a los otros dos, los amigos de su hermano, menos a él. Y está como para tirárselo. Y eso la hizo preguntarse ¿Dónde demonios lo escondió Andros todas esas veces que ella venía a verlo? Aterriza Mel dijo la voz interna de la razón. La REGLA NÚMERO 1 es: los amigos de tu hermano están descartados.
Esa es la única regla que no romperá de las pocas que tiene y que respeta. Ryan Cole esta buenísimo, pero su primer candidato del día está descartado. A los demás los conoce de sobra. Diego y Steve menudo par de cabronazos y reventados que le caen súper bien. Se imagina que ya se han tirado a media universidad. Y ella estará en la otra mitad que no se han tirado y que no se tiraran jamás. Gracias Andros por tener amigos tan comibles que no puede tocar.
Ryan no es de Boston, como muchos de los estudiantes de ahí. Y viaja cada fin de semana y se la pasa con su familia.
Mel tiene su primera clase del lunes, que empieza a las siete de la mañana. Todo ese primer semestre va a tener que madrugar. Y lo mejor que Andros también tiene la primera a la misma hora y la última igual. Amará los lunes. Como en los viejos tiempos cuando ella se iba con él y luego pasaban por... Detente Mel se dijo. Ella está muy lejos viviendo su vida al lado de su madre, y con su papá. Seguramente hasta la lleva a la escuela, seguramente hasta su graduación fue. Seguramente la quiere más que a su propia hija y familia. Su madre tiene razón. Su padre prefiere a las otras.
Su padre hubiera ido a la graduación, si ella hubiera ido también. Aunque lo habría ignorado como siempre.
"Ellas son su familia ahora, nunca lo olvides niña" le dice su madre a cada momento.
Mel entró a la primera clase. Las dos horas se le fueron volando. Las otras también. Una chica se le acercó a eso del medio día.
—Hola me llamo Ana, ¿Y tú?—le preguntó sonriendo.
Mel se le quedó mirando con muy poca expresión en el rostro. Actitud aprendida de su madre, quien le decía pon cara de perra y todas sabrán que no viniste para hacer amigas.
Mel se dio media vuelta y siguió su camino a la siguiente clase dejando a la chica parada como idiota. "En la vida venimos solos y nos vamos solos. Los amigos no existen, pero eso tú ya lo sabes" decía su madre.
A las tres de la tarde fue su ultima clase. Salió y se reunió con Andros en el estacionamiento.
—¿Qué tal el primer día?
—Bastante bien. No sabía que tuvieras notas tan altas. Digo, siempre has tenido notas altas, pero tus profesores esperan de mí que sea tan espectacular como tú.... Pobres, menuda sorpresa se van a llevar cuando me pongan el primer examen.
—Lo dice la chica que salía con mención honorífica, la mejor de su clase, que digo, de toda la puta escuela Mel.
Lo último sonó como reproche.
—Eso era antes.
Antes que se metiera en el alcohol, las drogas y el sexo. Si Andros se lo escupe en la cara nuevamente va a tener toda la razón. Pero se quedó callado.
—Vamos a comer.
—Que sea ensalada por favor. Después de toda esa lasaña que comimos ayer necesitaré ir al gimnasio más seguido.
—Te hará muy bien te lo aseguro—, le dijo él—. ¿Entonces irás conmigo al gimnasio?—, preguntó después.
—Sino tengo otra opción—, contestó con resignación.
El del gimnasio es él, ella solo cuando está con su hermano. Prácticamente la obliga que vaya con él. No es tan malo lo admite. Aunque al siguiente día no puede ni moverse. A ella le gusta correr, pero ha visto a las chicas que se ejercitan y tienen unas piernas fabulosas. Sí, definitivamente irá todo los días con Andros. Solo tiene que ver a su hermano y a sus amigos sobretodo, para darse cuenta de los resultados por hacer ejercicio con aparatos.
—De momento vayamos por una hamburguesa entonces— dijo Andros.
—Vas a engordar y perder músculo fortachón.
—Esas calorías se bajan rápido.
—Lo sé—, dijo a las risas Mel.
Andros no le hizo caso. Ya sabe por donde va. Y ella no lo siguió picoteando tampoco. Sabe que después se va a enojar.
Y así pasó el primer mes de universidad que fue todo un tema de adaptación a la profesión... Introducción al derecho civil, penal, mercantil, administrativo, constitucional, jurídico, familiar. Y tres de sus profesoras son unas perras malditas que si se apendeja en el primer semestre la sacan.
Y en ese primer mes conoció a Bill.
—Hola muñeca.
Ella giró la cabeza, es la primer conquista del mes. Y cómo se la ha pasado muy bien con él, lo puso en la carpeta de "nos volveremos a enrollar", y así fue como salió otra vez con él, y mientras están en la cama le dice cosas bonitas.
—Me encantas Mel.
Ella se ha dado cuenta que es la palabra que más emplea. No hay un té quiero, te amo. Nada de eso, solo piropos, y ese tipo de cosas enfocados a su físico. Y ella medio siente algo mientras se enrollan. Todo sexual obviamente. Sin ningún compromiso ni nada parecido, se la pasa bien con él en algunas ocasiones.
Al año Bill se graduó y regresó a Colorado con la novia a la que le puso el cuerno con ella varias veces y con la que seguramente se casó. Bill pasó a la carpeta "uno más". No cabe duda que todo los hombres son iguales tal y como siempre le dice su mamá.
Así pasó el primer año. Ante todo pronóstico ella seguía en Harvard. Y como era de esperarse su hermano empezó a ponerse intenso con ella.
—Me desagrada lo que dicen de ti.
Mel puso los ojos en blanco... Ahí va de nuevo con la misma canción.
—¿Y qué dicen de mí? Que soy una zorra, una puta. Vamos Andros eres hombre, y seguramente sabes que esos que hablan son una bola de cabrones promiscuos que no son nada diferentes a mí, y yo no oigo hablar nada de ellos si acaso que son unos mujeriegos.
—Es imposible hablar contigo. Si tanto te gusta el sexo porque no te buscas un novio. ¡UUNOOO!
Mel creyó que UNO es una nota alta de ópera porque pensó que no iba terminar de pronunciarla jamás.
—¿Novio? Perdona si me rio. Pero no quiero ser la novia tonta y estúpida a la que no pierden oportunidad de ponerle el cuerno a cada rato.
—Ese es el problema de escuchar solo a nuestra madre.
—Todos son iguales, solo mira a la bola de cabrones que hay aquí. Quizá tú seas la excepción a esa regla.
—Mel, si los buscas casados obvio serán infieles, si los buscas con novia obvio serán infieles, y si los buscas cabrones te vas a encontrar con ellos. Los bares que frecuentas son para eso, encuentros casuales. Si sigues en ese segmento de búsqueda todos serán iguales. Pero que me dices de Ronald por ejemplo.
Lo miró enojada y sintió opresión en el pecho. Puto Andros dio en el clavo. Ronald Cole... Ella suspiró por dentro. El hermano mayor de Ryan. Y si ella creyó que Ryan esta buenísimo, se quedó pendeja cuando conoció a Ronald. Porque él no sólo le gustó físicamente, sino que cuando lo comenzó a tratar y él intentó enamorarla, ella se dio cuenta que es el tipo de hombre que ve en Andros. Entonces salió corriendo a pesar que él siguió buscándola. Pero Mel se alejó más y más, porque no quiera el cielo se fuera a enamorar.
—Tengo una cita y no me esperes.
—Deberías enfrentar las cosas en lugar de salir corriendo todo el tiempo como una niña caprichosa y mimada haciendo rabietas que no te dejan nada bueno.
Eso le dolió a Mel. Y Andros está que se lo lleva la fregada.
Mel salió del departamento y pidió un taxi, y mientras va por las avenidas principales de Boston, va pensando en la pequeña diferencia que tuvo con Andros. Ese es el problema cuando Andros se pone modalidad serio. Le hace sentir culpable por la forma en que lleva su vida. No tiene amigas, no tiene novio. Quizá las amistades más cercanas con las que convive son las de su hermano, pero los días como hoy, son cuando se siente tan miserable, tan vacía que anhela lo que alguna vez tuvo, aunque haya sido con hipocresía, y que se perdió cuando supo la verdad.
El taxi se paró en el estacionamiento de uno de los bares que frecuenta, pagó, se bajó y entró. Ahí está el mismo barman que en los últimos seis meses le sirve la copa.
—Hola Mel— la saludó y le sonrió.
—Hola Dylan.
—¿Lo mismo de siempre?
—Sí.
Le sirvió un Martini y se fue a seguir atendiendo. Mel sabe que ella le gusta. Quizá tiene unos 25 o 26 y desde hace tiempo observa la forma en que la mira. Quizá un día de estos le haga la noche feliz.
—¿Puedo invitarte otra?
Le preguntó un tipo que se acercó señalando la copa de ella que está casi vacía. Mel le sonrió estudiándolo brevemente.
—Gracias. Estoy esperando a mi novio.
—Lo siento.
El tipo se marchó. Primer candidato del día descartado.
—Dylan me das la cuenta—, le dijo extendiéndole la tarjeta para que realizara el cobro.
Esa noche regresó al departamento como a las diez de la noche y Andros no estaba. Odia discutir con él. Se metió a su cuarto y se acostó en la cama pensando en su vida y su futuro. Va a salir de la universidad y en lugar de incorporarse en la empresa pondrá un despacho. Pero también está la parte de su vida social ¿Cuál? Se preguntó. Sin amigas, sin novio. Que jodida vida la suya.
Acostada en la cama y pensando no se dio cuenta que Andros llegó hasta que oyó voces. Es la primera vez que Andros mete una chica en el departamento desde que ella llegó. Al menos que ella se diera cuenta. Y como ella sale varias veces por la noche quizá no lo había notado. Mel agudizó el oído. Oye risas. Por lo menos alguien está feliz y pasándola bien pensó. Siguió oyendo.
—No has cambiado en nada.
Dijo su hermano con evidente coquetería.
—Tú sigues igual de guapo— contestó la mujer —. No podía venir a Boston sin saludarte— agregó la chica.
Mel espera no tengan ese tipo de conversación caliente.
Andros creé que su hermana anda fuera. Se ha ido en taxi y dejado el auto, y generalmente cuándo sale llega en la madrugada o hasta el otro día.
Entre la pareja la plática siguió y él le respondió, mientras en la habitación Mel sigue oyendo.
—Que bueno que lo has hecho— dijo él.
—Supongo que no sales con nadie. Sé que no estaría aquí sino fuera así y no sería por mí sino por ti. Te conozco Andros.
—No estoy saliendo con nadie. ¿Y tú?
—Tampoco. Has sido el mejor sexo que he tenido. Si quisiera casarme, definitivamente tú serías ese hombre.
A Mel le dio risa. Sí, lo admite, su hermano es un partidazo.
—Hablando de sexo, has sido una buena maestra.
—Ya venias bastante ingenioso te diré.
Hubo más risas. Y Mel intenta no estar de chismosa.
—Y aún así te fuiste después de dos años que estuvimos juntos.
—Siempre seré diez años mayor que tú. Y aún tienes mucho que recorrer, chicas por conocer y ya llegará la indicada.
Mel supo quién es ella. Dona Wilson. Conoció su amorío con ella. Él acababa de entrar en la universidad, tenía dieciocho y ella veintiocho. Andros la conoció, se gustaron y estuvieron juntos por dos años. Mel está segura que con ella exploró sus más bajos instintos porque alguna vez le contó sobre lo desinhibida que es. Y mira que sacarle algo a su hermano de su vida sexual es una odisea. Mel agarró sus audífonos y se los puso para escuchar música porque no quiera el cielo oír a su hermano teniendo sexo con ella o con ninguna otra mujer.
De todas formas Andros y la mujer se fueron a la habitación de él. Y como él ya conoce a Dona, puso buena música y le subió el volumen.
A la mañana siguiente Mel se levantó muy temprano. Es sábado y piensa viajar a Nueva York para saludar a su mamá. El vuelo sale a las ocho y son las cinco de la mañana. Andros sigue dormido y no sabría decir si Dona sigue ahí. Salió del cuarto y le anotó en el pizarrón de imán que tienen en el refrigerador que regresaba hasta el domingo y que la disculpara por cómo se había portado ayer. Le puso unos corazones y unos besos y después agregó otros con el pintalabios. Y le puso “te quiero mucho hermano”
Mel llegó a las 8:30 am a Nueva York. Su mamá fue por ella al aeropuerto cosa que se le hizo raro, ya que casi siempre manda un chofer. En una familia normal y amorosa es ahí donde se abrazan con emoción y alegría. Pero su madre no es así. Le dio un beso y nada de "como te he extrañado, quería tanto que vinieras". Ellos ya están acostumbrados a su forma de ser. Desayunaron en un restaurante y después pasaron de compras por algunas tiendas departamentales.
Rumbo a la casa, al pasar por la casa vecina Mel observó que ha sido vendida. Hace algunos meses la pareja de ancianos que vivía ahí la puso en venta.
—¿Hace cuanto la vendieron?—. Preguntó.
Tenía un mes que no iba a verla.
—La semana pasada llegaron los nuevos vecinos.
—¿Y ya hicieron las presentaciones formales?—, preguntó conociendo la respuesta.
Seguramente ya. Su madre no va a perder la oportunidad de mostrarse siempre tan educada, tan amable. Tan Emma Forbes.
—Es un matrimonio con dos hijas de catorce y dieciséis. Y un joven quizá de tu edad. Estudia en la universidad de Columbia.
—¿Y cuál fue tu primera impresión?.
—Se ven correctos.
Correcto significa que le encontrará todos los defectos.
Cuando llegaron y se estacionaron, Mel entró y no tardó ni una hora en volver a salir. La realidad que le sofoca estar en la casa. A veces se pregunta a qué demonios va.
Es de esperarse que su papá no esté. Desde que ella se fue, su ausencia se notó al instante. Pasa casi todo el tiempo en Los Ángeles. Menudo descarado pensó, y ellas un par de zorras.
De hecho, él señor Andros se mudó a Los Ángeles. Y cuando viaja a Nueva York es por negocios y se queda en un hotel.
Mel tomó la camioneta de su mamá para salir. Ahí están los tres autos de su papá. Aunque falta ese deportivo fenomenal salidito de la agencia que vio en el celular de Andros. No quería verlas pero le ganó la curiosidad. Aquel auto es un carraso. Encendió la camioneta, y arrancó. Los carros de su papá le gustan más, pero no se sube a sus autos. Prefiere caminar antes que poner un pie en ellos y que su olor la invada.
Mel salió a dar una vuelta. No tiene ningún lugar a donde ir. Sin amigas y sin novio hace dos cosas: comprar cosas o seducir algún tipo que le guste en algún bar. Optó por lo primero y compró varias cosas y regresó a casa. Ya en la noche saldría a dar la vuelta.
Va entrando a su casa y vio cuando llegó. Viene en un auto deportivo color rojo. Se estacionó fuera de la casa y bajó con la maleta en la mano. Debe ser el hijo de los vecinos nuevos. Del uno al diez le dio un diez y le daba más y no precisamente una calificación.
Mel entró a la casa y se metió al cuarto. Se bañó y se la pasó acostada casi toda la tarde. Hasta las cinco se levantó, se arregló y decidió salir a dar la vuelta. Son las 7:30 pm cuando tomó nuevamente la camioneta de su mamá y salió a la calle. Abrió el portón y no lo vio. El perrito que salió como una bala y se le ocurrió meterse en las llantas de la camioneta.
— ¡Raaandy detente!
Gritó alguien pero Mel solo oyó el ladrido del perro cuando lo atropelló. Se paró de golpe y bajó del auto corriendo.
—¡No lo vi!—, le dijo al vecino que ya está sacando al perrito debajo de la camioneta— ¡Discúlpame. No lo vi!
Mel no sabía ni que hacer. El vecino se nota un poco desesperado porque el perrito no se mueve.
—Aún respira— dijo aliviado—. Hay que llevarlo a una veterinaria. ¿Sabes dónde hay una?
—Sube. Te llevo.
El joven la observó.
—Parece que vas a salir. No quiero interrumpir tu noche. Mejor dame la dirección y no pierdes tu ¿cita?
Bueno si miras su vestimenta parece que a eso va, una cita. Mel sonrió a medias y se dijo interiormente “No corazón, yo no tengo citas, yo voy a cazar hombres y a comérmelos después”
—No te preocupes—, respondió—. Vamos.
Ella se subió a la camioneta y la encendió, y él sin pensarlo se subió también. Mel nunca tuvo una mascota pero sabe que hay una veterinaria no muy lejos de ahí.
—Aguanta pequeño que solo fue un llegue.
El joven le acaricia la cabeza. Mel se siente tan apenada.
—De verdad lo siento. No sé que decir para disculparme.
—No es tu culpa. Tiene la costumbre de meterse debajo de los autos cuando arrancan. Mis hermanas saben que deben amarrarlo si lo van a tener en el patio de enfrente. Ya les han dicho mis papás varias veces y yo también—. Él empezó a buscar algo en sus bolsillos—. ¡Maldición dejé el móvil!
—Te presto el mío. Tómalo.
—Gracias.
Marcó un número pero nadie le contestó. Volvió a marcar y no tuvo éxito otra vez.
—Perfecto nadie contesta. Como en las películas.
Ambos rieron a medias. Aunque realmente se ve preocupado.
Llegaron a la veterinaria y la recepcionista los atendió con amabilidad mientras él le explica lo que pasó.
—Fue atropellado. No reacciona.
La señora de la recepción tomó el teléfono y marcó al veterinario que está dentro del consultorio. Él salió inmediatamente.
—Hola, díganme ¿Qué tenemos por aquí?
Tomó al perrito y ellos lo siguieron a su consultorio. Mel habló.
—No lo vi y lo atropellé.
—Solo fue un rozón con la llanta yo vi—, dijo el chico.
—Vamos a examinarlo—. Y comenzó a revisarlo—. Respira normal. No presenta lesiones externas. Voy a hacerle una radiografía. Pueden esperar aquí.
Se llevó al cachorro y varios minutos después salió.
—Hay que operar la pata derecha. El golpe lo recibió aquí.
Señaló y mostró en su portátil las radiografías que le ha tomado.
—¿Porqué no reacciona?—preguntó el dueño.
—Sufrió un ataque de ansiedad—. Ambos levantaron las cejas sorprendidos. Mel no tiene idea que a los animales también les pase ese tipo de cosas—. Pueden esperar en la sala. Cuando termine podrán verlo.
Se sentaron en un sofá.
—Mi nombre es Melissa Forbes. Pero me gusta que me digan Mel.
—Hola. Me llamo Williams Fellner. Me puedes decir Will. Es una pena que nos conociéramos en éstas circunstancias.
Ambos sonrieron mutuamente.
—¿Puedes prestarme tu movil otra vez por favor?
—Claro.
Mel lo sacó del bolso y se lo dio. Marcó y nada.
—Mis papás deben estar preocupados. Quedamos a las 8:00 en ir a cenar. Yo los alcanzaría. Mi mamá tiene razón cuando me dice que me aprenda el numero de mi papá y de mis hermanas.
Mel solo se sabe el suyo. Sonrió.
—Tienes suerte de saberte uno— le comentó.
—Resulta que todo se lo dejo al celular y un día se te olvida tienes una urgencia y solo te sabes uno, que a parte ni responde.
Ambos asintieron con la cabeza.
Siguieron platicando sin ser consientes de la hora hasta que se dieron cuenta que son casi las diez de la noche. El veterinario lleva bastante operando al cachorro. A los pocos minutos salió.
—Todo muy bien. Algunos cuidados y en dos semanas estará brincando. Maggie mi asistente les dará todas las indicaciones para sus cuidados.
Esperaron otro rato más y como a los quince minutos ya estaban de regreso. En casa de Will están las luces prendidas.
—Deben estar muy preocupados. ¿Quieres entrar?
—Creo es un poco tarde—. Dijo ella y sonrió levemente.
Van a dar como las once.
—Me despido. ¿Te veo mañana? Me voy hasta la noche. Podemos desayunar juntos, si quieres—. Le comentó.
No aceptes Mel se dijo, porque su intuición le dice que Will es de la carpeta "mejor no tratarlo".
—Esta bien— respondió ignorando su carpeta mental.
—¿A las nueve te parece bien?—, preguntó y ella asintió—. Hasta mañana Mel. Que descanses.
Mel lo vio entrar y ella iba hacer lo mismo pero cambió de opinión y no lo hizo. En lugar de eso se dio una vuelta y condujo hasta el bar que tan bien conoce. Cuando llegó se sentó frente a la barra como siempre.
—Un Martini.
El barman llenó la copa y a los pocos minutos se acercó un hombre. Lo estudió discretamente. Se sentó a un metro de distancia.
—Wiski— le pidió al barman y enseguida le llenó la copa. Trae anillo. Casado. Unos 33 años tal vez.
La voz de Andros retumba una y otra vez dentro de su cabeza. "Si el segmento de búsqueda es el mismo todos serán iguales", "si te gusta tanto el sexo porque no te buscas un novio, uno".
Si le gusta el sexo. Pero hay muchas, muchas veces que solo lo busca por... Por pendeja, por débil, por tonta, por el simple hecho de demostrar que la vida le importa poco, por acostarse con alguno y confirmar que todos son iguales. Y sí le gusta el sexo, porque a veces se ha sentido bien, pero casi siempre al final no siente nada y eso la hace buscar más y más. Mel se paró, pagó, y se fue a la casa.
Al día siguiente se levantó a las 7 de la mañana. Se bañó y se arregló. Y ahí está, indecisa sobre que ponerse. Tomó unos pantalones ajustados color negro y un top blanco. Encima se puso un saco blanco con negro. Escogió una gargantilla pequeña de una sola pieza color negro. Zapatos cerrados de punta de 10 cm.
Generalmente se arregla bien, y punto. Pero hoy se está esmerando demasiado por dar una buena y agradable impresión, y no del tipo "te quiero llevar a la cama".
Se arregló el pelo, se puso maquillaje con retoques muy discretos y salió de la casa como a las 9:05 am. Ahí está él, parado fuera de su auto recargado sobre la puerta.
Mel está nerviosa. Se acercó.
—Hola Will.
—Hola Mel.
La saludó dándole un abrazo y un beso en la mejilla.
—No conozco muy bien la zona pero he visto un par de restaurantes que parecen buenos.
—Hay muchos, te lo aseguro.
—¿Quieres escoger tú?
—Por supuesto—, respondió ella.
—Adelante entonces.
Él le abrió la puerta del auto y Mel subió y se sentó. Está bastante ansiosa lo cual no es normal, pero se entiende. Ella no tiene ese tipo de salidas.
Mel lo llevó al Grills. Es un restaurante bastante ambientado, buena comida, frente al mar. Después de terminar dieron una caminata por la calzada. La brisa del mar se siente bien cuando golpea la cara. Hace años que no se sentía así. Como iba a hacerlo si se la ha pasado complicándose la vida con cada decisión que ha tomado.
Platicaron todo el rato y en unas cuantas horas conoció un poco más de Will. Y llegó el momento en el que se despidieron y ella sintió que el día terminó tan rápido que no fue consciente de eso. Regresaron a casa porque ella tiene que irse a Boston.
A las ocho sale su vuelo y Will se ofreció a llevarla al aeropuerto porque dijo que le queda de paso para irse a Manhattan.
—¿Nos vemos el viernes?— preguntó él.
—Me parece bien— respondió ella.
—Puedo pasar por ti al aeropuerto, si quieres.
—Tomaré un vuelo como a las seis de la tarde y es media hora de viaje.
—Yo te recojo a esa hora. Me confirmas vale. ¿Te puedo dar mi numero?
—Claro.
Así fue como intercambiaron números de teléfonos, y luego se despidieron con un beso en la mejilla cuando ella entró a la sala de abordar.
Will se fue.
La semana en la universidad pasó lenta. El fin de semana Mel volvió a viajar a Nueva York, pero esta vez se fue en viernes saliendo de la universidad.
Tomó el vuelo de las 6:30 de la tarde. Will la recogió en el aeropuerto a las siete de la noche como quedaron en los mensajes que se estuvieron enviando durante la semana.
En cuanto la vio se paró del asiento y caminó hacia ella dándole un beso en la mejilla.
—¿Qué tal ha ido el viaje?
—De lo más tranquilo. Media hora no es suficiente ni para cerrar los ojos. ¿Y a ti?
—Dos horas y media de buena música después de toda una semana de estrés es suficiente.
Ambos rieron y comenzaron a caminar al estacionamiento
—Medicina debe ser una carrera muy difícil.
—Requiere un nivel de dedicación que sorprende. Ahora entiendo a mis padres cuando se ausentaban tanto.
—Cardiólogo y neuróloga. Suena bastante demandante. ¿Y en qué te vas a especializar?
—Neurología. Aún falta mucho para eso. ¿Y usted abogada Mel?
—Todavía no lo he pensado.
Llegaron al auto y él le abrió la puerta del copiloto
—Gracias—, le dijo Mel.
Ella lo observó mientras él camina alrededor del auto para sentarse al lado del volante.
—¿Quieres que te lleve a tu casa o vamos a cenar?
—Podemos ir a cenar.
—¿Algún lugar de tu agrado?
—Conozco uno. Creo te va a gustar.
Y así empezó todo con Will. Tres meses después seguían saliendo cada fin de semana como amigos, sin parecer que él quiera intentar algo más con ella.
Llegó un viernes más, y Mel tomó su vuelo y Will fue por ella al aeropuerto como todas las veces anteriores. Dice que le queda de paso cuando viene de Manhattan, pero la realidad es que debe desviarse con media hora y ambos lo saben.
—Hoy si estuvo de locos la autopista—, comentó Will.
—Bueno, allá arriba—, Mel señaló el cielo—. No había tanto.
Se rieron y caminaron hasta el estacionamiento.
—¿Y si vamos a caminar por la playa?— le preguntó Will.
—Vamos.
Él condujo por las calles de la ciudad hasta llegar a la playa. Se estacionó y se bajaron. Mel fue la primera que se quitó los zapatos.
—Si no te ensucias los pies, no cuenta—, le dijo a las risas.
Will se rió e hizo lo mismo y empezaron a caminar por la arena por un rato, mientras las pequeñas olas del mar llegan hasta ellos mojándoles los pantalones también.
—Es una vista hermosa.
Comentó Will y ambos miraron hacia lo largo del mar donde el sol se ha escondido. Mel alzó la mirada al cielo. Es una de esas pocas noches donde se puede mirar las estrellas. Pero Will no mira al frente ni al cielo, la observa a ella.
Mel sintió sus dedos entrelazarse con los de ella y no fue capaz de retirar la mano. La sensación que le produjo le dio miedo. Aquello se siente bien pero está mal. "Todos los hombres son iguales" dice su madre.
Will tomó el valor para decidirse a confesarle los sentimientos que tiene hacia ella.
—He querido hacer esto tiene días—, dijo acercándose más y más.
Mel sabe que va a besarla. Lo ve en su mirada y no quiere resistirse. Ella buscó sus ojos y Will tomó su barbilla uniendo sus labios a los de Mel. No hubo lenguas jugueteando, ni nada de eso, pero lo que la hizo sentir no se compara con nada de lo que ha sentido antes. Se apartó agitada pensando que debía parar aquello de una buena vez, pero no pudo, y sus labios volvieron a unirse con más urgencia.
Después siguieron caminando tomados de la mano, y mientras caminaban también se paraban y se besaban nuevamente. Hasta que regresaron, y la dejó en su casa despidiéndola con un beso bastante intenso, mientras estaban parados en la puerta. Mel le dio las buenas noches y entró a la casa recargándose sobre la puerta mientras cierra los ojos recordando cada momento del día.
La sensación que tuvo fue mil veces mejor que las relaciones sexuales mediocres que ha tenido hasta el momento. Mel estaba por caminar hacia su cuarto, cuando vio a su mamá sentada en el sillón de la sala.
—¿Sales con el hijo de los vecinos?
—Will. Se llama Will mamá— respondió Mel sorprendida por su presencia, de la que no se había percatado.
—No sé que tipo de noviazgo piensas tener con alguien que estudia lejos de aquí y tú por allá. Niña, los cuernos que te van a poner se van a ver desde Manhattan a Boston—. Mel ignoró el comentario de su madre y se dirigió a las escaleras, pero ella siguió hablando—. Recuerda lo que te digo.
Mel no se detuvo y caminó hasta su cuarto aventándose sobre la cama y sintiéndose sobre las nubes todas las seis semanas siguientes que pasaron, en las cuales cada fin de semana se fue a Nueva York para estar con él.
Llegó otro jueves por la tarde y Andros le habló antes de salir. Va muy bien arreglado, así que supone saldrá con Roxanne. Él la ha pretendido por algún tiempo.
—Has andado muy ocupada los últimos meses—, comentó casualmente según él. Mel sonrió—. Me gusta verte así pequeña—, terminó diciéndole.
—¿Estás saliendo con alguien?—, le preguntó Mel adelantándose a la misma pregunta que él iba a hacerle.
Andros asintió.
—Con Roxanne. Apenas en la semana le pedí fuera mi novia.
—Me agrada.
—A mi también— sonrió él—, ¿Y tú sales con alguien?
Mel se siente vulnerable diciendo que tiene un novio, y claro que Andros se da cuenta que algo pasa. Algo bueno por cierto, porque sus salidas nocturnas han terminado.
—Me gusta verte así—, le dijo dándole un beso en la mejilla y se fue sin preguntar nada más.
Mel se quedó feliz en el departamento esperando llegara el viernes.
Es viernes, seis de la tarde cuando Mel aterrizó en Nueva York. Ese fin de semana está más nerviosa que el anterior. Will se lleva las cosas con calma, pero sin duda quiere acostarse con ella. Lo ve en sus ojos por la forma en que la mira, la abraza y le besa el cuello. Después de los besos que se dan, ella se queda con la sensación de deseó. Y por primera vez en mucho tiempo ella también quiere tomarse las cosas con calma.
Ese día por la noche irá a una cena en su casa. Sus padres han organizado una fiesta por su aniversario de bodas, y Will quiere que esté ahí para presentarla a su familia como su novia. Toda la familia, incluida la que vive fuera del país estará presente.
Ella se bajó del avión y caminó a la sala de espera del aeropuerto para reunirse con él. Lo vio sentado con los brazos recargados sobre sus piernas y las manos agarradas entre sí. Al voltear la vio y sonrió levantándose al instante. El corazón a Mel se le va a salir.
Will le besó la frente y ella casi muere sintiendo miedo de lo que un simple beso en la frente puede hacer. Fue lindo y se sintió tan bien.
—Supongo vas a querer llegar y arreglarte.
—Supones bien—, respondió sonriendo y pensando en el vestido que se ha comprado durante la semana en un espacio que tuvo libre.
Es color azul marino, con aplicaciones en lentejuela y cuello halter. Trae una cintilla a la cintura en razo, y un bolso de mano pequeño en razo también. Hoy lo va a lucir, y claro que se tomará su tiempo.
Caminaron al auto, y después la dejó en la puerta de la casa con dos horas para arreglarse.
A las ocho Will irá por ella, y aunque vive a un lado, le dijo que es de caballeros no dejar que llegue sola.
Mel entró y la señora del servicio le dijo que su madre había salido desde ayer.
Su mamá tiene una casa de verano. Aunque es en un lugar frio. Y en ocasiones se va allá. Mel se pregunta si sola. No lo sabe y no se atreve a preguntarle. Aunque ha notado que su madre siempre sale de viaje cuando la invitan a reuniones. Y ha llegado a la conclusión que es la forma en que puede justificar porqué el sr. Andros Forbes no va con ella a ningún lado. También es una forma de hacerle al tonto, porque todo mundo sabe que el señor Antros no vive ahí y tiene una amante.
Pero por el momento para Mel saber que su mamá no está la hizo sentir alivio, porque tiene mucho recelo sobre su relación con Will. Sin pérdida de tiempo Mel subió, se bañó y se arregló.
A las ocho en punto tocaron la puerta, bajó para abrir. Will la observó con todo descaro admirando lo hermosa que es.
Él está muy enamorado de ella. Le gusta mucho su forma de ser, de reír y lo bien que se la pasan juntos. La distancia le choca, pero es algo que puede soportar. Y muy diferente a lo que dice la señora Emma, Will respeta la relación que tiene con Mel. Ha sido educado de esa forma por su madre y padre, pues siempre le recuerdan que las relaciones se respetan y la confianza es primordial. Y eso hace él. Y también la desea bastante, quiere hacerle el amor. Él quiere que hoy, después de la fiesta, llevarla a un lugar donde puedan estar completamente solos.
—Te ves preciosa.
—Gracias. Y tú muy guapo— le respondió Mel sonriendo como estúpida enamorada.
Él la tomó de la mano y la jaló suavemente besándola con urgencia. Ella también siente unas ganas de hacerlo con él.
Se separaron y les quedó el anhelo después del beso, pero Will se recompuso en seguida y salieron de la casa para entrar a la suya.
Hay mucha gente. Familia, amigos de sus padres. Le presentó a dos de sus tías y una de sus primas. Y también le presentó a su abuela paterna. Una señora mayor bastante elegante, que le dijo muy amablemente que es muy linda, y que le agrada sea la novia de su nieto.
Para buena suerte de Mel, todos hablan cuando se dirigieron a ella en inglés, con un notable acento extranjero. Alemán. Su familia paterna es de Alemania. Y Will también habla el alemán bastante fluido, aunque no creció allá.
Después él la siguió presentando con su familia.
—Mi novia, Mel Forbes—, le dijo a una de sus tías.
—Hola mucho gusto. Me llamo Jenny—, respondió una adolescente sonriendo alegremente. Quizá tiene unos doce o trece años.
—¿Y tu padre?—, le preguntó Will.
—Ya sabes, no creo ande perdiendo el tiempo. Míralo allá esta—, dijo señalando a un hombre que está volteado de espaldas a ellos.
De la mano de Will, Mel caminó a dónde señaló la adolescente. El tío de Will se giró cuando él le habló y entonces Mel lo vio.
Volker... susurró Mel muy despacio que con la música y el ruido de la plática nadie la escuchó. Y las piernas le empezaron a temblar cuando las miradas se encontraron. Se saludó con Will primero y luego el tío la miró a ella.
—Mel, te presento a mi tío Volker, es hermano de mi papá. Tío, te presento a mi novia.
—Volker Fellner gusto en conocerte.
—Igualmente—. Respondió nerviosa.
Volker, su acostón de una noche, el que le debe unas bragas porque rompió el fino encaje jalándolas con sus dedos, el del acento alemán con nombre y apellido alemán, el que creyó no volver a ver en su vida, resulta que es el tío del primer hombre de quien está enamorada. Y aquel hombre la observa con atención y bastante serio.
Mel recordó que Will un día dijo que su papá es alemán, pero ellos no se parecen en nada... Sin embargo Will... La sonrisa, la mirada. ¡Como una mierda! Pensó ¿Tenía que pasarle eso a ella?
Así que después de las presentaciones, Mel estuvo demasiado nerviosa, evasiva. No puede ignorar que se ha acostado con el tío de Will y simplemente pasarlo de largo como si nada. Después le empezó a doler la cabeza y sus planes de irse a la cama con él se fueron a la fregada.
Como a las dos de la mañana Will le preguntó que si iban a dar una vuelta fuera de la casa y se divertían un poco. Aquello fue cuando estaban en el balcón, lejos de las miradas de los invitados, pues Will quería un rato con ella a solas. Pero Mel le dijo que le dolía la cabeza. Él se sacó de onda porque la sintió tan ausente, que incluso cuando la besó ella no correspondió igual, pero lo dejó pasar, pensando que se debe al dolor de cabeza que tiene. Y le ofreció una Aspirina, que fue a buscar a la cocina. Mel se quedó sola por un momento sin poder concentrarse en nada, mientras la cabeza le punza del dolor.
A las tres, Will la llevó a la casa y se despidieron en la entrada. La vio un poco más animada, y le preguntó que si salían a dar la vuelta mañana.
La idea de Will es ir a un lugar privado, y poder hacerle el amor. Desea tanto poder estar con ella a solas.
Mel le dijo que sí, y se despidieron. Después cerró la puerta y ella subió al cuarto acostándose en la cama pensando qué iba hacer. Nada. Llegó a esa solución. Se hará la loca. Finalmente lo que pasó con el tío fue en otro año.
Al día siguiente Will fue por ella a la hora que acordaron. En cuanto lo vio llegar supo que algo iba mal, y Will no perdió tiempo en echárselo en cara.
—No creí las cosas que ya me habían dicho de ti.
Mel alzó una ceja intentando ganar tiempo para poder responder. Su reproche le dolió por su tono de voz tan afilado.
—¿De qué hablas?—, preguntó a la defensiva porque es obvio que su tío ya le ha contado todo, y por eso está así. Pero él dijo “ya me habían dicho”, lo que se entiende que mucho antes.
—Ya me habían dicho cosas sobre ti, y luego me entero que te acostaste con mi tío Volker. ¿Siquiera lo conocías o de verdad eres de esas que van y se meten con un hombre que no sabe quién es en la primera noche?—. Ella miró a otro lado. No era un hombre, han sido varios. Will siguió hablando—. Te creí diferente—. Ouh eso le dolió más pensó Mel—. Pero veo que me equivoqué. Me gustas mucho Mel y estoy enamorado de ti, pero dudo poder estar con una persona que se acuesta con un extraño a penas y le dicen "vamos a mi cama", y aparte que ese extraño sea precisamente el hermano de mi padre. Solo respóndeme una cosa Mel, si todo lo demás que dicen de ti es cierto, y si acaso de verdad yo te gustaba o era alguien más para tu colección.
Ella se le quedó mirando. Empezó a sentir calor. Ahora siente que se está ahogando, y una lágrima salió de su ojo. Recordó a su hermano diciéndole: "un día te vas a dar de topes cuando todas las pendejadas que haces se te estrellen en la cara". Ese día ha llegado.
—¿Y qué es lo que exactamente te han contado de mí?—. Preguntó a la defensiva conociendo la respuesta. Que se lo escupa en la cara y de frente será lo más sensato.
—Que te tiraste a media escuela mientras estabas en la prepa, que te drogabas y te alcoholizabas cada vez que podías. ¿Y sabes? No me importó, porque quién de estudiante no hace tonterías. Pero mi tío Mel te lleva ¡18 años! Y además es casado, y tiene una hija adolescente, que ya conociste por cierto.
Toda su compostura se vino abajo. La decepción en sus ojos es evidente. Salieron más lágrimas y se las secó al instante.
—Veo que ya me conoces muy bien. No tengo nada que decirte, solo adiós.
Mel se dio la vuelta metiéndose a la casa. Cerró la puerta y se sentó en el suelo llorando amargamente.
Después de eso nada cambió en su comportamiento. Hay personas que simplemente no aprenden los golpes que ellos mismos se provocan en la vida.
Editado: 25.04.2025