Atrapada

8 —Sospechas

Andros se fue el fin de semana. Mel no sabe a dónde y con quién, porque toda la semana después de ir a la universidad con los trámites finales se regresa al departamento y no sale en toda la tarde ni en la noche. Ella lo dejó pasar y no insistió en su amorío. Sabe que lo descubrirá tarde o temprano. Sin embargo la que la tiene fastidiada es Rox, porque a cada rato le pide que le diga quién es la zorra que lo trae loco. Pues quien madres lo va a saber. Ha de ser casada seguramente y por eso lo tiene bien guardadito. Aunque lo duda. No es de ese tipo hasta donde sabe. Quizá sea mayor. Dona le llevaba diez años. Seguramente con quién está saliendo es mucho mayor también.

Mel no quería, pero sabía que llegaría el día en que su hermano se despediría de ella para regresar a Nueva York. Y ese día llegó.
—Te voy a extrañar—, le dijo Mel con tristeza y los ojos vidriosos.
—Ya te dije que vendré—, respondió con ternura mientras ella lo mira como dudando. Con el mundo de cosas en la compañía quien sabe, y con su amorío clandestino menos, y si viene seguramente será para encontrarse con quien sea esté saliendo. Lo abrazó y lo besó en la mejilla—. Mel cuídate. Piensa lo que te digo. Busca ayuda por favor.
Mel hizo una mueca pidiendo en silencio que no empezara. Él se quedó callado y la abrazó nuevamente. Después se dio la vuelta dirigiéndose a la sala de abordar. Mel se ha quedado sola otra vez.

Las semanas siguientes que él se fue, ella empezó a irse cada fin de semana a Nueva York también. Topándose con la sorpresa y no tanto, que su queridísimo hermano se larga los fines de semana y aparece hasta el domingo y eso de noche. Mientras ella se queda sola en su departamento y sale a varios lugares tratando de distraerse, incluyendo en la casa de su ausente madre que últimamente se queja con ella. Lo cual es raro.
—Ni siquiera viene a verme.
—Mamá también debes poner de tu parte.
A Mel debería darle risa estar dando consejos.
—¿La que está mal soy yo?
—Andros ya no es el adolescente al que podías controlar.
—Es un necio.
—Al que no puedes controlar.
Emma Forbes es una controladora. Y con Andros no pudo, quizá medio lo controló cuando era niño y un poco de adolescente, pero después perdió el control cuando él empezó a tomar sus propias decisiones. Fue una gran victoria que siquiera le haya dejado de hablar a Niky, considerando que era su novia.
Esa partida la ganó Emma, y hasta brincó de alegría. Pero de ahí en adelante no le ha podido organizar la vida como quisiera y esa es la razón de sus diferencias. Con Mel es diferente. Ella es débil y de quien se puede hacer lo que se quiera. Solo basta ver cómo lleva su vida para confirmarlo. Definitivamente Mel no salió a su madre.
La señora Emma miró a su hija. Debe dar el primer paso, porque lo que supo no lo piensa dejar pasar, y mucho menos permitir, y la primer aliada que debe tener es la hija débil que Dios le dio.
—¿Sabes con quién está saliendo Andros?—, preguntó levantando una ceja.
—No, ¿Y tú?
Emma Forbes negó inmediatamente intentando que la sangre no le hierva del coraje.
—Sale de viaje casi todos los fines de semana. Y él hace las reservaciones de sus vuelos.
—¿Le hablaste a su secretaria?
Aceptó con un gesto ingenuo como si estuviera avergonzada.
—No conseguí nada. Sale a comer a las 2 y regresa a las 4 o 5. Ninguna mujer va a verlo. Solo en dos ocasiones la noviecita de Boston. Y parece que él se molestó. Todavía no encuentro nada. Deberías invitar a Roxane los fines de semana, puede que en una de esas Andros decida que es una buena opción.
Mel pensó ¿Buena opción? Antes que se desatarán sus celos tal vez, ahora parece loca detrás de él.

Después de esa conversación a Mel se le enterró la duda y empezó a buscar en su departamento con la esperanza de encontrar algo. Hasta el momento no se le había ocurrido buscar ahí. Que la perdone su hermano por meterse en su intimidad pero la curiosidad le ganó.
Decidida empezó a revolotear en sus cajones, en el armario. Ya hasta se estaba desanimando. Y luego ropa de mujer. Una blusita muy sexy color rojo, un short cortito, muy cortito color azul marino. Mas cosas de diseñador, caras y de buen gusto. Una tanga, vaya tanga, es sexy, no deja nada a la imaginación. Y mientras no fuera él quien la use. Mel se rió de sus pensamientos. Más lencería sexy y atrevida. Unos jeans, un brassier copa D de talla chica. Delgada con bubis grandes. No pues sí que anda bastante entretenido su hermanito, si algo ha observado es que le gustan las mujeres de senos grandes. Después se fue al cajón del buró pegado a la cama. Un par de condones, sensibilidad sin límite, máximo placer.... Frasquitos de... Sabor fresa, chocolate, vainilla. Pues sólo él sabe con quién anda en sus rollos. Lo que sí es que se quebró tanto la cabeza por conocer su identidad que hasta de su vida nocturna se olvidó.
Que patética su vida pensó Mel, depender de la de otros. Definitivamente tiene un problema. Jodida, está bien jodida.

Y después de cuatro meses en los que perdió el interés por la amiga misteriosa de su hermano al no encontrar nada, tuvo su primer sospecha.

Ese fin de semana viajó a Nueva York como ya es habitual en ella. Y llegó a su departamento y no estaba, como era de esperarse también. Se metió a su cuarto no con la intención de husmear, sino buscando un cargador y de paso algo con que peinarse. Siempre carga sus cosas personales pero ese día se le olvidaron esas dos cosas.
Mel abrió el armario y sigue habiendo ropa de mujer. Mayor no es, la ropa es bastante juvenil. El tipo de ropa que Mel se pondría. Ahora piensa que evidentemente Andros no quiere que la conozcan, seguramente la mujer en cuestión debe ser casada. A llegado a esa conclusión. No hay otra razón para negar que anda con alguien cuando se lo ha preguntado directamente.
Mel caminó al tocador, tomó el cepillo, pero el color de los cabellos que están enredados captaron su atención. Y su corazón empezó a bombear descontroladamente. Empezó a hiperventilar y el nudo que se le hizo en el estómago se extendió a todo su cuerpo. Cabellos rojos, ese rojo encendido, rojo pasión que no ves con frecuencia. Un cabello largo y ondulado como el de ella. Recordó el brassier que debía ser de una mujer de senos grandes, como ella. Y luego recordó la orquídea que estaba en su auto cuando fue por él al aeropuerto, las preferidas de ella. Y también recordó la ceremonia de graduación. En la noche cuando Andros salió muy arreglado, bastante guapo. Todo un bombón, bastante esmerado. Él nunca dejó de usar el perfume 212 que a ella siempre le fascinó. Que la ponía loca haciéndola cerrar los ojos y olfatear como si fuera perro cuando Andros andaba cerca. Cuantas veces ella le dijo “que rico hueles”. ¿Será posible?
Las manos le tiemblan, las piernas igual. Tomó las llaves de su auto y se puso a revisarlo por dentro. El único lugar que no se le había ocurrido hasta hoy. Revisó la guantera y cada uno de los compartimentos. Lo único que encontró fueron algunos recibos de pago de estacionamientos del aeropuerto. Fines de semana sobre todo. Pero son pocos. Hay uno del miércoles como a las 11 de la noche y otro del jueves a las 12 de la tarde. Revisó los importes. Él fue por alguien. No pagó muchas horas, una si acaso.
Está equivocada pensó Mel. Andros no le haría eso, después de todo lo que pasaron por culpa de ellas. Deben ser meras casualidades. Mujeres pelirrojas hay muchas. Su hermano no sería capaz de algo así. Y menos engañarla de esa manera por tanto tiempo. Fueron novios muy brevemente. No duraron ni la semana tiene entendido. Después él no volvió ha hablarle. Luego ellas se fueron y no regresaron. Sabe que viven en Los Ángeles. Andros rara vez la mencionaba y nunca tuvo una novia pelirroja, no le gusta porqué, ¿Se la recuerdan? ¿Porque en el fondo nunca la olvidó? No podía ser ella. Él no la traicionaría de esa forma. ¿Y si la volvió a ver cuando murió su padre al viajar a Los Ángeles para hacerse cargo de los trámites para trasladar su cuerpo? No. Él volvió y estaba hundido, triste. Y después se fue a Suiza y regresó diferente. Pero Mel pensó que fue el viaje. "Está saliendo con otra. Lo sé. Investiga quien es" se acordó de las palabras de Rox incontables veces después que Andros regresó de Suiza. Mel encendió el auto y se fue a dar una vuelta. Se paró frente al bar que le gusta. No tenía planes de entrar, sin embargo cambió de idea y entró. Se sentó en la barra. El mismo barman la atendió. Hace tiempo que no iba.
—¿Martini?
Preguntó sonriendo con la botella en una mano y la copa en la otra.
—Por supuesto.
—¿Me aceptarás otra copa?
Preguntó alguien detrás de ella. Mel quiso reconocer la voz familiar pero no pudo. Volteó. Y ahí está.
Volker Fellner está mirándola intensamente con esos ojos grandes de color verde. Una de las características que lo hace tener parecido con Will. Ella lo observó también.
Mel no puede decir que por culpa de Volker, Will terminó con ella, por que no fue así. La culpa la tuvo ella. Claro que si él no le hubiera dicho nada... No. Aun así lo habría descubierto, con el tiempo pero lo hubiera hecho. Que bueno que fue antes, así se evitaron más problemas.
—Adelante—, dijo sin titubear.
Él se sentó a su lado.
—Un Chambord por favor— pidió Volker al barman—. Lamento que lo tuyo con Will terminara.
Mel se rió. Una chica que se acuesta con uno en la primera noche no puede ser la novia de alguien como Will.
Es un chico lindo. Alguien con quien pudo haber tenido una relación normal. Con quién habría podido sentirse mejor. Alguien que se tomó el tiempo de enamorarla. Pero no fue, ni sería jamás y ella de linda no tiene nada.
—Will es buen chico. Siento que no funcionara lo de ustedes.
Concluyó Volker.
Habría funcionado, se dijo para si misma. Si ella fuera simplemente Mel, y no alguien que quiere demostrar que todos los hombres son iguales. Volker alzó la copa y ella hizo lo mismo.
—Por nosotros.
Y Mel terminó en su cama, en sus brazos, el mismo hotel, la misma habitación... Sus bragas rotas tiradas en el suelo. Y así como vino se esfumó. SIN AMOR, SIN SENTIMENTALISMOS, SIN NADA.
Ella se quedó en la cama por un rato más. Volker se ha dado la vuelta y quedado de espaldas. Mel se dio cuenta que está dormido. Pensó en Will y las posibilidades de lo que pudo haber sido. Después de hacer el amor lo habría abrazado por la espalda y recargado su mejilla sobre su hombro. O quizá él habría hecho eso. La abrazaría por la espalda y tal vez le daría un beso en el hombro. ¿Cuántas veces ha llegado a ese grado de intimidad con un hombre? Pensó. Un par de veces pero se sintió más como meras formalidades que como algo sincero a algo que realmente se siente con el corazón. Se paró pensando que otra vez se iría sin bragas. Gracias Volker pensó Mel, no sólo le quitó las pantys sino que la dejó sin la posibilidad de experimentar algo real con alguien aunque hubiera sido breve.
Mel salió de la habitación mientras él aún dormía.




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