Lerato llevaba alrededor de 20 horas viajando, su cuerpo sudaba y sus piernas estaban agotadas por luchar con el pequeño espacio que la clase económica ofrecía. “Maldito programa tacaño” pensó.
Sus bellas trenzas se arremolinaban en una maraña de cabello incómoda. Necesitaba una ducha, lavar sus dientes y cambiar su ropa. Al llegar al aeropuerto fue recogida por la elegante rubia.
—Pero qué mierda… ¡Te ves peor que antes!—dijo con desdén y restregando ante su presencia su impoluto traje blanco con chaleco. —No hay nada que podamos hacer— Miro su reloj. —Carajo… solo tenemos 10 minutos— Señaló a la joven a su lado que permanecía pegada a ella como un apéndice que se niega a ser extirpado, pero que de hecho era el séptimo apéndice contratado este año. Con una seña de su dedo fue suficiente para que la joven se pusiera al tanto.
De inmediato llevó a la agotada Lerato al baño y arreglo su aspecto en poco menos de 3 minutos, pestañas, piel y labios de porcelana, luego estaba su cabello, ese era un tema diferente. Las trenzas estaban sueltas y desorganizadas. Sin otra opción, recogió el engorroso cabello en una coleta poco eficaz. Y le mostró el resultado al exigente hospedador que era su jefa.
—Es apenas pasable y ¿ese cabello? Está peor que antes. ¡Oye tú!—dijo señalando a la despistada Lerato
— Me llamo Lerato—Le indico.
La rubia la ignoró.
—Bien princesa Lerato, tenemos dos minutos para arreglar ese desastre en tu cabeza. No tienes… ¿Ya sabes una de esas cosas que se ponen en la cabeza, esas pañoletas de colores?
Esta mujer estaba empezando a ser una molestia. Con las cejas arrugadas y sosteniendo entre dientes, su ira respondió:
—¿Un doek?
—Si como sea, eso, póngaselo en la cabeza, será bueno para generar publicidad, es mucho más … exotico de esa manera. Grabaremos de frente—La rubia continuó dando sus indicaciones, mientras ignoraba su desagrado, dio un aplauso para apurar al equipo. —Bien, ¡todos a trabajar!
Y así Lerato reapareció en el aeropuerto frente a la cámara con una mirada prístina fresca y orgullosa de su identidad (Ligeramente adoctrinada por la rubia) y con el ambicioso anhelo de un amor sincero, y dispuesta a disfrutar de las gloriosas maravillas que le brindaría la magnífica ciudad por descubrir.
En cámara, ella y la rubia eran las mejores amigas, íntimas y cordiales. Al punto de ser vomitivo tal espectáculo, pero el público no lo notaría, al público solo le importaba la polémica, el drama, lo suficientemente novedoso para acostumbrarse a ello, sin salirse demasiado de la tradición para que no fuera inmoral o incorrecto, pero con una pisquita que fuera referente a esto solo lo suficiente, para que el pecado natural del morbo fuera perdonado fácilmente por su débil psique.
—Y aquí tenemos a la maravillosa Lerato, ¿cómo te sientes sabiendo que hoy conocerás al amor de tu vida?—preguntó la rubia con una sutil y humilde sonrisa, casi parecía real.
Lerato siguió el juego y con una sonrisa de dientes blancos resaltando sobre su piel oscura respondió:
—Estoy tan ansiosa que casi no puedo contenerme. Creo que podría flotar en cualquier momento.
—Jajaja por favor no flotes, todavía te necesitamos con los pies en la tierra para tu boda, y convertir esos sueños en realidad. Me encanta tu look de hoy pareces una diosa. Y tu doek es muy chic, ¿te sientes orgullosa de representar a todo tu continente en el programa?
Lerato dudo un momento, no podría decir que se sentía especialmente orgullosa de lo que estaba haciendo.
—Creo que… no… espero que …
La sonrisa de la rubia empezó a entorpecerse, ya no podía mantener sus cachetes firmemente levantados.
—Edítalo—le dijo a la cámara. —Y tú piensa rápido una respuesta, esto es un concurso de popularidad, empieza a pensar en tu estrategia.
Lerato no podía pensar en nada.
—Me siento tan feliz de estar aquí y mostrarle al mundo una pizca de mi cultura, espero que todos se sientan orgullosos de mí. Haré mi mejor esfuerzo.
—Vas a jugar esas cartas—La rubia la miró fijamente con ojos hipnóticos de gato y una sonrisa ladeada. —Bien puede funcionar.
Luego cortó la entrevista y subió a Lerato a una pequeña camioneta donde apenas cabía todo el equipo, lo sorprendente de toda la escena es que ninguno había dejado de trabajar a pesar del reducido espacio. Ella fue ubicada en una silla plegable al lado de otra mujer que lucía igual de confundida.
—Hola, mi ...nombre... es... Lena, ¿cuál es tu nombre?—La mujer de apariencia amigable, extendió su mano hacia Lerato. Su vocabulario era muy básico y sus palabras eran lentas y pausadas como si tuviera que molerlas con cuidado en su cabeza. Cómo hablar con un libro de lenguas. Extremadamente educado y poco natural.
—Lerato—Ella extendió su mano en respuesta a su saludo.
El resto del equipo seguía con su trabajo, la rubia observaba las grabaciones y daba órdenes a diestra y siniestra con precisión con un rostro serio e impasible.
—Ya solo faltan estas dos—dijo con indiferencia.
Lerato intentaba escuchar las palabras del laborioso grupo, pero aunque su oído estaba acostumbrado a oír a una persona extranjera, nunca estuvo sometida a la algarabía de una multitud con diferentes sonidos y timbres a su alrededor, adicionado con la voz la adorable Lena a su lado haciendo una a una las preguntas aprendidas en su adorado libro de lenguas.
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Editado: 18.11.2024