Atrapada en la T.A.R.D.I.S.

Capitulo 9: La Verdad sea Dicha

Luego de un tiempo, las misiones se habían vuelto algo “relajadas” podía ver su cara de alerta a cada cosa cuando sacaba la cabeza por las puertas de la Tardis. Tenía miedo.

 

Yo también temía, no por mí, por él, ¿Qué eventos detonaban su cambio?

Él ni siquiera quería decirme nada sobre “Los señores del tiempo”

 

—entonces… que tal si… vamos a Tokio, mi época

Eleve mis cejas intentando parecer divertida, esas cejas podían ganarle a las mías, más cuando las tenía casi al punto de unirse.

—mmmm… nop, no lo creo

Comenzó a moverse en el tablero, presionando botones, parecía genuinamente angustiado.

 

Hasta que yo presione el botón y la Tardis pareció en calma. Me miro como si hubiera matado a su gato.

—¿co-como es que…

—no se… solo seguí tu patrón y … aquí estamos. Vamos! Chiba es lindo en esta época del año( ?)

Realmente no sabía que época, solo sabía que si mis cálculos estaban bien, debía ser primavera y yo seguiría en reposo medico por “lesión”.

 

Suspiro con desdén y volvió a tocar varios botones, dar vuelta a varias roscas y PUM! La Tardis estaba navegando de nuevo por el tiempo y el espacio hasta llegar a mi departamento aplastando varios muebles.

 

—cool… debería dejar de colocar muebles en casa

Comente con sarcasmo mientras admiraba el desastre que había ocasionado la aparición repentina de la Tardis.

 

Me gire a mirarlo y solo hubo una mirada de disculpa después de inspeccionar los daños causados.

—crees que tu padre?

—oooh si… claro que lo notara.

 

 …

 

Paso las siguientes horas remodelando los muebles y dejando un espacio para la Tardis.

 Mientras yo solo observaba las grandes diferencias entre ambos y recordando vagamente aquel libro que ni siquiera termine de hojear ¿estará allí ahora mismo? No quise averiguarlo.

 

….

 

 

¡Tuve mi segunda obra de teatro!

 

Los managers estuvieron de acuerdo en que debería ocupar mi tiempo en otras cosas que no solo fueran cantar y bailar, también mi actuación y programas de Radio se hicieron presentes. Al doctor no parecía afectarle pues cada que aparecía lucia igual, para él era un par de minutos, para mi eran meses.

 

Meses en los cuales solo estaba con los ojos en el trabajo y un oído, el otro estaba al pendiente se podía escuchar esos frenos de la Tardis, pero siempre me decepcionaba. Mis compañeras de grupo se preocupaban y solo a una me atreví a contarle sobre el doctor, sobre lo que había visto fuera, ella no parecía creerme, pero claro, si a mí me lo hubiera contado ella jamás le creería.

 

 

 

—Hama… ¿quieres quedarte?

Pregunto aun con sus manos en los bolsillos de la gran gabardina mientras estábamos en la azotea de mi escuela, era extraño usar mi uniforme y tomarnos fotos frente a la Tardis.

 

—¿quieres que me quede?

Pregunte casi sintiendo que lo dije demasiado bajo para sus oídos, no sabía cuándo comenzó a hacer tanto frio, pero la distancia entre la Tardis, yo y el doctor estaba comenzando a preocuparme.

 

—no… no es… yo solo… tu vida está yendo muy bien aquí.

—y me he quejado de ir contigo a la Tardis?

Cuestione cruzándome de brazos frunciendo mis cejas, tenía que dejar de hacer eso, imitar al Doctor.

—claro que no!

Su tono sonó muy agudo, casi asustado, podía jurar que estaba hablando en inglés y no en japonés.

—porque quieres que me quede.

Todo quedo en silencio hasta que la campana sonó.

—de-deberías ir a casa…

Sonaba apenado mientras su vista seguía puesta en las personas que ahora salían entre grititos de felicidad por ser viernes y risas despreocupadas.

 

—si quieres que ya no te acompañe… deberías al menos tener el valor de decírmelo a la cara.

No tenía idea de cuan enojada estaba, mis nudillos blandos, mis hombros rígidos, mi respiración agitada, parpados comenzaban a picar.

 

Sostuvimos nuestras miradas por segundos pero cuando él quiso decir algo, simplemente hui, corrí tan rápido que no me detuve para descansar, ni quiera tome el tren, solo sé que estaba empapada frente a la puerta de mi departamento, de noche y la lluvia parecía no querer detenerse, ni quisiera recogí mi bolso del casillero.




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