—Me rindo. Dibujare otra cosa— suspiro frustrada.
Ben es peor que un niño de cinco años. Solo le pedí que se quedara quieto por al menos media hora con sus ojos fijos en mí.
¡Pero no!
El muy idiota solo hacia muecas que resultaban graciosas para el porqué después terminaba riendo a carcajadas el sólo y yo aquí dos horas después sigo sin tener algún boceto para mi tarea.
— ¡eres muy aburrida! — se queja cuando ve que recojo sus útiles y los coloco en la mesa de donde los agarre en un principio.
Volteo y lo veo fijamente. Es increíble ver el cambio que surge en él cuando está en su casa o simplemente a solas conmigo. Es como si se convirtiera en otra persona.
— ¿qué? — pregunta inquieto por mi fija mirada en él.
Si hay algo que he notado es que; así como él ha aprendido a conocerme a mí, yo he hecho lo mismo con él. Y he notado que le incomoda sentirse el blanco de una mirada. Por lo que lo sigo mirando, fijo, sin decir nada. Solo enfocando mis ojos en los suyos que no pueden mantenerse en una sola dirección.
Sus manos también están inquietas, un momento tocan sus rodillas y al siguiente sacude las sabanas que cubren la cama en donde ha estado sentado desde que llegamos.
— ¿podrías solo dejar de mirarme? Es algo... perturbador.
Me acerco un poco a él. Estoy de pie por lo que solo de esta manera resulto ser algo más alta —yo solo vine aquí a dibujar tus ojos. Pero tú no me dejaste, has pasado todo el rato bromeando a mi costa y sin embargo no me queje ni una vez. Por lo que un poquito de perturbación para ti no hace daño.
—Disculpa por aburrirme sentado sin hacer nada como una estatua. Pensé que serias más actualizada y querrías utilizar las buenísimas cámaras de los teléfonos para capturar mis ojos y fuera más cómodo y sencillo tanto para ti como para mí.
Esa hubiese sido una buena opción de haber tenido un teléfono pero no lo tengo —yo no tengo un teléfono Ben, no es como si yo me muriera por pasar tiempo de más contigo.
— ¡sabes que sí! — asegura el engreído ese subiendo y bajando sus cejas. En serio que aún no me acostumbro a ese cambio de personalidad.
Suspiro y veo la hora en el despertador que está en su mesita de noche. Ya son casi las tres de la tarde y debo volver a casa. No es como si ahora pasaré todo el día fuera por evitar a mamá
—creo que ya debo irme...
Pero entonces Ben agarra mi mano y me hala hasta que estoy sentada en su cama. Con mucho cuidado coloca su mano en mi abdomen y me hace caer hacia atrás. Los dos estamos acostados en su cama, uno al lado del otro con la vista en el techo
Es en esta posición en la que estoy que observó que en el techo de su habitación hay justo en el medio, dos cajas pegadas con cinta adhesiva. Mucha cinta adhesiva. Imagino que es para que debido al peso no se caigan o tal vez es para que otras personas no logren ver lo que hay dentro
Ladeo mi cabeza buscando un ángulo mejor. Algún indicio que me muestre lo que hay en las cajas, pero lo único que logró distinguir son sus colores. Una rosada y una negra.
—Me costó mucho colocarlas ahí— comenta distraído.
Lo observo y lo veo con la vista fija en las cajas — ¿qué son? — me atrevo a preguntar.
Entonces el también voltea su rostro y ahora estamos frente a frente. Cerca. Acostados y puedo decir que respiramos al mismo ritmo. Lo que es algo bastante raro para mí, por lo que llevo nuevamente mi vista a las cajas.
—esas cajas representan a Violet Hamilton... ahí están guardados sus demonios. Sus sueños y los que acabaron con ellos. Todo, escrito en diarios que yo le regalaba tontamente pensando que ella escribiría cosas rosas y sin sentido, y resulta que escribía todas las cosas que importaban en su vida.
— ¿y las tienes ahí por...? — dejo la pregunta en el aire dándole la oportunidad de responderla si gusta o no.
—lo último que veo en la noches y lo primero que veo en las mañanas son esas cajas. Están ahí porque no me permito olvidar las cosas que Violet sintió y sufrió muchas veces... — habla con tanto odio que es fácil asumir muchas cosas.
Pero no pienso imaginar escenarios que no me cuenten. Si él algún día querrá hablarme de Violet estaré dispuesta a escucharlo pero no seré yo la que exija una confesión que no es capaz de entregar.
— ¿la querías mucho? —pregunto solo por cambiar de tema.
Su sonrisa aparece nuevamente —Ella era mi vida... ella era la luz de esta casa. En serio con solo una frase te hacia olvidar un mal momento. Su energía y su optimismo eran tan contagiosos que era imposible no ser feliz a su lado.
>> Por eso jure vengarme. Jure que pagarían todo lo que la hicieron sufrir. Porque ella no merecía el daño que le hicieron. De entre todas las personas en este mundo ella no merecía morir como lo hizo.
Quisiera preguntar ¿cómo murió? Pero no me atreví.
—Sería más fácil para ti recordar solo los buenos momentos que pasaron juntos ¿no crees?
— ¡tal vez! Pero me jure a mí mismo, a mi hermana y a mi madre vengar su muerte... no me permito romper una promesa y más si con eso logro evitar que más personas salgan afectadas...