Atrapada en ti...

Capítulo 21

—Piensa la oferta que te hice... no es mendigar Zara es aceptar ayuda— son las palabras de la Señora Grace para con mi madre al despedirse de ella, desconozco de que oferta hablan, asumiré el hecho de que después de haber entrado a mi cuarto y leer la nota de Roger quede bastante meditabunda, mi mente se fue a otra galaxia en donde existían seres de hasta siete ojos en el estómago y me distraje bastante pensando, imaginando y analizando cosas que están fuera de mi lógica comprender.

Son muchas preguntas las que pasan por mi mente justo ahora, como por ejemplo: ¿Qué tienen de especial Adrián y José para que los Troyanos tengan tanto interés en hacerlos parte de su maldita banda? ¿Si ellos están en peligro como es que Cristino vino hasta mí? ¿No es eso exponerse? ¿Exponerme a mí, mi madre y mi hogar? No comprendo cual podría ser el interés que ellos tengan en mí para que Roger recalque tanto el hecho de que debo cuidarme y no confiar en nadie, porque sé que sonara cruel y mezquino de mi parte pero no soy la única chica en Yallas, tampoco soy una extraordinaria chica despampanantemente hermosa capaz de encender las más altas pasiones de un traficante ruso, debe haber algo más, tiene que haber algo más que haga que ellos tengan un mínimo de interés en arrastrarme con ellos.

— ¡Lo pensare!— es la respuesta de mi mamá, más tarde preguntare de que hablan. Ellas se despiden con un caluroso y tierno abrazo lleno de susurros de aquellos que te alientan a un encuentro más, ellas no temen mostrarse delante de mí como si fueran unas pequeñas hermanas reconciliándose después de haber durado cinco minutos peleadas por una de sus muñecas y es lindo.

La señora Grace acaricia la mejilla de mi madre —nada de pensar, vendré con Charles la próxima vez y hare que te convenza— luego se acerca a mí y se despide también con un beso y un abrazo —ahora si me voy, mis hombres me esperan.

Ella termina de salir, y camina los poco pasos que la llevan hasta un auto que la espera frente a mi casa. En silencio observamos como el lujoso auto se pierde en la lejanía, es como si ese auto no perteneciera a esta parte de la ciudad, todo reluciente, brillante y nuevo transitando por calles mal asfaltadas rodeadas de casas en su mayoría con la fachada destartaladas por el poco mantenimiento que se les da.

El grande suspiro que suelta mi madre a mi lado me hace voltear a verla — ¿está mal que sienta envidia de ella?— pregunta con voz queda y sin mirarme.

— ¿Te molesta todo lo que ella ha conseguido en su vida?

Su respuesta antes de ser expresada con su voz, es gesticulada con su rostro y cuerpo, negando con todo lo que ella puede mover —Jamás, Grace merece todas y cada una de las cosas que tiene.

—Entonces no tiene nada de malo, la envidia no siempre promueve aspectos negativos mami, a veces puedes utilizarlo como impulso para conseguir lo que en su momento no pudiste... todavía estas a tiempo para conseguir lo que anhelas.

Ella hace esa emocionante cosa de tomar mis manos —eres tan madura, no sé cuándo creciste tanto.

Lo hice justo en el momento en el que sentí que mi vida era una densa y cargada nube impulsada por el viento, me sentí un ave que surcaba el cielo en direcciones inconclusas que no me llevaban a nada, porque me sentía sola, no puedo juzgar a mi madre, porque muchas veces esa soledad se debía a su esfuerzo por mantenernos, pero quería solo la certeza de saber que estaba acompañada siempre y no la tuve, muchas veces omití malestares, fiebres y angustias solo por no poner más peso sobre sus hombros y poco a poco mi nube se ha ido cargando de sensaciones y sentimientos que aún no han sido descargadas, pero lo harán, y arrasare con todo cuando ese momento llegue.

—no soy tan grande mamá, aun me gusta el cereal con leche antes de dormir.

Ella suelta mis manos y me insta a entrar a nuestra casa —que bueno que no seas tan pequeña y puedas prepararlo tú misma— sonríe con pillería y camina hasta su cuarto cerrando la puerta y dejándome sola en la sala.

Hago acopio de lo que dije y camino en dirección a la cocina, saco de nuestro gabinete una caja de cereal pero aunque dije que me gustaba el cereal con leche, sencillamente lo prefiero directo de la caja, me gusta sentir lo crujiente y su rico sabor, la leche le opaca el disfrute que tiene comerlo así.

Aun no tengo sueño, estaba dispuesta a trasladarme con mi caja de cereal a el pequeño sofá de la sala, cuando el teléfono bastante viejo de la casa suena, me da pereza contestar porque yo no le doy este número a nadie, solo mi madre lo usa por lo que es obvio que la llamada es para ella, pero en vista de que ella ante el sonido no asoma ni las narices me tocara contestar a mí.

— ¡Hola!— respondí con toda la apatía del mundo, quien quiera que llamara notará que no tengo ningún interés en mantener conversación.

Un pesado silencio y luego una profunda respiración me hacen saber que el interlocutor está en la línea, pero no habla —oiga tengo hambre, así que si no va a hablar no moleste— ruego al cielo que no sea una llamada importante para mamá.

La caja de cereal que celosamente mantenía en mis manos cae al suelo ante el sonido de la risa a través de la bocina —dijiste que no tenías teléfono— es lo que dice.

Cierto, lo dije ¿y cómo es que él tiene este número? ¡Ah ya lo sé! Seguramente mamá se lo dio a Grace y Grace a él.




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