Bueno aclararemos ciertos puntos para dar una correcta definición al porque yo estoy un sábado a las diez de la mañana, aun acostada en mi cama en vez de estar pasando de un grandioso día con mis amigas.
Bueno el primer punto no es más y sencillamente que la estresante pereza, aunque por ahí leí que la pereza es la madre de todos los vicios y como madre debemos respetarla, pues entonces eso no debe ser tan malo.
El siguiente punto viene no muy lejos de la pereza y no tiene otro nombre que no sea él es trasnocho.
Vergonzosamente debo admitir que la llamada de Ben dejo todos mis sentidos bloqueados y el sueño fue uno de ellos ¡sí! Sé que literalmente el sueño no es un sentido, pero se entiende que no pude dormir después de aquellas palabras que me emocionaron y decepcionaron en partes iguales, su frase no puedo ofrecerte más por ahora no puede ir junto a un me gustas mucho, porque desde mi punto de vista eso es como ir a una tienda a comprar un vestido y después decidir que no vas a usarlo porque no te luce, es absurdo e idiota.
Pero ya es suficiente de Ben, el reinó en mis pensamientos gran parte de la noche por lo que me prohíbo seguir pensando en él.
El siguiente punto es que no sé cómo estén las cosas con Serena, estoy segura de que para esta hora ella ya debe saber en la situación en la que encontramos a Emanuel la última vez que lo vimos y Tory no está en su mejor momento respecto a mí, como para ser buena compañía.
No me considero una mala amiga, porque yo adoro a ese par de locas, pero sus perspectivas y las mías son distintas y no quiero sumar más tensión a la situación con mi desacuerdo en ciertos aspectos. Así que no, no iré donde mis amigas, esperare que las aguas se calmen y con suerte el lunes cuando nos veamos podamos sentarnos las tres a conversar sin atacarnos entre nosotras.
¡Excusas!
Es lo que dice mi mente, desde hace rato siento una presión en el pecho que me impide respirar bien, son unas ganas de gritar como loca y dejar de negar que el real motivo que fraudulentamente estoy tapando a bases de excusas sin sentidos, es puro y absoluto miedo. Listo, lo dije. Estoy aterrada, tanto como para no salir de mi habitación y ni si quiera me atrevo a correr las cortinas que tapan mis ventanas para dejar entrar un poco de luz solar.
Debajo de la seguridad que justo ahora me ofrecen mis desgatadas sabanas de color morado recuerdo el momento exacto en que justo antes de mamá irse a su nuevo trabajo en el consultorio de la Señora Grace un hombre adulto toco la puerta, fingiendo ser un vendedor de pizza a domicilio. Fue tan sospechoso que hasta mama se asustó, digo, quien pide una pizza por encargo a las seis de la mañana en un barrio en donde a duras penas a las personas les alcanza el dinero para llegar a fin de mes. Sus pintas eran alarmantes, Zara lo describió como un pandillero del viejo oeste lo suficientemente pobre como para hacerse un tatuaje a medias. Al principio no entendí lo que significaba hasta que ella me explico que tenía un tatuaje de estrella con una punta doblada y sentí como si mi alma abandonara mi cuerpo para nunca más volver.
No preguntaron por mi directamente, pero las palabras del repartidor fueron “una joven hizo el pedido”, mamá solo respondió que desde su casa no lo habían hecho y les cerró la puerta en la cara, minutos después ella se marchó muy contenta a su nuevo trabajo y yo fui lo suficientemente cobarde para no contarle y encerrarme en mi cuarto.
Así que eso es todo lo que me retiene aquí, no he querido ni si quiera desayunar porque siento que cualquier cosa que intente atravesar mi garganta podría ahogarme de lo cerrada que esta. Y eso viniendo de mi es sorprendentemente alarmante, los que me conocen saben que yo adoro comer.
Dejo de respirar cuando oigo el golpeteo en la puerta.
Alguien está llamando a mi puerta.
Hay alguien frente de mi casa y yo estoy tan patéticamente sola, porque hasta mi alma me abandono y el miedo me vence, juega conmigo inyectando imágenes en mi cabeza de posibles personajes de terror que planean llevarme con ellos. Mi cuerpo se mantiene tensionado en la cama, busco cubrirme más si es posible con mi sabana buscando algún tipo de protección extra. Los golpes cesan y cuento hasta die rezando porque quien quiera que fuera haya dejado de insistir y se vaya, suspiro cuando no vuelvo a escuchar nada pero brinco de nuevo en mi lugar cuando ahora es el pequeño teléfono de la casa. Me siento como la protagonista de la película cuando un extraño llama, cualquier sonido activara mis miedos y me congelara en el lugar en donde me encuentro porque yo no soy tan estúpida ni tan psicópata como para caminar directo hacia una persona que quiere matarme.
¡Podría ser un vecino! Me digo para calmarme pero sé que no lo es.
La chillante melodía del teléfono termina y segundos después vuelven a tocar la puerta, cada vez más fuerte, cada vez más rápido y cada vez más prologando. No sé qué hacer, no sé si levantarme y ver quien es o quedarme encerrada en mi habitación de por vida.
¡Basta Kylie!
Me regaño a mí misma, yo no soy una cobarde, yo enfrento mis problemas, yo puedo superar cualquier cosa, bueno tanto como cualquier cosa no, pero soy lo bastante arriesgada e impulsiva como para tomar cincos segundos de respiraciones continuas y levantarme de la cama, salir de mi habitación y caminar directo a la puerta o lo que es lo mismo que el matadero.