Atrapada en ti...

Capítulo 24

Otro día de mi vida llega y yo sin poder conciliar el sueño, en mi mente revolotean cientos de cosas que tienen a mi joven e imaginativa mente ocupada en encontrar las piezas de un puzle, que alguien inventó con la intención de no ser armado nunca; y con eso conseguir volverme loca.

Es bastante peculiar la manera en que se han dado las cosas para mí, un día tenía poco pero era feliz; solo éramos mamá y yo, ahora mi vida se está llenando de nuevos sentimientos, nuevas personas, nuevos amigos, nuevas oportunidades, pero no vienen gratis; vienen acompañado de desconcierto, rabia y confusión. Siempre vi a Gideon, en mis diecisiete años logre verlo muchas veces; pero nuestros encuentros nunca fueron cercanos de ninguna manera; aunque me lo negué a mí misma muchas veces, siempre me sentí triste porque él siempre me hizo consciente de que no me quería, que yo no era más que un estorbo y en cierto modo eso me agrio un poco mi personalidad; sin embargo, luche con todas mis ganas para ser feliz con lo que tenía.

Ahora todo se complica más con la aparición de los troyanos, esto realmente me tiene mal, asustada y distraída... siento que, todo está plasmado en un oscuro e incierto paisaje, en el que me sumerjo sin ninguna posibilidad de salir.

Algo me dice que esto terminara mal, la repentina huida de Roger y sus hermanos me dan un indicio de que las cosas se están poniendo turbias y estoy aterrada.

Pero no dejare que el miedo me controle, me aferrare con todas mis fuerzas al deseo que tengo de salir de esta situación y vivir una vida normal de una chica de mi edad. Luchare por mi futuro; un futuro en donde yo y solo yo sea la causante de mis problemas y la única capaz de solucionarlos, en donde no dependa de nadie ni física ni económicamente y en donde yo pueda lidiar con total madurez con sentimientos que, ahora, por más que desee controlarlos, escapan de mí, como agua escurriendo entre mis dedos.

Eso es lo que más deseo, controlar mi corazón de la misma forma que controlo mi cerebro.

Porque no soporto ser consciente de que me estoy enamorando de un imposible, estoy dirigiéndome a un abismo, mi caída está asegurada, pero al final de esta no hay nadie que me sostenga, nadie estará ahí para evitar el impacto y sufriré.

La puerta de mi habitación es abierta de forma abrupta, sacándome del letargo que me tenía sometida —Ky levántate— es mi mamá agitada.

—Me asústate— le digo mientras me siento en mi cama y sin poder evitarlo me pongo nerviosa ante su actitud. Ella está temblando, esta pálida y respirando de forma muy rápida — ¿Qué pasa mamá?

Usando su dedo índice presiona sus labios haciéndome el típico gesto de silencio.

—Unos hombres— dice de forma muy bajita.

Me levanto de inmediato — ¿Qué hombres?— pregunto en realidad lo grito — ¿de qué hombres hablas mamá?

Ella se acerca y tapa mi boca —no grites... hay unos hombres fuera de la casa y están... están ¡Dios mío! Están armados.

Mi corazón comienza a latir fuertemente, estoy segura de que son los troyanos.

Ellos dieron conmigo, ellos vinieron por mí, van a llevarme; y no hay manera de detenerlos, mis ojos se llenan de lágrimas, miedo latente recorriendo cada espacio de mi cuerpo, robándose mi aire y asfixiándome —pero no te preocupes, todo estará bien; mami está contigo, mami te cui...— dice mama cuando el primer disparo suena y entonces ella grita —¡ah!— después del primero siguen muchos más, varios disparos se oyen, los vidrios de las ventanas colapsan y el estruendo es aterrador.

Quedo sin aire cuando mi espalda choca contra el piso y mamá cae encima de mí, abrazándome, cubriendo todo lo que puede en mi con su cuerpo, ella me está protegiendo, ella está poniendo su vida por encima de la mía y no lo merezco; los disparos no dejan de sonar, se oyen como las balas están rompiendo todo dentro de mi casa y no puedo evitar sollozar ante el miedo y la rabia que me da no poder hacer nada.

Los disparos cesan, mamá se baja de encima de mí y me hace arrastrarme hasta el otro extremo de mi habitación, siempre yo delante, como si ella no importará, pero si lo hace... ¡a mí me importa!

—Es mi culpa, todo esto es mi culpa...— digo en medio de sollozos, el llanto no me deja respirar; siento que mi propio aliento me ahoga y aun así no puedo parar de llorar. No puedo defenderme, no puedo proteger a mi mamá. Ella intenta abrazarme, pero la empujo lejos de mí, yo la estoy exponiendo al peligro... lo mejor será que los troyanos me lleven y listo. Así ella no correrá más riesgo si no está a mi lado.

—cálmate Ky, ven con mamá— ella habla como si yo fuera una bebé, pero el miedo me hace actuar de forma irracional y sigo alejándola de mí, ella está desesperada, yo lo sé, lo noto; y aunque no quiera hacerlo me sigo alejando, arrastrándome por la habitación, de prisa, huyendo de su contacto —Ky... ya se fueron, no están... todo está bien mi niña.

—no, no está bien, ellos vienen por mí. Todo esto es mi culpa... es mi culpa, es mi culpa— y realmente lo sentía así, sentía un peso en mis hombros, una sensación de opresión, de absorción... era tan potente que sentía como si fuera llevándose todas mis fuerzas de golpe, dejándome sin nada; me quede quieta, tirada en el piso de mi habitación llorando mientras mamá se acostaba a mi lado, acariciando mi cabello —no es tu culpa— insistió ella inútilmente tratando de sosegar mi angustia.




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