—Ky detente— apremia Emanuel, sujetándome por el brazo, frustrando mi intento de bajar las escaleras —él no está bien, déjalo que se calme.
— ¡Hola! Yo tampoco estoy bien, y no ando destruyendo personas a mi paso.
El me ve, serio, acongojado —él te quiere.
—y yo lo quiero a él, pero no soy un saco de boxeo, no me sentare a esperar cada golpe de Ben, soy muy joven para desperdiciar mi vida con personas que solo esperan un mínimo momento para atacarme.
Emanuel asiente —entiendo, de verdad que si… ven aquí— dice halándome y llevándome contra él, me amarra en un súper abrazo que me hace llorar —pase lo que pase, cuentas conmigo siempre, eres mi hermanita, mi otra hermanita y siempre estaré para ti.
—hablas como un viejo.
—soy dos años mayor que tú, ya casi tengo veinte… así que tengo derecho a un poco de madurez.
—no vayas a pudrirte.
Él se ríe abiertamente —eres única mi Ky, no cambies nunca.
—Lo prometo— respondo a la vez que me suelto de su abrazo.
Bajo corriendo las escaleras, mi madre, Bob y el señor Charles enfoca sus ojos en mí.
— ¿podemos irnos?
— ¡Claro princesa! — contesta mamá levantándose.
Bob, estrecha la mano de Charles y nos ofrece sus brazos a mi madre y a mí; camino a paso decidido pero antes me detengo delante del señor Hamilton —aun no confió en usted, su historia no me parece creíble, pero le hare llegar una laptop con cosas que tal vez podrían interesarle, cuídese mucho.
Agarro a Bob y salimos de la casa Hamilton, caminamos directo al auto pero antes de entrar detengo a mis padres —yo… cuando pregunte si podríamos irnos no me refería a esta casa.
— ¿a qué te refieres entonces linda?
—Bob… ¿puedo llamarte papá?
Ambos se sorprendieron por mi pregunta, pero veo que no es signo de molestia para ninguno, porque por el contrario ambos sonríen abiertamente a pesar de las circunstancias que nos rodean.
—solo si me dejas llamarte hija.
—Está bien papá— escucho como suena y me gusta mucho —sé que apenas restablecen su relación, mamá— digo observándola —no quisiera presionarte, pero yo quería pedirte que nos fuéramos de aquí, de este lugar, de este estado, si es posible de este país, yo quisiera alejarme de todo esto.
Ambos me observan en silencio, mamá observa a Bob, Bob me observa a mí… —yo por ustedes haría cualquier cosa.
Eso es una clara respuesta, los abrazo a los dos, agradecida de poder alejarme de todo este entorno que lastiman y eclipsan mi alma.
[…]
Susurros escandalosos, me rodean; a mi alrededor, solo siento miradas escondidas, personas que no saben disimular cuando ven algo, muchos quisieran saber acerca de una verdad ficticia, de una realidad efímera, todos están errados, todos creen que saben algo, cuando la realidad es que se equivocan totalmente.
El Excellence, siempre me pareció un instituto extravagante, tal vez era la envidia hablando, porque el Freedom carecía de mucha cosas, sin embargo, el Freedom estaba lleno de personas de chicos con buenos sentimientos, deseos de superación y mucho talento. El Excellence por el contrario, solo instruye a chicos con sed de chismes, problemas y diversión.
Desde que llegue junto a mi madre, todos me observan, murmuran, susurran; ahora no soy la nueva, ahora solo soy hermana de Kristen Willis, la chica popular del Excellence, la más hermosa y que murió por mi culpa.
¿Pueden creerlo?
Me acusan, de haberme tomado mí tiempo en donarle parte de mi medula a Kristen y por eso ella murió.
—Siento mucho lo de tu hermana— Diane Cooper, secretaria del Excellence, ofrece condolencias que no necesito.
¿Por qué ahora todos la nombran como mi hermana? Antes de que yo llegara ella era solo Kristen.
Asiento en respuesta.
— ¿aquí está todo? — pregunta mi madre.
— ¡correcto! — Responde con una hermosa sonrisa —esto es todo lo que necesita para poder inscribirla en otro instituto, aunque déjeme decirle, que tal vez no tengan suerte, ya el año escolar está demasiado avanzado. Creo que perderás este año cariño.
Mamá le ofrece su mano —muchas gracias, Señorita Cooper.
—Que tengas linda vida— me dice observándome, con algo distinto a la curiosidad.
Agradezco sus palabras, mi madre y yo salimos del despacho del director, con todos mis documentos.
Caminamos tomadas de la mano, yo ignorando a todos aquellos que me observan y mi madre intimidándolos con sus ojos; parece un águila cuidando a su cría.
—Marcharnos de aquí es lo mejor que podemos hacer.
— ¡es lo mejor!
— ¿de verdad no asistirás?
Niego con la cabeza —Gideon nunca fue mi padre y Kristen nunca fue mi hermana, no tengo nada que hacer en sus velorios, no tengo lágrimas que derramar, no tengo oraciones para sus almas, no tengo una rosa que lanzar…