Atrapada en ti...

Epílogo

— ¡espera un segundo mamá! — Digo al teléfono, mientras intento cruzar la calle, sosteniendo varias libretas en una mano, mi mochila en el hombro, mi teléfono en la otra mano y con todo mi cabello tapando mi vista debido a una fuerte ventisca —como te seguía diciendo— anuncio al haber logrado tan grande hallazgo como lo fue cruzar una simple calle —la del vestido blanco serás tú, tú te casaras… ¿cómo pretendes que tu cuadrilla también vista de blanco?

—El blanco representa la pureza— pelea como una niña con rabieta.

— ¡oh! Pues entonces debemos vestir ¿rojo? O ¿negro? Mami querida, ya tú tienes una hija, tu pureza viajo lejos de ti hace décadas.

—los años te hacen más idiota cariño.

Me rio a carcajadas —pues complace a Bob y dale el hijo que tanto te pide.

Alguien habla con ella, escucho voces además de la suya y luego la escucho refunfuñar con quien sea que hable, lo digo, parece una niña… —la organizadora moriría si le dijera que estoy embarazada, esa mujer delira cuando me ve comiendo algo que no está en su lista de comidas para entrar en el vestido de novia perfecto.

—mamá— digo suspirando —lo único que hace un vestido de novia perfecto, es la novia… sin novia solo sería un vestido blanco cualquiera, la mujer, chica, anciana que se case… ella es la de la magia, la del resplandor… deberías hacerle entender a esa mujer que quien se casa serás tú y no ella, ese debe ser tu día feliz, no un día lleno de reglas.

—Bob le tiene confianza.

—Lo siento— me disculpo cuando tropiezo con un chico en medio de la calle, que lleva alzada una cartelera con la palabra “Perdóname”; él me observa apenado por el tropiezo y yo sonrió para que sepa que no estoy molesta. Continúo con mi camino. —pues entonces dile a Bob que sea él, el maniquí de la diabla, después de todo él también se casa, entonces él también debe tener su cuota de presión por parte de esa bruja.

—Eres tan sabia— empieza su sermón de alabanzas —los años no pasan en vano por ti.

Sonrió —deja el drama mamá, solo cumplí veintiuno.

—pues perdonarme por sentirme orgullosa de ver en quien te has convertido, muchos con veintiún años no han logrado lo que tú, eres independiente, estudias por la mañana en la universidad, trabajas por las tardes, vives sola…

—todo por no ver sus arrumacos todo el día mamá, no lo olvides… tú y Bob son como dos estrenados marido y mujer, todo el día juntos, acariciándose, sonriéndose como tontos ¡es demasiado para mí!

Ella se ríe, la imagino sonrojada porque eso sucede cada vez que le digo cosas de ese estilo —te dejo mamá, ya llegue al trabajo.

>> Te amo.

—y yo a ti

Guarde mi teléfono como pude, es mentira, hoy estoy libre, pero si es por mi madre pasa todo el día al teléfono. Mientras hablaba mis pasos me guiaron a una plaza cerca de la residencia donde vivo, aún es muy temprano para estar en casa… me siento en el borde de ella, mientras acomodo las libretas que traía en mis manos, en la mochila prácticamente vacía que cargaba en mi hombro.

— ¡perdónalo! — grita no sé quién, no sé en dónde.

Levanto mi vista, observo todo a mí alrededor y no puedo distinguir quien gritó, mi vena curiosa no es saciada al no saber a quién hay que perdonar.

Aparentemente, la gente se está portando muy mal, porque es la segunda cosa parecida que observo en el día.

Bueno la tercera es cuando noto, como… en una pared, escrito con espray rojo reza la misma palabra “perdónalo” justo frente a la puerta de mi residencia, esta mañana eso no estaba ahí, eso puedo asegurarlo.

Mi teléfono suena, es Jennifer… mi compañera de piso, esa chica con la que Emanuel tuvo aquella cita que ocasiono su rompimiento con Serena, resulta que Jennifer es una persona increíble, aunque lo increíble es que ella y Serena se volvieron mejores amigas, aquí en la universidad —hola bombón— la saludo al contestar la llamada.

— ¿Por qué no has llegado?

—mi madre está lejos de mí, planeando su gran boda Jenny.

— ¡oh! ¿En serio no lo sabía? Tonta… es que aquí hay alguien esperándote.

Eso no me lo esperaba, mi madre y mi padre están en otra ciudad, Serena vive con Emanuel a pocas cuadras de aquí, Ethan está en casa de sus padres con su novia Zoe, esa que conoció a final de curso y que Emanuel nunca me dejo conocer hasta que afianzaran su relación ¡imbécil! — ¿Quién es? — pregunto cómo una tonta marioneta.

Lo siento, la curiosidad me gana.

—no lo sé, tu madre está lejos de ti, planeando su gran boda Ky.

—no lo decía en serio Jen.

—pues yo sí, si quieres ver quien es ven y punto.

Me levanto del borde de la fuente rápidamente, mi corazón late a la expectativa de lo que me pueda esperar, quien querría que fuera, sé que no es, porque él está ocupado en asuntos importantes, como lo es su reintegro a la sociedad después de tanto tiempo recluido en una clínica para sanar su mente.

Desde que me levante y hasta que llegue a la entrada de mi residencia, hombres, mujeres y niños levantaban carteleras con palabras de disculpa como: Perdónalo, Perdóname, Perdón, Nunca quise lastimarte.




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