Atrápame

Capítulo 7

 

☆゜・。。・🐺🌙🐺・。。・゜★ 

 

Al tercer día, Seth ya se sentía cansado, inquieto, incómodo, con el lobo arañando su mente de forma agresiva, y su humor deslizándose cerca de los niveles peligrosos. Reed había fijado una sesión, con un día de intermedio de descanso. Pero él no podía seguir con esto, lo veía como un trabajo inútil y sin sentido. Al principio creyó que estaba haciendo algo productivo, pero pronto se dio cuenta que Reed no obtendría nada de lo que esperaba de él al sacarlo de su entorno y estudiarlo..., como un maldito ratón de laboratorio.

Esto no era lo suyo, Seth necesitaba volver, iba a hacerlo.

Después de estar una hora en silencio, sentado al borde de la piscina que poco a poco se iba llenando de hojas traídas por el viento, Seth intentó armar un plan. Necesitaba irse, eso estaba claro, pero no podía abandonar a la doctora o el trato con Vladimir Lébedevich se echaría por la borda y tendría que lidiar con la furia de Derek al perder ese equipo de investigadores.

Una hoja de arce flotó en la superficie del agua, la tomó entre sus dedos y la hizo girar.

—El otoño es una preciosa época para estar solo.

Al oír esa voz desconocida, Seth giró en estado de alerta, fijó sus ojos en el dueño, un hombre parado a una prudente distancia, el lobo advirtió sobre su acento y el innegable hecho de que era un cambiante, lo sabía por el movimiento fluido de su cuerpo al avanzar.

—Yuri, ¿verdad?

—Correcto —respondió sentándose junto a Seth, lejos—. Yuri Romanov.

Era un hombre macizo y de baja estatura, con el cabello negro y ojos verdes, un poco rasgados. Verlo le recordó a Sean Wells, alfa del clan de pumas que eran sus aliados más cercanos desde mucho tiempo atrás.

— ¿Qué haces fuera de tu laboratorio?

Una débil sonrisa peligrosa asomó en su rostro de piel mestiza. Yuri Romanov era un cambiante extraño, pero luego recordó que su genética debía de ser una rara mezcla entre los rasgos europeos con los latinoamericanos, porque de otra forma no se entendía que fuera un hombre ruso de piel apenas oscura tan diferente al promedio de ese país, o el hecho de que era una pantera negra.

—Descanso de media tarde —respondió—. Tú estás solo, supongo que Reed está en su ronda de supervisión.

Seth volvió su mirada al agua tranquila.

—Sí.

La soledad durante el día le sentaba como un puñal directo a la boca del estómago, y controlar su ansiedad no era una cosa sencilla de hacer, tenía a su lobo merodeando cerca de la superficie con alarmante frecuencia. Un poco más y quizá se convertiría en un verdadero peligro para los que le rodeaban. No es que le importaran todos esos ermitaños con sus pulcras batas blancas y complejo de superioridad, pero Reed le importaba, y no sabía por qué.

Ella era humana, una entre millones. Y el lobo temía hacerle daño.

—Quieres regresar a tu clan —dijo Yuri, ese acento marcado en cada letra era chocante para sus sentidos—. Puedo sentir a tu animal inquieto bajo tu piel.

Seth le miró fijo.

— ¿Qué clase de gato eres?

Yuri rió suave.

—Uno muy inteligente y poderoso. —Yuri extendió sus garras y arañó el césped—. Pero Reed te necesita aquí.

—No creo que esto funcione, y no me siento cómodo hablando mis asuntos personales de esa manera..., no me parece atractiva la idea de que estoy siendo estudiado por una humana.

Había visto los horrores de los laboratorios clandestinos cuando participó en las brigadas de Derek, limpiaron los alrededores de Paradise City en un año y desmantelaron nueve instalaciones ilegales, liberando a mil cambiantes de los cuales solo sobrevivieron trescientos quince. Pensar en eso le hizo estremecer, la crueldad humana no conocía límites.

—No intento convencerte de las cosas positivas de trabajar aquí. Solo quiero que te quedes cerca de Reed.

— ¿Por qué?

Esas afiladas garras surcaron la tierra, arrancando todo a su paso.

—Renan no me da buena espina, el comportamiento de ese muchacho raya en la psicopatía y desde que Vladimir Lébedevich lo puso a cargo de la seguridad, ha estado jugando con Reed de una manera..., poco usual.

Seth contuvo el gruñido en su interior.

— ¿La está acosando?

«Ya tenemos una excusa para arrancarle el pelaje» el lobo por poco aullaba de ansiedad.

—Los lobos juegan a acechar, ¿no es así?

—Sí, pero no lo hacemos si nos detienen antes, no somos psicópatas.

Yuri asintió, pero no se veía convencido.

—Una mujer cambiante puede hacerle frente a Renan y hacer que pare, pero Reed no lo es y el lobo se aprovecha de esa debilidad humana. —Yuri volvió a arañar—. Otra en su lugar ya le habría dado una paliza para acomodar sus ideas. Pero Reed no es de violencia, ella es más..., cómo decirlo..., un pequeño ratoncito de biblioteca.




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